Mostrando entradas con la etiqueta ecología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ecología. Mostrar todas las entradas

Los seres humanos: ¿un cáncer para el planeta?, Leonardo Boff

Hay negacionistas de la Shoah (eliminación de millones de judíos en los campos nazis de exterminio) y hay negacionistas de los cambios climáticos de la Tierra. Los primeros reciben el desprecio de toda la humanidad; los segundos, que hasta hace poco sonreían cínicamente, ahora ven día a día que sus convicciones están siendo refutadas por hechos innegables. Sólo se mantienen coaccionando a algunos científicos para que no digan todo lo que saben, como ha sido denunciado por diferentes y serios medios alternativos de comunicación. Es la razón enloquecida que busca la acumulación de riqueza sin ninguna otra consideración.
En tiempos recientes hemos conocido eventos extremos de la mayor gravedad: los huracanes Katrina y Sandy en Estados Unidos, tifones terribles en Paquistán y Bangladesh, el tsunami del Sudeste de Asia, el tifón de Japón que dañó peligrosamente las centrales nucleares de Fukushima y hace pocos días el avasallador tifón Haiyan en Filipinas que ha dejado miles de víctimas.
Hoy se sabe que la temperatura del Pacífico tropical, de donde nacen los principales tifones, estaba normalmente por debajo de los 19,2°C. Las aguas marítimas se han ido calentando hasta el punto de quedar hacia el año 1976 en 25°C y a partir de 1997/1998 alcanzaron los 30°C. Tal hecho produce gran evaporación de agua. Los eventos extremos ocurren a partir de los 26°C. Con el calentamiento, los tifones aparecen con más frecuencia y con vientos de mayor velocidad. En 1951 eran de 240 km/h; en 1960-1980 subieron a 275 km/h; en 2006 llegaron a 306 km/h y en 2013 a los terroríficos 380 km/h.
En los últimos meses cuatro informes oficiales de organismos ligados a la ONU lazaron una vehemente alerta sobre las graves consecuencias del creciente calentamiento global. Está comprobado, con un 90% de seguridad, que es provocado por la actividad irresponsable de los seres humanos y de los países industrializados.
Lo confirmó en septiembre el IPPC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) que articula a más de mil científicos; lo mismo ha hecho el Programa del Medio Ambiente de la ONU (PNUMA); enseguida el Informe Internacional del Estado de los Océanos denunció el aumento de la acidez, que por eso absorbe menos C02; finalmente el 13 de noviembre en Ginebra la Organización Meteorológica Mundial. Todos son unánimes en afirmar que no estamos yendo hacia el calentamiento global, sino que estamos ya dentro de él. Si en los inicios de la revolución industrial la concentración de CO2 era de 280 ppm (partes por millón), en 1990 se elevó a 350 ppm y hoy ha llegado a 450 ppm. En este año se ha dado la noticia de que en algunas partes del planeta ya se rompió la barrera de los 2°C, lo que puede acarrear daños irreversibles para los demás seres vivos.
Hace pocas semanas, a la Secretaria Ejecutiva de la Convención de la ONU sobre el Cambio Climático, Christiana Figueres, en plena entrevista colectiva se le saltaron las lágrimas al denunciar que los países no hacen casi nada para la adaptación y la mitigación del calentamiento global. Yeb Sano de Filipinas, en la 19ª Cumbre del Clima de Varsovia realizada del 11 al 22 de noviembre, lloró ante los representantes de 190 países contando el horror del tifón que había devastado su país, alcanzando a su misma familia. La mayoría no pudo contener las lágrimas. Pero para muchos eran lágrimas de cocodrilo. Los representantes ya traen en su cartera las instrucciones preparadas previamente por sus gobiernos, y los grandes dificultan de muchas maneras cualquier consenso. Allí están también los dueños del poder en el mundo, dueños de las minas de carbón, muchos accionistas de petroleras o de siderurgias movidas por carbón, de industrias de montaje y otros. Todos quieren que las cosas sigan como están. Es lo peor que nos puede pasar, porque entonces el camino hacia el abismo se vuelve más directo y fatal. ¿Por qué esa irracional oposición?
Vayamos directos a la cuestión central: este caos ecológico se lo debemos a nuestro modo de producción que devasta la naturaleza y alimenta la cultura del consumismo ilimitado. O cambiamos nuestro paradigma de relación con la Tierra y con los bienes y servicios naturales o vamos irrefrenablemente al encuentro de lo peor. El paradigma vigente se rige por esta lógica: ¿cuánto puedo ganar con la menor inversión posible en el más corto lapso de tiempo con innovación tecnológica y con mayor potencia competitiva? La producción está dirigida al puro y simple consumo que genera acumulación, siendo esta el objetivo principal. La devastación de la naturaleza y el empobrecimiento de los ecosistemas ahí implicados son meras externalidades (no entran en la contabilidad empresarial). Como la economía neoliberal se rige estrictamente por la competición y no por la cooperación, se establece una guerra de mercados, de todos contra todos. Quien paga la cuenta son los seres humanos (injusticia social) y la naturaleza (injusticia ecológica).
Ocurre que la Tierra no aguanta más este tipo de guerra total contra ella. Necesita un año y medio para reponer lo que le arrancamos en un año. El calentamiento global es la fiebre que denuncia que está enferma, gravemente enferma.
O comenzamos a sentirnos parte de la naturaleza y entonces la respetamos como a nosotros mismos, o pasamos del paradigma de la conquista y de la dominación al del cuidado y de la convivencia y producimos respetando los ritmos naturales y dentro de los límites de cada ecosistema, o si no preparémonos para las amargas lecciones que la Madre Tierra nos dará. Y no se excluye la posibilidad de que ella no nos acepte más y se libere de nosotros como nos liberamos de una célula cancerígena. Ella puede continuar, cubierta de cadáveres, pero sin nosotros. Que Dios no permita semejante trágico destino.
- Leonardo Boff es Teólogo-Filósofo y autor de Proteger a Terra e cuidar da vida: como escapar do fim do mundo, Record, Rio de Janeiro 2011.

