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La “puta de los nazis”, Leni Riefensthal


“Sólo razones de mucho peso podrían hacer que Hitler se decidiese por la guerra”, justifica Leni Riefenstahl (1902-2003) en sus memorias, que ahora publica Lumen. “Los repetidos esfuerzos del gobierno alemán para llegar a un acuerdo con Polonia fueron infructuosos”, excusa al Führer que, en palabras de la fotógrafa y cineasta, quería “únicamente” una comunicación por tierra con Prusia oriental y reincorporar Gdansk al Reich alemán. “Creía que finalizaría en breve tiempo”, disculpa a Hitler en su movimiento. La primera página del capítulo dedicado a sus años bélicos no tiene desperdicio.   

Nada más conocer la invasión reflexionó sobre el modo “en que podía ser útil”. No pensó cuántas personas iban a morir por la irrupción de las tropas nazis en el país vecino o la legitimidad de la decisión. Una vez abandona la idea de convertirse en enfermera, decide seguir su camino propagandista que tantos beneficios le ha dado con películas El triunfo de la voluntad (1934), Día de libertad. Nuestras fuerzas armadas (1935) y Olympia (1938), y organiza un grupo de reporteros de guerra, redacta un informe sobre lo que pretendían hacer ella y sus chicos a favor de la guerra y acudió a la Cancillería del Reich “con la esperanza de poder entregar la lista y el informe a uno de los oficiales de Hitler vinculados al ejército”.

En 24 horas la Wehrmacht le aprobaba el plan y le mandaba unos uniformes de color gris azulado. Les enseñaron a andar por el Grunewald con máscara antigás y pistola. Ya estaban preparados. La guerra era poco menos que un accidentepara una de las personalidades más controvertidas del siglo XX, que en 1987 decidió poner por escrito su versión de los hechos, y confirmar despejando cualquier tipo de duda –aunque no fuera su intención- su posición en la historia del acontecimiento más sangrientodel siglo XX. Lo mejor que se puede decir de este repaso autobiográfico es que, aun con los arreglos y maquillajes que cabe esperar, no cuestionó su admiración, entrega y devoción por Hitler.

A pie de guerra

Recuerda su primera posición en una pequeña población polaca cercana a Konskie, donde a los ojos de Riefensthal “reinaba una gran animación”. Se refiere a soldados, motos y camiones de aquí para allá, ocupando las calles, tropas, el jaleo prebélico. Animadísimo. Al amanecer unas balas atraviesan la lona de su tienda: “No había imaginado que fuera tan peligroso”. Está en el frente de una guerra que, de momento, no ha crecido a escala mundial y se sorprende por lo comprometido del asunto. Quizás pensó que viajaba al mayor set de rodaje en vivo que jamás tuvo.
Para la cineasta los soldados alemanes son justos e indulgentes, no como la sanguinaria población polaca que acabó con la vida de las milicias que llegaban a su país para invadirlo. Cuenta cómo los nazis abatieron a varias decenas de civiles: “Más de treinta polacos cayeron víctimas de aquel absurdo y desenfrenado tiroteo. Cuatro soldados alemanes resultaron heridos”, vamos que creyó la explicación de un asesinato colectivo desencadenado por una tontada.
Leni no se esfuerza por humanizar al fanático. Es una octogenaria ante su memoria y no le cabe ninguna duda de que Hitler es un ser digno de idolatría. Su natural voluntad por encontrarle una coartada tras otra al Führer llega al ridículo sumo cuando pone voz al líder nazi, con cuarenta años de retraso: “Es ya la tercera vez que pedimos al gobierno polaco que entregue Varsovia sin lucha. Mientras haya mujeres y niños en la ciudad, no quiero que se dispare. Quiero que se haga una vez más una oferta de capitulación y que se intente convencerles de lo absurdo de su negativa. Es una locura disparar contra mujeres y niños” -oh, protector de los indefensos polacos recién asaltados- “Eso dijo Hitler. Si lo hubiera sabido por una tercera persona, no me lo habría creído. Pero escribo la verdad”.

La verdad y la mentira pasa tan indefinida por estas páginas como la ingenuidad y el cinismo. ¿A cuál de todas esas Leniscreer? Sea como sea, su actitud es tan irracional que no puede ser entendida más que como una postura que trata de hacer pasar a la mentira por otra cosa. Asegura que en Berlín, a pesar de la guerra, la industria cinematográfica seguía produciendo películas como si nada pasara. Bueno, en realidad, algo había cambiado: “A Goebbels le interesaban sobre todo los temas patrióticos y divertimentos de toda clase, para por una parte orientar a los espectadores hacia el objetivo de la guerra, y por otra distraerles de sus preocupaciones”. La relación entre el ministro de Propaganda nazi y la cineasta fue muy tensa, gracias a ello sus reflexiones sobre la figura del siniestro personaje tienen un calibre más certero que cuando se refiere a otros personajes como Speer o el propio Hitler. De todas maneras, volviendo a la cita, para Riefensthal la censura de alguien que determina el pensamiento de una nación, en pleno exterminio, es una manera cualquiera de hacer cine.   

Encuentros con Dios

Si algo aclaran estas memorias es que la controversia sobre su personalidad está infundada: es exactamente lo que aparenta, el brazo armado de la propaganda nazi. Se derrite al recordar los encuentros que mantiene con Hitler, como cuando éste fue a visitar a Leni durante una convalecencia y le invitó a que, una vez terminada la guerra, escribieran juntos guiones de cine. Era un momento dulce en la carrera bélica del Führer, el mundo estaba a sus pies y tendía puentes a la esperanza… “Cuando todo acabe”. Le habló largo y tendido, dice, de cuán importantes eran las buenas películas. La mayor preocupación de Hitler en los primeros años de conflicto era hacer buen cine. “Si las películas se hicieran de forma genial, podrían cambiar el mundo”, dijo Hitler, el hombre que prefirió hacerlo enterrando a Europa en el horror de la barbarie.   
En esa primera charla sobre cine, el caudillo esgrime una idea que le garantizaría la inmortalidad fílmica: “Imagino una cinta de un finísimo metal, que resultara inalterable con el paso del tiempo y a las influencias de la intemperie, y que durara siglos. ¡Figúrese usted si dentro de mil años la gente pudiera ver lo que ahora estamos viviendo!”, su obra, su tesoro, su inmortalidad. Hablaba en aquel encuentro como si la guerra hubiera terminado a su favor, como si vivieran en paz, como quien cuenta un chiste macabro.

En su último encuentro, el 30 de marzo de 1944, un año antes de la muerte de Hitler, un Mercedes negro recogió a Leni y a su pareja Peter Jacob, el primer teniente de la infantería de montaña, “soldado activo de la división de cien mil hombres y desde el primer día de la guerra en el frente”. Merece detenerse, un momento, en este personaje al que conoció durante su rodaje de Tierras bajas, para extraer el momento tórrido de las casi mil páginas del volumen: “Entonces llamaron a la puerta. A mi pregunta de quién era, no recibí respuesta. Llamaron más fuerte, y nadie respondió. Entonces golpearon la puerta violentamente. Indignada, la entreabrí. Peter Jacob estaba ante la puerta; introdujo la bota por el resquicio, entró a la fuerza, cerró la puerta con llave por dentro y, tras una fiera resistencia, logró su propósito. Yo no había conocido jamás una pasión como aquella, y nunca había sido amada de tal modo. La experiencia fue tan profunda, que cambió mi vida. Era el comienzo de un gran amor”.
Juntos ante Hitler, finales de marzo de 1944, comprueban que aquella magna figura perdía fuelle, se escurría por su uniforme, su figura contraída y el temblor de una mano. “Desde la última vez que nos habíamos visto, Hitler había envejecido. Pero a pesar de ello seguía irradiando el mismo magnetismo de siempre. Me di cuenta de que los hombres y las mujeres que lo rodeaban obedecían sus órdenes a ciegas”. ¿Por qué sería?