Por qué necesitamos una eco-revolución, Naomi Klein


En diciembre de 2012, un investigador de sistemas complejos con el pelo teñido de rosa, Brad Werner, se abrió camino entre una multitud de 24.000 geólogos y astrónomos en el Congreso de otoño de la Unión Geofísica Americana que se celebra cada año en San Francisco. Las conferencias de este año acogían participantes de renombre, desde Ed Stone, del proyecto Voyager de la NASA, que explicaba un nuevo hito en el camino hacia el espacio interestelar, hasta el director de cine James Cameron, que compartía con los asistentes sus aventuras en batiscafos de profundidad. Sin embargo, fue la sesión del propio Werner la que levantó más controversia. Tenía por título “¿Está la tierra jodida?” (título completo: “¿Está la tierra jodida? Inutilidad dinámica de la gestión medioambiental y posibilidades de sostenibilidad a través del activismo de acción directa.”). De pie en la sala de conferencias, el geofísico de la Universidad de California en San Diego, mostró a la gente el avanzado modelo informático que estaba usando para responder a dicha pregunta. Habló de los límites del sistema, de perturbaciones, disipaciones, puntos de atracción, bifurcaciones y de un puñado de muchas otras cosas que son tan difíciles de comprender para quienes somos legos en la teoría de los sistemas complejos. No obstante, el tema de fondo estaba más que claro: el capitalismo global ha hecho que la merma de los recursos sea tan rápida, fácil y libre de barreras que, en respuesta, “los sistemas tierra-humanos” se están volviendo peligrosamente inestables. Cuando un periodista le presionó para que diera una respuesta clara sobre la pregunta “¿estamos jodidos?”, Werner dejó a un lado su jerga para contestar: “más o menos”. Sin embargo, había una dinámica en el modelo que ofrecía alguna esperanza. Werner lo denominó “resistencia”: movimientos de “gente o grupos de gente” que “adoptan un cierto tipo de dinámicas que no encajan con la cultura capitalista”. Según el resumen de su comunicación, esto incluye “acción directa medioambiental y resistencia proveniente de más allá de la cultura dominante, como las protestas, bloqueos y sabotajes perpetrados por indígenas, trabajadores, anarquistas y otros grupos activistas.” Las reuniones científicas serias, normalmente, no implican llamadas a la resistencia política en masa, mucho menos acciones directas y sabotajes. No es que Werner estuviera exactamente convocando estas acciones. Simplemente tomaba nota de que los levantamientos en masa de la gente (en la línea del movimiento abolicionista, de los derechos civiles o del “Ocupa Wall Street”) representan la fuente más probable de “fricción” a la hora de ralentizar una máquina económica que está escapando a todo control. Sabemos que los movimientos sociales del pasado han tenido una “tremenda influencia en… cómo la cultura dominante ha evolucionado”, señaló. Así que es lógico que “si pensamos en el futuro de la tierra, y en el futuro de nuestro acoplamiento al medio ambiente, tenemos que incluir la resistencia como parte de la dinámica.” Y eso –argumentó Werner-, no es una cuestión de opinión, sino un “verdadero problema de geofísica”. Muchos científicos se han visto forzados a salir a la calle por los resultados de sus descubrimientos. Físicos, astrónomos, doctores en medicina y biólogos se han situado al frente de movimientos contra las armas nucleares, la energía nuclear, la guerra, la contaminación química y el creacionismo. Así, en noviembre de 2012, la revista Nature publicó un comentario del financiero y filántropo medioambiental Jeremy Grantham, urgiendo a los científicos a unirse a esta tradición y a “ser arrestados si fuera necesario”, porque el cambio climático “no es solo la crisis de vuestras vidas: es también la crisis de la existencia de nuestra especie.”. No hace falta convencer a algunos científicos. El padrino de la moderna ciencia climática, James Hansen, es un activista formidable que ha sido arrestado alrededor de media docena de veces por su lucha por el cierre de las minas de carbón en las cimas de las montañas y contra los gaseoductos de gas de esquisto (incluso este año dejó su trabajo en la NASA, en parte para tener más tiempo libre para sus campañas). Hace dos años, cuando fui arrestada en las inmediaciones de la Casa Blanca en una acción masiva contra el gaseoducto de gas de esquisto Keystone XL, una de las 166 personas que había sido esposada ese día era un glaciólogo llamado Jason Box, un experto sobre el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia mundialmente reconocido. “No podía seguir respetándome a mí mismo si no iba,” dijo Box en aquel momento, añadiendo que “parece que, en este caso, no es suficiente con votar. También necesito ser un ciudadano”. Es admirable. Pero lo que Werner está haciendo con su modelo es diferente. Él no está diciendo que su investigación le llevara a tomar parte activa contra una política en particular; lo que está diciendo es que su investigación muestra que todo nuestro paradigma económico es un desafío a la estabilidad ecológica. Y, claro está, desafiar este paradigma económico con un movimiento de masas reactivo resulta la mejor baza humana para evitar la catástrofe. Eso es muy fuerte. Pero no está solo. Werner forma parte de un pequeño pero cada vez más influyente grupo de científicos cuyas investigaciones en el campo de la desestabilización de los sistemas naturales (de los sistemas climáticos, en particular) les está llevando a conclusiones transformativas, incluso revolucionarias, similares. Y para cualquier revolucionario en el armario que alguna vez haya soñado con derrocar el actual orden económico a favor de algún otro que como mínimo no lleve a los pensionistas italianos a colgarse en sus casas, este trabajo debería serle de un especial interés. En gran medida, porque hace que cruzar el abismo entre este cruel sistema y otro nuevo (tal vez, con mucho trabajo, un sistema mejor) no sea ya una mera cuestión de preferencia ideológica, sino más bien de una exigencia para la existencia de nuestra especie en este mundo. Al frente de este grupo de nuevos científicos revolucionarios se encuentra uno de los máximos expertos en cuestiones climáticas en Gran Bretaña, Kevin Anderson, director adjunto del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, que en muy poco tiempo se ha situado como una de los centros de investigación sobre el clima más importantes en el Reino Unido. Dirigiéndose a todos, desde el Departamento para el Desarrollo Internacional hasta el Ayuntamiento de Manchester, Anderson se ha pasado más de una década popularizando pacientemente los resultados de la ciencia climática más moderna a políticos, economistas y activistas. En un lenguaje claro y comprensible, ha ofrecido una rigurosa hoja de ruta para la reducción de la emisión de gases contaminantes que persigue frenar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados centígrados, objetivo que la mayoría de los gobiernos consideran imprescindible para evitar la catástrofe. Sin embargo, en los últimos años, los documentos y las diapositivas de Anderson se han ido haciendo más alarmantes. Con títulos como “El cambio climático: más allá de lo peligroso… Cifras brutales y esperanzas endebles”, señala que las probabilidades de quedarse en algo parecido a unos niveles de temperatura seguros están disminuyendo rápidamente. Junto con su colega, Alice Bows, experta en control climático en el Centro Tyndall, Anderson señala que hemos perdido tanto tiempo con políticas ambiguas y con tímidos programas climáticos (mientras las emisiones globales crecían sin control), que ahora tenemos que enfrentarnos a recortes tan drásticos que incluso llegan a desafiar la lógica fundamental de priorizar el crecimiento del PIB por encima de todo. Anderson y Bows informan de que el tan a menudo citado objetivo de reducción a largo plazo (un recorte de más de un 80% de las emisiones de 1990 para el 2050) ha sido fijado por razones de conveniencia política y que no tiene “ninguna base científica”. Esto es debido a que los impactos sobre el clima no provienen de lo que emitamos hoy o mañana, sino del cúmulo de emisiones que se han ido sumando en la atmósfera a lo largo del tiempo. Además, avisan de que centrarse en objetivos de aquí a tres décadas y media –en lugar de enfocarlos hacia lo que podemos hacer para recortar carbono de forma tajante e inmediata- supone un grave riesgo de seguir permitiendo que las emisiones aumenten vertiginosamente en los próximos años, y que de ese modo se superará con creces nuestro “objetivo de carbono” hasta los 2 grados centígrados, y, entrado el siglo, nos encontraremos ante una tesitura imposible de encarar. Esta es la razón por la que Anderson y Bows argumentan que, si los gobiernos de los países desarrollados se muestran serios a la hora de alcanzar el acordado objetivo internacional de mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados centígrados, y siempre que las reducciones vayan a respetar cualquier tipo de principio equitativo –básicamente, que los países que han estado arrojando carbono durante casi dos siglos necesitan recortar sus emisiones antes que los países en los que más de mil millones de personas todavía no tienen electricidad-, entonces, las reducciones deben ser mucho más profundas y tienen que llegar mucho antes. Incluso disponiendo de una probabilidad de 50/50 de alcanzar el objetivo de los 2 grados (la cual, como ellos y muchos otros avisan, ya implica enfrentarse a una serie de impactos climáticos bastamente dañinos), los países industrializados necesitan empezar a recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 10 por ciento al año. Y deben empezar ya. No obstante, Anderson y Bows dan un paso más, al señalar que este objetivo no puede lograrse con modestas penalizaciones por emisión de carbono o con las soluciones ofrecidas por la tecnología ecológica, normalmente defendidas por las grandes “corporaciones verdes”. Desde luego que estas medidas pueden ayudar, pero no son suficientes: una reducción del 10 por ciento en las emisiones, año tras año, resulta inaudita desde el momento en que empezamos a energizar nuestras economías con carbón. De hecho, los recortes por encima de un 1 por ciento al año “se han visto históricamente asociadas a recesiones económicas o a crisis políticas”, tal y como indicó el economista Nicholas Stern en su informe de 2006 para el gobierno británico. Ni siquiera con la desintegración de la Unión Soviética hubo reducciones de tal duración y profundidad (los países soviéticos experimentaron un promedio de reducciones anuales de apenas un 5 por ciento en un período de diez años). Tampoco ocurrieron tras el crack de Wall Street en 2008 (los países ricos experimentaron un descenso de un 7 por ciento de emisión entre 2008 y 2009, pero sus emisiones de CO2 remontaron fuertemente en 2010, y las emisiones en China y en la India han seguido creciendo). Solo después de la gran crisis de 1929, los Estados Unidos vieron, por ejemplo, como las emisiones descendían durante varios años consecutivos más de un 10 por ciento anual, según los datos históricos del Centro de Análisis e Información de Dióxido de Carbono. Pero esa fue la peor crisis económica de los tiempos modernos. Si queremos evitar ese tipo de carnicerías a la hora de lograr nuestros objetivos con base científica en las emisiones, la reducción del carbono debe gestionarse con cuidado a través de lo que Anderson y Bows describen como “estrategias de decrecimiento radicales e inmediatas en EEUU, la UE y en otras naciones ricas”. Lo que está muy bien, si no fuera por el hecho de que resulta que tenemos un sistema económico que fetichiza el crecimiento del PIB sobre todo lo demás, sin importar las consecuencias humanas o ecológicas, y en el que la clase política neoliberal hace tiempo que ha rechazado su responsabilidad de gestionar nada (ya que el mercado es el genio invisible a lo que todo debe ser confiado). Así que lo que Anderson y Bows están realmente diciendo es que todavía queda tiempo para evitar un calentamiento catastrófico, pero no según las reglas del capitalismo tal y como hoy se plantean. Algo que tal vez sea el mejor argumento que jamás hayamos tenido para cambiar esas reglas. En un ensayo de 2012 aparecido en la influyente revista científica Nature Climate Change, Anderson y Bows lanzaron un guante, acusando a muchos de sus colegas científicos de no ser transparentes a la hora de exponer los cambios que el cambio climático precisa de la humanidad. Vale la pena citarles por extenso: “…a la hora de desarrollar los marcos de emisión de gases, los científicos constantemente subestiman las implicaciones de sus análisis. Cuando se trata de la cuestión de evitar el aumento de los 2 grados centígrados, se traduce “imposible” por “difícil, pero se puede hacer”; “urgente y radical”, por “desafío”: todo para apaciguar al dios de la economía –o, más concretamente, al de las finanzas-. Por ejemplo, para evitar salirse del porcentaje máximo de reducción de emisiones dictado por los economistas, se asumen los anteriores niveles máximos “de forma imposible”, junto con ingenuas nociones de “alta” ingeniería y con las tasas de utilización de infraestructuras bajas en carbón. Y lo más inquietante es que cuanto más menguan los presupuestos sobre emisiones, más se propone la geoingeniería para asegurar que el dictado de los economistas permanezca incuestionable”. En otras palabras, para aparecer razonable en los círculos económicos neoliberales, los científicos han estado haciendo la vista gorda de manera escandalosa con las consecuencias derivadas de sus investigaciones. Hacia agosto de 2013, Anderson estaba dispuesto a ser incluso más tajante, al escribir que habíamos perdido la oportunidad de cambios graduales. “Tal vez, durante la Cumbre sobre la Tierra de 1992, o incluso en el cambio de milenio, el nivel de los 2 grados centígrados podrían haberse logrado a través de significativos cambios evolutivos en el marco de la hegemonía política y económica existentes. Pero el cambio climático es un asunto acumulativo. Ahora, en 2013, desde nuestras naciones altamente emisoras (post-) industriales nos enfrentamos a un panorama muy diferente. Nuestro constante y colectivo despilfarro de carbono ha desperdiciado toda oportunidad de un “cambio evolutivo” realista para alcanzar nuestro anterior (y más amplio) objetivo los 2 grados. Hoy, después de dos décadas de promesas y mentiras, lo que queda del objetivo de los 2 grados exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica” (la negrita es suya). Probablemente no debería sorprendernos que algunos climatólogos estén un poco asustados por las consecuencias radicales de sus propias investigaciones. La mayoría de ellos solo estaban haciendo tranquilamente su trabajo, midiendo núcleos de hielo, elaborando sus modelos de climatología global y estudiando la acidificación de los océanos, hasta llegar a descubrir, tal y como dijo el experto climatólogo australiano Clive Hamilton, que “estaban, sin quererlo, desestabilizando el orden social y político”. Sin embargo hay mucha gente bien informada de la naturaleza revolucionaria de la climatología. Es la razón por la que algunos gobiernos que han decidido tirar a la basura sus compromisos con el clima para seguir produciendo más carbón han tenido que encontrar maneras todavía más bestias para acallar e intimidar a sus propios científicos. En Gran Bretaña, esta estrategia se está haciendo más patente en el caso de Ian Boyd, el principal consejero científico del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, al escribir hace poco que los científicos deberían evitar “sugerir que políticas son buenas o malas” y que deberían expresar sus puntos de vista “colaborando con asesores oficiales (como yo mismo), y siendo la voz de la razón, más que de la disidente, en el ámbito público”. Para saber a dónde conduce esto, solo hace falta mirar lo que ocurre en Canadá, donde vivo. El gobierno conservador de Stephen Harper ha hecho un trabajo tan eficaz a la hora de amordazar científicos y cerrar proyectos de investigación críticos que, en julio de 2012, un par de miles de científicos y simpatizantes celebraron un funeral bufo ante el Parlamento en Ottawa, quejándose de “la muerte de la evidencia”. Sus carteles decían: “no hay ciencia, no hay evidencia, no hay verdad.”. Pero la verdad siempre reluce. El hecho de que el negocio-habitual-de-búsqueda-de beneficios y crecimiento este desestabilizando la vida en la tierra ya no es algo que tengamos que leer en las revistas científicas. Los primeros síntomas se están desplegando ante nuestros ojos. Y el número de personas que están reaccionando también crece a medida que sucede: bloqueando las explotaciones de gas de esquisto en Balcombe, interfiriendo en las perforaciones en el Ártico en aguas rusas (a un tremendo coste personal); llevando a juicio a las compañias de energías bituminosas por violar la soberanía indígena, entre otros muchos incontables actos de resistencia, grandes y pequeños. En el modelo informático de Brad Werner, esta es la “fricción” que se necesita para frenar las fuerzas de desestabilización. El gran activista del clima Bill McKibben lo llama los “anticuerpos” que se producen para luchar contra la “fiebre alta” del planeta. No es una revolución, pero es un comienzo. Y puede que nos consiga el tiempo suficiente para imaginar una manera de vivir en este planeta que sea claramente menos jodida. Naomi Klein es autora de La doctrina del shock y No Logo, está trabajando en un libro y una película sobre el poder revolucionario del cambio climático. Fuente: sinpermiso