El escollo británico

Él habló sin parar durante una hora, sin interesarse por nada y por nadie más que por sí mismo. Sólo le preocupaban tres temas. Uno, la reconstrucción de Alemania después del final de la guerra. “Alemania –dijo Hitler- resurgirá de las ruinas más bella que nunca”. Dos, Mussolini, el único italiano excepcional, que arrastraba la maldición de su pueblo. “La entrada de Italia en la guerra fue para nosotros una carga”. Y tres, Reino Unido, su gran dolor. Dice Leni que algunos de sus generales creían que su predilección por los británicos era tan grande que aplazó con todo tipo de pretextos la invasión de la isla y el final renunció a ello.

“La idea de destruir Gran Bretaña por completo le habría resultado insoportable. Su sueño político de construir con Gran Bretaña un mundo que se ajustara a sus propias concepciones contra el comunismo se vino abajo”…. Entonces Hitler se puso a temblar y a vibrar de rabia, apretó los puños y gritó: “¡Tan cierto como que estoy yo aquí, jamás volverá un británico a hollar con sus pies suelo alemán!”.
Asegura que para entonces sus sentimientos hacia Hitler se habían enfriado, porque le parecía “terrible” que “no buscase ningún medio para poner fin a aquella guerra asesina y sin esperanza”.
La única referencia al Holocausto que hace Leni Riefenstahl aparece cuando el otoño de 1942, al llegar de los montes Dolomitas vio en Munich, “por primera vez”, que los judíos “llevaban una estrella de David amarilla cosida en la ropa”. Explica que sintió “indignación y vergüenza”. Cuesta más creer cuando, además, declara que no supo hasta después de la guerra que les conducían a campos de concentración para ser exterminados. Difícil de creer en alguien tan cercano a la cúpula nazi, que viajaba por los montes de Europa central y llegó a España en 1943 buscando localizaciones para su película -siempre su película, por encima de todo, su película.
Cuesta tanto creer en su palabra hoy y entonces. Al día siguiente de la muerte de Hitler ella no tiene lugar en el que alojarse, busca la puerta de sus amigos y familiares, que le muestran que no están dispuestos ni a perdonar ni a olvidar: “¿Creíste que te ayudaríamos? ¡Puta de los nazis!”. 


Los hijos de los nazis

Martin Bormann, Jr. (1930 - Presente) Hijo

Sus padres fueron asesinos y murieron presos, condenados a la horca o se suicidaron. En un nuevo libro, unos hijos dicen que los admiran, otros que los repudian y algunos los culpan, pero igual los quieren.

Con cuarenta años de diferencia, dos periodistas se preguntan cuál es el peso de ser hijo o hija de un dirigente nazi. Norbert y Stephen Lebert publican un trabajo, Tú llevas mi nombre (Planeta), sobre una serie de entrevistas efectuadas antes de 1959 y en el 2000 a Martin Bormann, Gudrun Himmler, Karl-Otto Saur, Wolf-Rüdiger Hess, Edda Göring, Niklas Frank y Klaus von Schirak, todos descendientes de responsables del III Reich y el Holocausto. 



Algunos de sus progenitores, como Göring o Himmler, se suicidaron con una cápsula de cianuro potásico. Otros, como Hans Frank, el gobernador general de Polonia y responsable de millones de muertes, murieron ahorcados. Rudolph Hess murió muy anciano, como único y último preso en la cárcel de Spandau. Martin Bormann murió al acabar la guerra. Karl-Otto Saur, líder del Partido Nazi, toda su vida fue considerado un traidor por haber delatado en Nuremberg las relaciones de la industria alemana con Hitler. 