Gustavo Duch: "El hambre es la consecuencia del expolio de los recursos naturales"


1. Una de cada ocho personas en el mundo sufren hambre crónica y el Sur siempre es el que sufre más, ¿tú lo entiendes? 
Entender el hambre explica muchas cosas. Explica que los países en que más hambre pasa su población son grandes exportadores de alimentos, países con muchas tierras agrarias controladas por pocas empresas que ganan suculentos capitales produciendo materia prima para los llamados países desarrollados. Mientras, la población campesina intenta sobrevivir en escasas y pedregosas tierras, o bien entrega sus brazos en las grandes fincas a tareas temporales que les pagan muy mal. Explica que cuando más industrializamos la agricultura y aumenta la producción de alimentos, ya disponemos de alimentación para la población que alcanzaremos en el año 2050, más medios de vida se destruyen y menos gente puede vivir como campesinas o campesinos. Explica, que el hambre no es un problema de falta de producción, ni tan siquiera de mala distribución, es la consecuencia del expolio de los recursos naturales que deben de estar, soberanamente, en manos del pequeño campesinado. Explica que sobre esta población, antes campesina ahora sintierra y con poquísimos recursos económicos, las especulaciones que los fondos financieros hacen con los alimentos en las bolsas de Chicago o Nueva York, representan la imposibilidad de comprar alimentos. Sobre todo explica que la agroindustria no está pensada para alimentar a las personas ni para qué ser campesino o campesina sea una forma de vida, y así tenemos que, digan lo que digan ellas y sus cómplices, es una práctica muy poco eficiente: consume el 80% de los recursos necesarios para producir alimentos (energía, agua y tierra) pero sólo producen el 30% del total de alimentos que llegan a las mesas; despilfarra el 40% de todo lo producido; y, peor aún, cada vez produce más materias vegetales que no comemos las personas, agrocombustibles y piensos. En definitiva, el hambre explica que tenemos una agricultura diseñada y caminando en un modelo capitalista, por lo tanto, erradicar el hambre pasa por enterrar, bien hondo, el capitalismo. 

2. ¿Qué podemos aprender del Sur ahora que el Sur también somos nosotros y que estamos inmersos en una lucha por un modelo alimentario saludable y sostenible? 
Cuando hace veinte años surgió el lema, sobre pañuelos verdes enfrentados al poder de la OMC, de la Soberanía Alimentaria, el Norte entonces prepotente no entendía el concepto de Soberanía. Hoy, cuando en nuestro países sufrimos el impacto de dejar la economía fuera de nuestro control, la política fuera de nuestro control, la clase política nacional sin poder, cuando no podemos decidir ni qué salud, educación o agricultura queremos ni qué alimentación deseamos, sabemos con claridad qué significa luchar por la Soberanía de los pueblos. Ese es el primer aprendizaje, necesitamos, un ‘estado de lucha permanente’ por parte de la población, junto con la construcción y empuje de las alternativas al modelo agrario dominante. Y ahí, todas las que sean pensadas fuera del territorio capitalista (recuperación del verdadero cooperativismo agrario, mercados locales y humanizados, okupación de tierras, etc.), serán válidas, puesto que no olvidemos que como cualquier otro imperio, el rey capitalista, tiene sus días contados. 

3. ¿Qué más podemos aprender del Sur en nuestra lucha por la recuperación de semillas, contra los transgénicos o contra las grandes multinacionales? 
Del Sur llegan también aires feminizadores o feministas, esenciales para rehacer cualquier vida vivible. La agricultura industrial tiene vocación de dominación de la tierra, la maltrata, la envenena, y todo para ver quien llena el camión más grande. Es una agricultura donde se busca el control de las semillas, de la tierra, del agua, todo a su alrededor huele a poder. Pero así no tenemos vida ahora ni futura. Todos los seres vivos del Planeta somos interdependientes, necesitamos de la tierra y sus microorganismos, necesitamos de animales que fertilizan el campo, de lluvias que los rieguen, de personas que los cultiven, y de manos que los cocinen… Solo cuidando estas relaciones aseguramos el derecho a la alimentación. Hacia ahí hemos de caminar, visibilizando y compartiendo el trabajo de los cuidados, que bien puede empezar cuidando la tierra. La agroecología, presente en el mensaje de la Soberanía Alimentaria, tiene esa misión, desarrollar una agricultura que cuida contra una agricultura que explota. 

4. Un 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero son generadas por la agricultura y la ganadería industrial, pero parece que nos olvidamos un poco de esto frente a las emisiones de gases provenientes de la industria. ¿Por qué? 
Cuando pensamos en emisiones de gases visibilizamos chimeneas industriales humeantes, es lógico, pero el proceso de producción de alimentos también tiene muchas chimeneas en cada uno de sus eslabones. Humean los bosques quemados para ganar tierras para la agroindustria, contaminan los tubos de escape de la grandes cosechadoras o avionetas fumigadoras que recorren o sobrevuelan los monocultivos, igual ocurre con los aviones, barcos o ferrocarriles que transportan alimentos por miles y miles de kilómetros, escapan gases de cada uno de los frigoríficos o congeladores que conservan alimentos en supermercados y hogares, y hasta de ese 40% de alimentos despilfarrados y podridos emanan gases que calientan el planeta. 

5. La nueva filosofía de Mercadona es “Dignificar el trabajo del agricultor, pescador y ganadero de nuestro país”, ¿tienes contra argumentos? 
El mensaje es el adecuado, el problema es quién lo dice. Lo dice una empresa que desde su esencia capitalista sólo puede actuar pensando en sus propios beneficios, no puede pensar en otra cosa, no está en su ADN. Imposible. Pero además, si entramos en los sueños del Sr. Roig, su Presidente, veremos que sus ansias son convertir a Mercadona en el monopolio de la distribución alimentaria, a costa de los pequeños comercios de barrio y de las y los proveedores agricultores. Su táctica es la que aparece en los manuales del libre Mercado, la competitividad. Compiten para ganar, sin más. 

6. Si tuvieras delante, por ejemplo, un agricultor de cítricos de toda la vida del Sur de Tarragona quizás te diría que la agricultura ecológica es costosa, tiene poca vida y es difícil de vender, ¿cómo le convencerías de que otro modelo es posible? 
Los cambios son complicados y llenos de incertezas, nadie puede garantizar nada, así que sólo queda ofrecer información, espacios colectivos de debate, mostrar otras experiencias, analizar elementos que se alterarán en los próximos años, y de nuevo, apoyar la Soberanía de esa decisión, que se pueda tomar libremente. Moverse hacia la agroecología tiene que ser un camino personal, en nuestros interiores, y tiene que ver con hacer de nuestras vidas movimientos de transición y transformación, de un mundo a otro. 

7. Para terminar, con esperanza, cuéntanos alguna iniciativa ciudadana dirigida a concienciar a los consumidores y que esté tenido éxito. 
Un cuento, La guerra esperada (de Mucha Gente Pequeña): Las primeras que vi con las bombas, las llevaban cargadas en la mochila. Las sacaron con mucho cuidado y me las enseñaron. ─ Son pequeñas, caben en la palma de la mano ─ dijeron, y empezaron a arrojarlas una tras otra. Estábamos justo detrás de las vallas de un solar vacío y sin edificar, en un barrio humilde de la ciudad. Calculo que lanzaron como unas 20 ó 30 bombas mientras reían y se hacían fotos después de cada impacto acertado. Lo mismo estaba ocurriendo de forma sincronizada en otros barrios de la ciudad, y en muchas más ciudades de casi todas las naciones industrializadas. Los móviles les permitían estar en contacto entre cada grupo de esta guerrilla urbana. Las gentes que les descubrían, en lugar de salir huyendo a refugiarse, aplaudían, gritaban bravos y se abrazaban. Quizás por eso no se escuchaba el estruendo de la detonación. Además, en ese momento, más hombres y mujeres salían de sus casas con bombas parecidas en bolsas de plástico. Su misión, según las instrucciones consensuadas, era situarlas delicadamente sobre las jardineras y macetas que encontraran vacías. Había que depositarlas ahí, medio ocultas, sabiendo que era un buen lugar para su explosión, en el momento apropiado. Los niños y niñas de pueblos chicos o pueblos grandes como ciudades, tenían la misión más comprometida: lanzar las bombas bien lejos con sus tirachinas. Ocultos en escondrijos aptos para su edad, calculaban disparos para sabotear las tierras sin uso de los terratenientes de siempre. Disparaban y salían corriendo a toda pastilla en sus bicicletas. Sobre mi cabeza vi pasar varios globos aerostáticos que, me dijeron, dejarían caer esas granadas caseras por babor y estribor, en las zonas deforestadas y en los bosques quemados, que cada vez son más abundantes. Querían diseminar miles de bombas, dejar esas zonas “sembradas”. No supe de quien fue la idea, pero la guerra de las hortelanas y los hortelanos y sus bombas de semillas estaba en marcha. La receta de cómo fabricar esas bombas estaba grafiteada en los muros y la gente se la pasaba por debajo de las puertas o de boca en boca, no era tan difícil. Se luchaba sin agresividad y con inteligencia contra la violencia del sistema capitalista. En un mes, calcularon, los brotes verdes nacerían para hacer un mundo justo y perdurable. Nota. Cómo fabricar una bomba de semillas: tome unas 10 partes de tierra y una de arcilla; la mezcla bien y al mojarla con agua la moldea como si preparase masa de pan o pizza. Así extendida le añade semillas de huerta, diversas y autóctonas. Vuelva a amasar haciendo con la masa pequeñas bolas, como de ping pong. Se dejan secar al sol. Atención: hay que manejarlas con cuidado, pueden explotarle en su propia terraza, balcón o maceta. Fuente: canalsolidario

Ya no hay fenómenos naturales


Tras el devastador tifón que ha arrasado parte de Filipinas, llevándose por delante casas, vidas, sueños y esperanzas de miles de personas, la que se supone iba a ser una más de las muchas reuniones internacionales sobre el cambio climático se ha convertido en un foro donde se han desatado todo tipo de emociones y donde los países en vías de desarrollo han unido sus voces para pedir compensaciones a los países que más contaminan por el daño y perjuicio que están experimentando. Este es el escenario con el que se abrió la 19 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático en Varsovia, en la que se ha puesto de manifiesto, una vez más, el bajo interés de los países que más contaminan por llegar a un acuerdo que remplace al de Kioto de 1997. De hecho, de nuevo han fracasado las propuestas de reducir las emisiones de carbón a la atmósfera, lo que está llevando a muchas naciones a perder la paciencia después de décadas de diálogo infructuoso sobre el cambio climático. Los países más pobres, los que más sufren los efectos del cambio climático, cada día ejercen una presión mayor para que se aumenten los esfuerzos y que estos no se limiten solo a la reducción de las emisiones y a la adaptación al cambio. Están demandando que esos “esfuerzos” tenga en cuenta las pérdidas y daños que la mayoría de las naciones más pobres van a sufrir debido a la fragilidad de sus medios ambientes y estructuras y, sobre todo, por los pocos recursos que poseen para responder de forma adecuada a los perjuicios que el cambio climático les causa. La idea de buscar justicia por este tipo de catástrofes, que tienen una dimensión global y que afectan practicamente a todos los países del planeta, causando grandes pérdidas económicas, parece una misión imposible, sobre todo por su dimensión más política. Esto implicaría que las naciones más poderosas asumieran su culpabilidad, incluyendo a los Estado Unidos, Europa y China, entre otros. Además, estos tendrían que ser conscientes de su responsabilidad moral y cargar con los costes. Los países más poderosos juegan con la dificultad de los científicos para determinar y demostrar que el cambio climático es el culpable directo de fenómenos como el tifón Yolanda, que devastó Filipinas y que se ha convertido en la tormenta más fuerte registrada hasta ahora. Son muchos los que están presionando para crear un nuevo mecanismo que acepte, de forma efectiva, la idea de que las consecuencias del cambio climática son irreversibles y que los países que más sufren por él deben ser compensados. Justo el martes 19 de noviembre la sesión de la cumbre se centró en África con la intervención de Jakaya Mrisho Kikwete, Presidente de Tanzania y coordinador del comité de jefes de Estado y gobiernos africanos, y de Ato Haile-Mariam Dessalegne, Primer Ministro de Etiopía y Presidente de la Unión Africana, entre otros. Ese mismo día, también tuvo lugar un acto organizado por la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Cristiana Figueres, denominado Género y Cambio climático: Visión 50/50, con el objetivo de reflexionar sobre cómo avanzar hacia un futuro sostenible y facilitar una discusión sobre el papel vital de las mujeres en este campo. Y es que África y, en especial, las mujeres son las primeras víctimas del cambio climático. Cada día está más claro, a pesar de la reticencia de los países grandes, que el cambio climático está incidiendo muy directamente en el empobrecimiento de miles de hombres y mujeres en los países más pobres del planeta. Todos los esfuerzos que a nivel mundial se están realizando para reducir la pobreza se podrían ver menoscabados por este fenómeno. Esta es una de las conclusiones que se extraen del informe “La geografía de la pobreza, los desastres y el clima extremo en 2030” presentado por el Overseas and Development Institute (ODI) de Londres. Este es un estudio en el que por primera vez se cruzan las proyecciones de vulnerabilidad a la pobreza, el riesgo de desastres naturales y la capacidad de los distintos países de gestionar los mismos. Dice el estudio que hasta 325 millones de pobres extremos vivirán en los 49 países más propensos a sufrir desastres naturales en 2030. De los 11 países que presentan, según el documento, un gran número de pobres y una alta exposición a los desastres junto a una insuficiente capacidad de gestión a la hora de enfrentarlos, ocho son africanos: República Democrática del Congo, Etiopía, Kenia, Madagascar, Nigeria, Sudán del Sur, Sudán y Uganda. Los otros tres están en el sudeste asiático: Bangladesh, Nepal y Pakistán. Pero es que además, los países que aparecen a continuación en la lista y que cuentan con importantes proporciones de población pobre y un alto riesgo de experimentar fenómenos extremos como terremotos, inundaciones, sequías o tifones, son también casi todos africanos: Benín, República Centroafricana, Chad, Gambia, Guinea Bissau, Liberia, Malí o Zimbabue. En estos países los desastres naturales pueden convertirse en verdaderas catástrofes humanas cuando resultan en un enquistamiento de la pobreza existente o en una entrada en la pobreza por la desaparición de bienes y fuentes de ingreso de forma masiva, dice el informe. El riesgo de pobreza asociado a estas adversidades del clima está relacionado con la falta de acceso a redes de seguridad, tierras y trabajo, así como con el hecho de vivir en zonas rurales afectadas. Debería quedar claro que lo que llamamos fenómenos naturales, ya no son tan naturales, son consecuencia directa de la acción del ser humano. Pero los países que más contaminan no quieren reconocerlo para no tener que compensar a los que más sufren sus efectos. Prefieren invertir el dinero en ayuda después de que sucedan las catástrofes que en su prevención. Es más vistoso, da más publicidad y más fácil de sacar en los telediarios al mismo tiempo que les permite mantener su ritmo de crecimiento aunque este sea causa de la muerte de miles de hombres y mujeres en muchos países.