El periodista Norbert Lebert publicó en 1959 un extenso trabajo sobre los hijos de los nazis en la revista Weltbild. Cuarenta años más tarde, en 1999, su hijo Stephen, también periodista, descubrió el manuscrito de su padre que había servido de base al trabajo publicado y decidió seguir el mismo camino.



Entre los hijos, hay quienes, como Edda Göring o Gudrun Himmler, guardan una memoria rayana en lo sagrado de sus progenitores. En el caso de la hija de Himmler, el jefe nacional de las SS, es el alma de una organización, Ayuda Silenciosa, que desde su sede de Munich ampara a los viejos nazis. Edda Göring, ahijada de Hitler, en 1958 viajó a la España de Franco y fue recibida por las más altas autoridades.



Otros, como el hijo de Rudolph Hess, mantuvo con su padre, preso en Spandau, una larga relación con 102 visitas. Wolf-Rüdiger Hess, ingeniero, objetor de conciencia y negacionista, se sigue preguntando aún ahora por qué dejaron morir a su anciano padre y sostiene que fue asesinado. W.R. Hess vive para suavizar la figura de su padre, del que publicó una biografía titulada No me arrepiento de nada.



Niklas Frank es periodista en



Stern y admite, sin matices, que su padre, gobernador nazi de Polonia, fue un asesino. En una célebre serie publicada en aquella revista, a mediados de los ochenta, contaba que el día que ahorcaron a su padre, al que llamaba cobarde, corrupto, ansioso de poder, cruel, inestable y asesino, "el hombre que hizo posible Auschwitz", se había masturbado sobre una foto de aquél. 



Niklas Frank recordaba en estos artículos que de pequeño viajó a visitar a su padre a un campo de concentración, donde un soldado lo levantó en volandas ante una casa para que echara un ojo por la mirilla. Le dijo: "Ahí dentro hay una bruja muy mala". Recordaba Frank que había una mujer en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, la mirada cabizbaja. El se echó a llorar y el soldado le dijo: "No temas, pronto estará muerta". "Esas imágenes de mierda son las que llevo dentro", escribía, y añadía que por las noches aún sueña con pilas de cadáveres.



Martin Bormann es el hijo del que fue lugarteniente de Hitler. Hoy dedica su tiempo a la investigación de su padre, al que ama pero no exculpa. "Su firma estaba al pie de demasiados documentos y órdenes importantes. Hoy se puede decir con seguridad que mi padre lo sabía todo", dice. Pero junto a esta aceptación, Martin Bormann hijo lleva siempre en su bolsillo una amarillenta postal que le mandó su padre en 1943 donde lo llamaba "hijo de mi corazón". "Entienda usted que ésa es la imagen que yo tengo como hijo y no me la pueden quitar". 

Visto de uniforme en 1939, Martin fue un ahijado de Adolfo. Él ha pasado gran parte de su vida arrepintiéndose de acciones terribles de su padre, convirtiéndose en un sacerdote católico para servir como misionero en el Congo Belga. Él también se ha unido con grupos judíos para hacer una peregrinación a Auschwitz y viajó a Israel para cumplir con los sobrevivientes del Holocausto. Dice que cuando se enteró de 1946 la condena de su padre, que estaba "completamente destruido" y que "no se puede negar lo que hizo mi padre." 

El hijo menor de Adolf Eichmann, sólo tenía cinco años cuando los israelíes le arrebataron a su padre, cuando regresaba a su casa en Buenos Aires. Ahora, profesor de arqueología de Oriente Medio, ha condenado a su padre en los términos más enérgicos: "No estoy de acuerdo con la pena capital, pero dada la naturaleza de sus crímenes no tengo ningún problema con su ejecución." Fuente: edantclarin

Amon Göth


Amon Leopold Göth, a veces escrito Goeth, (Viena, 11 de diciembre de 1908 – Cracovia, 13 de septiembre de 1946) fue capitán de las SS, durante la Segunda Guerra Mundial y comandante del campo de prisioneros de Plaszow en Polonia. 