Chema Caballero

"El modelo de desarrollo de Filipinas ha sido poco cuidadoso a la hora de enfrentar las amenazas"


Hablamos con Francisco Rey, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Analizamos las causas que incrementan la vulnerabilidad del país ante fenómenos hidrometeorológicos, la primera respuesta humanitaria ante la emergencia y el rol de la cooperación al desarrollo.
>> ¿Puede detectar algunas causas que expliquen por qué cada año Filipinas se ve golpeada por desastres naturales?
Por su ubicación geográfica, Filipinas es más susceptible a este tipo de fenómenos. Crónicamente todos los años se dan tifones, huracanes y tornados de una cierta magnitud, esto es una amenaza. Pero lo que provoca este tipo de desastres no es sólo la amenaza - el evento natural -, que en este caso ha sido de gran magnitud, sino también el grado de vulnerabilidad que tiene Filipinas frente a este tipo de fenómenos.

>> ¿Tienen algo qué ver las políticas de ajuste estructural dictadas por el FMI con la vulnerabilidad de Filipinas ante los fenómenos meteorológicos?
Los modelos de desarrollo que se han adoptado en la región, - incluso el propio desarrollo urbanístico, la manera de poblar el territorio, etc. - han sido muy poco cuidadosos a la hora de enfrentar las amenazas y esto ha aumentado mucho la vulnerabilidad del país. En las imágenes que se publican hoy en los medios hemos visto zonas costeras muy afectadas, pero se había construido y había asentamientos humanos donde no debería, lo mismo que pasó con el tsunami. En estos casos hablamos de desastre como fruto de la interacción de una amenaza de carácter más o menos natural que se ha agravado por el cambio climático y por la vulnerabilidad fruto de unas políticas de ajuste.

>> ¿Qué diría a aquellas personas o instituciones que consideran que no merece la pena ayudar porque hay gobiernos corruptos en estos países?
Gran parte de la asistencia humanitaria de emergencia no está canalizada por los gobiernos locales. La asistencia que estamos enviando estos días para Filipinas desde España y otros países está siendo canalizada por ONG, entidades locales, iglesias… es decir, otros actores. En cualquier caso, la asistencia humanitaria siempre es cuidadosa y cuando se canaliza por las instancias gubernamentales trata de establecer ciertos mecanismos de control para evitar que la corrupción, que en el pasado ha existido, se vuelva a producir. Pero, ¿qué pasa si no se incorpora a los gobiernos? Entonces nos encontramos casos como los de Haití, donde el país se convierte en una república de las ONG, no se ayuda a fortalecer la parte no corrupta y se pueden duplicar mecanismos de ayuda que a la larga pueden ser perjudiciales. Por tanto, hay que canalizar ayuda por instituciones que no sólo sean las gubernamentales, pero también hay que implicar a los gobiernos marcando unas condiciones.

>> ¿Cómo está afectando el cambio climático a la incidencia y magnitud de los desastres naturales en la zona?
Aunque siempre hay discusión en este tema, las propias Naciones Unidas han manifestado en un informe reciente sobre cambio climático que hay una relación directa. Es decir, el cambio climático está haciendo que la amenaza de tifones, huracanes u otro tipo de desastres hidrometeorológicos se haya agravado, tanto de los huracanes clásicos en el Caribe como del Sureste asiático.

>> ¿Hay verdadera voluntad política de la comunidad internacional para luchar contra estos fenómenos?
Es una voluntad política un poco episódica. Y es muy curioso porque, por ejemplo, el tsunami de 2004 ocurrió en diciembre, y en esa fecha se celebraba una conferencia en Japón sobre el riesgo de desastres que estaba teniendo poca atención mediático. Fue precisamente el fenómeno meteorológico el que hizo que se aprobara el Marco de Acción de Hyogo para la Reducción de los Desastres.

Yo creo que lo que algo parecido puede ocurrir en la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático que se está celebrando estos días, quizás el desastre de Filipinas hará que se firme algún tratado. Pero lo que suele suceder es que al cabo de un tiempo, si no hay otro desastre de gran magnitud, la comunidad internacional se olvida del tema. Por ejemplo, los datos del cumplimiento del Marco de Acción de Hyogo firmado por 168 países en 2004 no son suficientemente positivos, y aunque en un primer momento si sirvió para poner una red de alerta temprana contra tsunamis en el océano indico, después muchos países se han ido quitando del Marco de Acción de Hyogo y no han tomado medidas de lucha contra esos fenómenos.
>> ¿Qué rol tiene la cooperación internacional para la prevención y para mitigar los efectos de los desastres naturales?
La cooperación internacional al desarrollo es muy importante, pero hasta la fecha ha incorporado poco la reducción de riesgos y los aspectos preventivos (planes de contingencia, preparativos, etc.) y luego es muy reactiva cuando se producen los desastres. Un porcentaje muy bajo de la cooperación española se dedica a la prevención, en 2012 sólo entre el 5 y el 6% del total de fondos.

Filipinas en teoría es un país prioritario para la cooperación española, el único en Asia, y sin embargo la respuesta de nuestro país en términos de financiación está siendo muy baja. Si se quiere recurrir a la retórica de que España tiene una relación privilegiada con Filipinas (fue colonia española durante mucho tiempo) el Gobierno debería aprobar algún crédito extraordinario para esta emergencia, y más ahora que se están preparando los presupuestos para 2014. Otros países van muy por delante de España en temas de ayudas económicas. Por ejemplo, Reino Unido donará 10 millones de euros, mientras que la cifra que se maneja en España por el momento no llega ni a la décima parte de esto.
Además, en Filipinas hay una presencia de ONG españolas bastante importante, por laces históricos; hay algunas muy potentes pero también muchas de tamaño mediano y pequeño que ya están trabajando de la mano de entidades locales o confesiones religiosas y que tienen implantación en las zonas más afectadas.
>> ¿Y cómo valoras el despliegue humanitario de estos días?
Es un despliegue bastante normal, una crisis de esta magnitud pone en evidencia la falta de recursos de los países afectados y la capacidad de rápida respuesta de la comunidad internacional, pero no es nada nuevo. El gobierno filipino se ha visto desbordado por el desastre y la comunidad internacional está actuando pero con una cierta descoordinación. Muchos Estados quieren intervenir (por ejemplo, USA enviará militares) y la ONU a través de la OCHA está intentando hacer un papel de coordinación.

Por otra parte, cabe destacar que la cooperación española se ha tratado de ordenar bastante bien, tanto por parte de las ONG como de la AECID, aunque la pobreza de recursos está condicionando totalmente la operación. La AECID ha enviado dos aviones junto con Acción Contra el Hambre y Cruz Roja, pero un desastre de esta magnitud requiere más financiación de la que la AECID tiene prevista de aquí a finales de año.
Se debe fortalecer les entidades locales, tanto las gubernamentales como no gubernamentales (confesiones religiosas que trabajan con los afectados, Cruz Roja…) porque son los primeros que han reaccionado ante la catástrofe. También es comprensible que estos primeros días, si no hay recursos públicos, se recurra a las fuerzas armadas para las tareas de rescate, escombro… En principio en las zonas afectadas esto no plantea ningún problema, pero hay otras zonas de Filipinas que están militarizadas y que viven con conflicto armado y la presencia de militares allí si podría complicar la situación. Fuente: www.canalsolidario.org


El supertifón Haiyan deja más de 10.000 muertos en Filipinas


'Haiyan', el tifón más potente del año, ha dejado un reguero de desolación a su paso por la región central de Filipinas, donde las autoridades locales estiman que han muerto más de 10.000 personas. El tifón, bautizado con el nombre de 'Yolanda' por las autoridades filipinas, ha destruido entre el 70 y el 80% de la población de Tacloban, capital de la provincia de Leyte, con una población de 220.000 personas, ha indicado a los medios el jefe de la Policía regional, Elmer Soria. "Según las estimaciones de la gobernación provincial, habrá unas 10.000 víctimas mortales" solo en la isla de Leyte, ha declarado Soria. "La devastación aquí es absoluta", ha dicho el ministro de Interior, Manuel Roxas, tras llegar a Tacloban, la población más castigada por el fenómeno meteorológico, a unos 580 kilómetros al suroeste de Manila. Además de las muertes provocadas por la caída de objetos a raíz del fuerte viento, con rachas superiores a los 300 kilómetros por hora, una repentina subida de la marea y el fuerte oleaje, similar a un tsunami, parece haber sido la causante de la mayoría de decesos. "El agua era tan alta como un cocotero (...) mientras éramos arrastrados por el agua, vi entre los escombros a mucha gente levantando sus manos y gritando por ayuda", ha señalado al diario 'Inquirer' uno de los supervivientes de la tragedia. Una espesa capa de barro, coches arrastrados por el agua, árboles derribados y escombros de casas y edificios destruidos son una constante en las imágenes que la televisión filipina proporciona sobre la situación de la ciudad, en las que se pueden apreciar cientos de cadáveres tendidos en las calles. "No hay electricidad, no hay agua potable, ni comida, nada. La gente está desesperada", ha declarado el ministro filipino de Defensa, Voltaire Gazmin, tras comentar que el presidente del país, Benigno Aquino, se quedó "sin palabras" al conocer el alcance de la tragedia. Los medios locales informan de "saqueos" generalizados en toda la ciudad, previo a la llegada de la asistencia humanitaria y los militares a la zona. "La situación en Tacloban es caótica ahora (...) Ya está todo saqueado, incluso la gente ha destrozado los cajeros bancarios para sacar el dinero", ha manifestado Roger Mercado, gobernador de la provincia del Sur de Leyte, al canal Manila Televisión. 

Dificultad para contabilizar los cadáveres 

En la isla de Samar, colindante con Leyte y por donde entró el pasado viernes el tifón, un miembro del consejo para gestión de desastres local ha dicho en la emisora de radio DZBB que al menos hay 300 cadáveres y unos 2.000 desaparecidos en esta región. La Cruz Roja filipina estimó ayer que el número de fallecidos rondaría los 1.200, mientras la últimas cifras del informe del Consejo para la Gestión y Reducción de Desastres filipino habla de 151 muertos. Reynaldo Balido, portavoz del organismo gubernamental, indicó que se espera que las cifras de víctimas aumenten en las próximas horas cuando comiencen a llegar los informes de las zonas devastadas. Unos 4,5 millones de personas de 36 provincias de Filipinas se han visto afectadas por 'Haiyan', de las que unas 330.000 se encuentran en los centros de evacuados, señala la agencia filipina. El ministro de Interior ha admitido las dificultades que están teniendo las autoridades para contabilizar los cadáveres y los daños producidos después de que numerosas líneas de comunicación hayan terminado destrozadas. Unos trabajos de reparación que tomarán al menos un par de días. Antes de la llegada de este último tifón a Filipinas, el vigesimocuarto del año, los meteorólogos habían advertido que podría tener un efecto devastador mayor que el tifón Bopha, que en 2012 dejó cerca de un millar de muertos. Tras arrasar el centro y sur de Filipinas, 'Haiyan' se encuentra en el Mar del Sur de China en dirección a Vietnam, donde está previsto llegue mañana, mientras que las autoridades locales ya han iniciado la evacuación de unas 600.000 personas. Fuente: www.hoy.es 