Su trayectoria en el partido nazi

A la edad de 18 años se afilió a varios grupos paramilitares nacionalistas en Austria. En 1930, con sólo 22 años, se une a las SS austríacas. En el clima de violencia que los nazis siembran en Austria para imponer la ideología nazi, Göth participa en atentados con explosivos. Debido a esto tiene que escapar a Alemania por un tiempo. Amon Göth destaca como modelo de cumplimiento de las políticas raciales del régimen. Posteriormente, en 1942, participa en varias redadas y persecuciones a judíos en Polonia, adscrito al grupo de las SS "Aktion Reinhard". 

Comandante de campo de Plaszow-Cracovia

El 11 de febrero de 1943 se le asigna por sus méritos la construcción y comandancia del campo de prisioneros de Plaszow-Cracovia, destinado a los trabajos forzados y a la preselección para conducir prisioneros a los campos de exterminio de Auschwitz, Treblinka y Sobibor. Amon Göth impuso el dominio por el terror sobre los prisioneros en dicho campo, ejecutando sin mayores preámbulos a decenas de judíos. Göth, que medía 1,92 m de alto y pesaba unos 120 Kg, recibió el apodo de “Verdugo de Plaszow” (Schlächter von Plaszow), por su afición a disparar con un rifle de francotirador contra los prisioneros, sin importar si eran niños, mujeres o ancianos. Después del asesinato de una persona, exigía la ficha del asesinado. Asimismo, ejecutaba a sus familiares bajo el argumento de que no quería “gente insatisfecha” en su campo de concentración. Golpeaba hasta morir a mujeres judías porque las consideraba "carroñas incorregibles". Göth realizó ejecuciones al azar entre los prisioneros por causa de la más mínima infracción de la ley interna. Se hizo con un séquito de personal esclavo para atender sus necesidades domésticas. Realizó tratos comerciales y pecuniarios con Oskar Schindler para abastecer una fábrica de utensilios de cocina con mano de obra esclava. Estos acuerdos con el comerciante alemán cambiaron el destino de unos 1.200 judíos. La práctica al parecer era habitual por parte de algunos comerciantes alemanes que estaban obligados a buscar mano de obra barata. El 13 de septiembre de 1943 se le dio la orden de cerrar el campo de trabajo; para entonces había liquidado unos 8.000 prisioneros en diversas ejecuciones y matanzas. Los remanentes fueron enviados a Auschwitz. Igualmente se le asignó cerrar el gueto de Tarnów, enviando a los supervivientes a Auschwitz. Posteriormente cerró el campo de trabajo de Szebnie, causando la muerte de un indeterminado número de niños y adultos. En 1944 fue arrestado por las mismas SS acusado de enriquecerse realizando mercado negro entre los campos de concentración y se le envió a un batallón de castigo sanitario de las SS en Bad Tölz. 

Captura, juicio y fin

El juicio se celebró en 1946 a cargo del Tribunal Supremo Nacional de Polonia, reconocido por los aliados. El juicio duró desde agosto a septiembre de 1946 y Goeth se mostró impasible ante los cargos que se le formulaban, aduciendo haber recibido órdenes de sus superiores. Se le acusó de la muerte directa de unos 10.000 judíos polacos. Goeth fue condenado a morir en la horca después de haber solicitado en vano misericordia al Presidente del Concilio Nacional de Polonia. Amon Göth fue ejecutado por la horca en las mismas instalaciones de Plaszow por el delito de crímenes contra la Humanidad. La ejecución falló en dos ocasiones, hasta que al final Amon Göth muere ahorcado, al tercer intento. Su hija Monika Göth escribió un libro sobre su padre titulado "Yo adoro a mi padre, ¿debo adorarle?". En este libro se describe la profunda admiración que sentía su madre hacia su esposo Amon Göth, y cómo después, al conocer en profundidad la participación de su marido en el Holocausto, se suicidó.

López Rega, el Brujo y la Triple A


José López Rega (Buenos Aires, 17 de octubre de 1916 – Ibídem, 9 de junio de 1989) fue un político, ministro y policía argentino, conocido por su influencia sobre Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón y por haber organizado, desde el cargo de Ministro de Bienestar Social, la Triple A (AAA - Alianza Anticomunista Argentina) un grupo terrorista paramilitar que persiguió y asesinó a los que él consideraba como infiltración marxista en el peronismo.
Apodado el Brujo por sus adversarios (por su afinidad al esoterismo, por la cual publicó en 1962 su único libro: Astrología esotérica) y Daniel o Lopecito por sus allegados ocupó el cargo de Ministro de Bienestar Social durante los gobiernos de Héctor J. Cámpora, de Raúl Alberto Lastiri, de Juan Domingo Perón y (después de la muerte de éste) de Isabel Perón desde donde organizó la Alianza Anticomunista Argentina, un grupo terrorista de ultraderecha que practicó atentados y asesinatos selectivos para combatir la influencia del ala izquierda del peronismo y de organizaciones progresistas opositoras al Gobierno.
Su influencia fue aumentando vertiginosamente desde 1973, y en especial luego de la muerte de Perón a mediados de 1974, convirtiéndose en un virtual primer ministro debido a su influencia sobre Isabel Perón al punto de que casi la totalidad del gabinete estaba conformado por hombres de su confianza y promovidos por él mismo.
En 1975 el ministro de economía Celestino Rodrigo, promovido por el propio López Rega, anunció un plan económico para frenar la escalada inflacionaria que consistía en crear un shock mediante un súbito aumento de precios. La violenta reacción popular a este plan derivó en la renuncia de López Rega y su fuga hacia España como "embajador itinerante".
Tras permanecer más de 10 años prófugo, fue detenido en Estados Unidos en 1986 y extraditado a la Argentina donde fue procesado por asociación ilícita, secuestro y homicidio en el marco de los juicios a los responsables del Terrorismo de Estado, realizados durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Murió a los 72 años el 9 de junio de 1989 mientras cumplía prisión preventiva a la espera de la sentencia.

Primeros años 
Juventud

López Rega fue, de acuerdo con su biógrafo, un niño introvertido y callado, con un profundo interés en temas espirituales y religiosos. Gracias al apoyo del Jefe de Policía Filomeno Velazco, López Rega integró la guardia que protegía la residencia presidencial.
Empezó su carrera policial como agente en la Policía Federal para luego ascender a la jerarquía de cabo 1ª, con el que se retiró, Años después Perón firmó el decreto 1350.3 el 3 de mayo de 1974 y fue ascendido doce grados directamente a comisario general (grado máximo del escalafón de Oficiales, a pesar de que por ser Cabo le correspondía el escalafón de Suboficiales y de que estaba retirado desde muchos años antes.)

Vínculo con Perón

Desde pequeño siempre quiso ser policía, pero cuando en una manifestación, el general Perón se quedó sin un custodia, él tomó su lugar. Una común afición por el espiritismo vinculó finalmente a López Rega con María Estela Martínez de Perón en 1965, cuando ésta, enviada por su esposo desde su exilio en España, organizó una reunión en casa del mayor Bernardo Alberte, delegado de Perón y promotor de varios de los movimientos de la izquierda peronista, entre ellos la CGT de los Argentinos.
Tras ganarse la confianza de María Estela Martínez de Perón (conocida popularmente como Isabel Perón), López Rega se trasladó a España, donde ejerció como custodio y luego como secretario privado del matrimonio. Tras las elecciones de 1973, en las que triunfó Héctor José Cámpora, Perón lo envió para ocupar la cartera de Bienestar Social; desde ésta se opuso a las medidas de los elementos más afines a la izquierda, como Esteban Righi.
En junio de este mismo año, cuando regresó Perón al país, López Rega fue el instigador del enfrentamiento entre las dos alas del peronismo que culminó en la brutal masacre de Ezeiza, en que los sectores bajo su mando fusilaron a las columnas de Montoneros que intentaban aproximarse al palco.
Las reacciones no se hicieron esperar; Mario Roberto Santucho, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo, llamó a conferencia de prensa para acusar a López Rega y al teniente coronelJosé Manuel Osinde de la masacre. Las declaraciones de López Rega y de Perón, quien había apoyado epistolarmente desde el exilio a los grupos como Montoneros, fueron esta vez durísimas contra ellos, y el delicado equilibrio que había agrupado en el movimiento peronista a dos facciones muy distintas no tardó en romperse.
López Rega criticó abiertamente la posición de Cámpora en reunión de gabinete; tras los hechos, y al enterarse de las reuniones de Perón con los líderes de la CGT y el Ejército, tanto Cámpora como su vicepresidente renunciaron, y la presidencia quedó provisionalmente en manos del presidente de la Cámara de Diputados, su yerno Raúl Alberto Lastiri.