Los diez lugares más contaminados del planeta


Se ha presentado una lista de los diez lugares más contaminados del mundo, que a su vez se encuentran repartidos en ocho países. Estos lugares tienen fuentes tóxicas a las que las personas están directamente expuestas. La lucha contra la contaminación medioambiental en países en vías de desarrollo puede mejorar considerablemente la salud de las personas e incluso salvar vidas, especialmente de niños.
Las consecuencias que la contaminación medioambiental tienen sobre la salud pueden equipararse a algunas de las enfermedades más peligrosas y amenazan la vida de millones de personas. La Organización Mundial de la Salud estima que en los países en vías de desarrollo el 20% de las muertes se deben directamente a causas medioambientales.  Además se cree que una quinta parte de los cánceres en todo el mundo son achacables a la contaminación. Este sorprendentemente alto porcentaje es incluso superior en los países en vías de desarrollo. En todo el mundo, la contaminación medioambiental afecta a la salud de aproximadamente 200 millones de personas.
La organización ecologista Green Cross de Suiza en colaboración con el Instituto Blacksmith de EE.UU., ha presentado una lista de los diez lugares más contaminados del mundo, que a su vez se encuentran repartidos en ocho países. Estos lugares tienen fuentes tóxicas a las que las personas están directamente expuestas. El saneamiento conseguido en lugares contaminados presentes en la lista de 2007 demuestra que la lucha contra la contaminación medioambiental en países en vías de desarrollo puede mejorar considerablemente la salud de las personas e incluso salvar vidas, especialmente de niños.
El informe de este año incluye una nueva lista de la cual, gracias a acreditadas soluciones de saneamiento (véase el Informe sobre Contaminación Medioambiental 2009: Las diez mejores soluciones de saneamiento), se han eliminado los lugares que aparecían en los años 2006 y 2007 y se han añadido los nuevos lugares según la cada vez mayor base de datos del Programa de Identificación de Sitios Contaminados (PISCO).
La lista está ordenada alfabéticamente por países, ya que dada la variedad de magnitudes, población y tipo de contaminación, una lista ordenada por otro criterio no sería realista ni factible:
  •  Matanza-Riachuelo, Argentina (compuestos orgánicos volátiles, en especial tolueno)
  •  Hazaribagh, Bangladesh (cromo)
  •  Agbogbloshie Dumpsite, Ghana (plomo, cadmio, mercurio)
  •  Citarum River, Indonesia (productos químicos, tales como el plomo, el cadmio, el cromo y pesticidas)
  •  KJalimantan, Indonesia (cadmio, mercurio)
  •  Niger River Delta, Nigeria (petróleo)
  •  Dzershinsk, Rusia (sustancias químicas, incluyendo gas sarín, plomo y fenoles, así como subproductos tóxicos)
  •  Norilsk, Rusia (metales pesados)
  •  Chernobyl, Ucrania (radionucleidos)
  •  Kabwe, Zambia (plomo)
Criterios de la lista 2013
La selección de los diez lugares contaminados más peligrosos se realiza según varios criterios importantes. En primer lugar, en la lista de este año aparecen de nuevo los lugares que aparecían en la lista de 2006 y 2007 en los que no se ha conseguido ningún progreso en saneamiento medioambiental a pesar de los enormes esfuerzos realizados, que no darán sus frutos hasta los próximos años. Estos son Dzershinsk y Norilsk en Rusia y Chernobyl en Ucrania. El resto de los lugares se seleccionaron mediante el Programa de Identificación de Sitios Contaminados, la base de datos confeccionada por el Instituto Blacksmith en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (UNIDO, por sus siglas en inglés) y en parte con la financiación de la Comisión Europea, el Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Mundial.
Se ha dado prioridad a los lugares con sustancias tóxicas que perjudican a las personas debido a su inhalación directa, su ingesta a través de los alimentos o por contacto con la piel. Estas son el plomo, el cadmio, el cromo, el petróleo, los pesticidas, los fenoles, el mercurio, los radionucléidos y los compuestos orgánicos volátiles. En segundo lugar se han considerado aquellos lugares en los que las fuentes contaminantes afectan a una gran parte de la población. Y finalmente se ha valorado la sustancia tóxica mediante la comprobación de datos sobre su toxicidad, carcinogenicidad y potenciales riesgos para la salud. También ha tenido en cuenta la información obtenida de las listas de sustancias contaminantes más peligrosas de la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense, el Banco Mundial y varias organizaciones sin ánimo de lucro y no gubernamentales.
Los informes anuales sobre contaminación medioambiental llevan desde el año 2007 contribuyendo de forma fundamental a que la opinión pública comprenda las consecuencias que tiene las fuentes de contaminación sobre la salud, y en algunos casos incluso han obligado a llevar a cabo trabajos de saneamiento. En informes anteriores se abordaron las amenazas tóxicas más importantes y las fuentes de contaminación medioambiental más peligrosas. Y el informe sobre Contaminación Medioambiental de 2012 demostró que las consecuencias que tienen las sustancias tóxicas industriales sobre la salud equivalen aproximadamente a las que suponen las tres grandes enfermedades infecciosas a nivel mundial (SIDA, tuberculosis y malaria).

UPM y el viejo negocio de cambiar oro por baratijas


Tirando a la baja, para no generar alarma pública, digamos que la planta de Fray Bentos brinda a UPM 413 millones de dólares anuales de ganancia. De todas las plantas que UPM tiene en el mundo, la “nuestra” es la de mayor rentabilidad. Cada trabajador del resto del mundo le genera una ganancia de 27.400 US$ anuales, y cada trabajador en Uruguay le genera 983.000 US$ anuales. UPM contrata 533 trabajadores en nuestro país, de los cuales menos de 180 son uruguayos (porteros, guardianes, limpiadores). Fuente: redfilosoficadeluruguay.wordpress.com 

25 millones de toneladas de basura del tsunami japonés llegarán a EEUU

Los escombros, unos 25 millones toneladas, viajan a la deriva. Se espera que lleguen durante los próximos dos años. Los desperdicios incluyen hogares destruidos, buques de pesca e incluso restos humanos.

Los restos del devastador terremoto de Japón y luego el tsunami que se produjo el 11 de marzo de 2011, llegarán a las costas de California. Se trata de 25 millones de toneladas de escombros que quedaron tras el terremoto de 9 grados que se produjo en ese país.

La avalancha de escombros ha estado a la deriva durante casi un año y se ha dirigido a las costas de América del Norte.

Esta basura flotante, que incluye hogares destruidos, buques de pesa e incluso restos humanos de las zonas de Sendai, se muestra en una proyección computarizada diseñada por investigadores de la Universidad de Hawai en Manoa, que dicen que en el 2014 los restos se extenderán desde Alaska a México.

Las proyecciones realizadas en enero por dos científicos muestran un camino destructivo que cubre más de 4.500 millas de corrientes del Océano Pacífico, empujado por el viento y el agua para llegar a las playas. Un flotador del tamaño de un tambor de 55 galones, se encontró en Washington en diciembre, y otro fue descubierto en Vancouver en Canadá. Pero se espera lleguen muchos más.

Según el informe, el año que viene en las islas hawaianas del noroeste se van a ver los escombros, en tanto que en EEUU llegará a la costa oeste, llegará a California, la Columbia británica, Alaska y Baja California.

Lean la información completa.

Manual de Lucha Contra la Contaminación por Hidrocarburos

EDITORIAL: UNIVERSIDAD CÁDIZ



AUTOR: JOSÉ MARÍA SILOS RODRIGUEZ

VALOR:

DISPONIBILIDAD: INMEDIATA



En este manual se recoge un protocolo de actuación ante una situación derrame de hidrocarburos en el mar. Asimismo, presenta una completa recopilación bibliográfica sobre el tema. Por ello, está orientado a los estudiantes de las Facultades de Ciencias Náuticas, Ciencias del Mar y Ambientales y a todos aquellos profesionales que ejercen responsabilidades en las operaciones de lucha y limpieza de los derrames de hidrocarburos. Cuando se produce en la mar un derrame de hidrocarburo, la planificación previa, la evaluación de la situación y la rapidez de la respuesta constituyen los elementos claves de una actuación eficaz. En este manual, además de las investigaciones propias, se ha recogido y sistematizado de una forma sencilla y útil la abundante bibliografía existente sobre el tema y que se encuentra dispersa en numerosas publicaciones, sobre todo en lengua inglesa y que son costosas y de difícil adquisición. Se pretende con ello contar con una ayuda de primera mano que sirva como guía para poder desarrollar estos tres elementos claves que constituyen el abecedario de la lucha contra la contaminación por hidrocarburos. Por ello está orientado a los estudiantes de las Facultades de Ciencias Náuticas, Ciencias del Mar y Ambientales, y a todos aquellos profesionales que ejercen responsabilidades en las operaciones de lucha y limpieza de los derrames de hidrocarburos. Con una base teórica imprescindible se desarrollan de forma sencilla, con tablas y cuadros, todas las etapas de esta difícil misión, desde la evaluación de la situación a los planes de contingencia, medios de lucha, actuaciones en la costa, y demás aspectos de este tema inagotable y en continuo desarrollo.