Ascenso al poder

El 4 de agosto, en el Congreso Nacional Justicialista, fueron nominados Juan Domingo Perón como candidato a presidente e Isabel Perón a vicepresidente, esta última por indicación de su esposo; el 23 de septiembre, la fórmula Perón-Perón llegó al poder con el 61,85%.
En un intento de presionar a Perón, un grupo de combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) asesinó al secretario general de la CGT José Ignacio Rucci el 25 de septiembrede 1973 por lo que el propio Perón convocó a una reunión a la que además de los ministros, gobernadores y vicegobernadores asistió el secretario general del Partido Justicialista y en la que se aprobó un Documento reservado en el que se denunciaban las "agresiones marxistas" y se ordenaba a los militantes "participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha". 
Poco más adelante el ministro Antonio J. Benítez refirió de una reunión informativa a la que habían asistido Perón y altos funcionarios de su gobierno en la cual López Rega y el Jefe de la Policía Federal Alberto Villar exhibieron fotografías y nombraron personalidades políticas que debían ser objeto de depuración de la infiltración marxista. 
López Rega había ido armando desde el gobierno una fuerza parapolicial conocida como Alianza Anticomunista Argentina o Triple A, con base en el Ministerio de Bienestar Social que había comenzado a actuar desde antes de la asunción de Perón y continuó haciéndolo luego. El primer atentado firmado por esa organización fue el del 21 de noviembre de 1973 cuando el senadorradical Hipólito Solari Yrigoyen fue gravísimamente herido. Se supone que el atentado fue dirigido por el entonces Jefe de la Policía Federal, Rodolfo Eduardo Almirón.
En 1974, López Rega viajó a Libia en representación del gobierno de Perón y firmó numerosos acuerdos en materia cultural, comunicativa, económica, etc. A este objetivo diplomático se le llamó «Misión Argentina en Libia».

Caída y fuga

Una de las primeras acciones del gobierno de Perón fue la aprobación de una ley por la cual se agravaban las penas de los delitos de "sedición" y la "subversión", lo que provocó un enfrentamiento interno y la renuncia de ocho diputados de la Juventud Peronista que se oponían a ella.
Cuando, el 1 de julio, falleció Perón, Isabel asumió la presidencia, y López Rega un rango casi de primer ministro, al serle confiada la dirección de todas las secretarías bajo la órbita de la Presidencia. La composición del nuevo ministerio fue casi íntegramente obra suya.
El 11 de julio de 1975 renunció a su cargo tras las violentas reacciones al plan económico promovido por su protegido Celestino Rodrigo (quien también debió renunciar a su cargo), y fue nombrado embajador itinerante en España (lo que fue interpretado por muchos como una excusa para huir del país) y se refugia en una quinta cercana a Jerez de la Frontera.
El 24 de marzo de 1976 Isabel Perón es derrocada por un golpe militar auto-denominado Proceso de Reorganización Nacional, que el 18 de junio de 1976 pone a López Rega bajo disposición del Poder Ejecutivo Nacional y solicita su extradición desde España.
El Consejo de Ministros de España resuelve aceptar este pedido y moviliza la policía para detenerlo, pero López Rega escapa hacia Suiza donde se instala cerca de Ginebra hasta que en 1982 es descubierto por un fotógrafo.
Debido a esto fue procesado por falsificación de documentos y residencia ilegal en territorio helvético, resultando absuelto en primer instancia. Sin embargo, en 1983 el Tribunal de Apelación anula la absolución y López Rega vuelve a escaparse, esta vez hacia las Bahamas donde alterna residencia con Miami.
En 1983 el radical Raúl Alfonsín asume la presidencia constitucional en Argentina y comienza a impulsar juicios por los crímenes cometidos por militares y civiles durante el Terrorismo de Estado.
Así, el Gobierno argentino comienza a buscar a López Rega. Si bien su paradero era desconocido, se sospechaba que permanecía oculto en algún lugar de Estados Unidos.
El 27 de febrero de 1986, el juez de Miami Samuel Smargon emite una orden de arresto contra López Rega luego de que el 21 de ese mes la Argentina solicitara su extradición por fraude,conspiración, malversación, falsificación y robo.
Finalmente, el 13 de marzo es detenido por el FBI en el Aeropuerto Internacional de Miami cuando regresaba de las Bahamas. Sabiendo que estaba siendo fuertemente buscado, decidió entregarse por su cuenta en la Aduana:
—Mucho gusto. Soy López Rega y vengo a entregarme. Acá están los documentos.6
Permaneció detenido unas semanas en Estados Unidos hasta que fue autorizada la extradición a la Argentina, donde fue procesado por asociación ilícita, secuestro y homicidio.
Inmediatamente le fue dictada la prisión preventiva.
Murió en esas condiciones a los 72 años el 9 de junio de 1989 mientras esperaba su condena.

Conexiones con la P2


López Rega era miembro de la logia masónica irregular Propaganda Due, entre cuyos miembros también se encontraba el almirante Massera, uno de los comandantes militares que derrocó a Isabel Perón.7 La logia era dirigida por Licio Gelli, la cual trabajó en la Operación Gladio. El modus operandi de la masacre de Ezeiza fue similar al de los sucesos de Montejurra o a la masacre de la plaza Taksim en Estambul.8

Rafael Narbona, Jean Améry: Más allá de la culpa y la expiación


Pocos han reflexionado sobre la muerte con tanta lucidez como Jean Améry (1912-1978). Su perspectiva está marcada por su estancia en Auschwitz, donde pasó dos años. Antes ya había conocido la experiencia del exilio y el internamiento en el campo de Gurs, del que se fugó para unirse a la resistencia antifascista en Bélgica. Al igual que Primo Levi y Paul Celan, Jean Améry, seudónimo del ciudadano vienés Hans Mayer, se suicidó. Aunque se consideraba un apátrida, eligió para morir la ciudad de Salzburgo. La nostalgia por la patria perdida nunca le abandonó, pues consideraba que, sin la confianza que proporciona la tierra natal, es inconcebible la paz o la felicidad. La tragedia de los judíos fue descubrir que el suelo donde crecieron nunca les perteneció, pues sus verdugos se apropiaron de la lengua y el paisaje que hasta entonces habían considerado parte de su patrimonio. Esto resultó especialmente doloroso para los judíos perfectamente asimilados a la cultura alemana. Fascinado por los Alpes y la umbría de los bosques, Hans Mayer experimentó en su juventud sentimientos prefascistas que se disolvieron cuando las leyes raciales de Núremberg, pusieron de manifiesto que su ensoñación romántica era incompatible con su condición de judío. Sólo entonces descubrió que, a pesar de ignorar su lengua y sus tradiciones, su sangre lo emparentaba con un pueblo cuyas costumbres constituían supuestamente la negación de los valores germánicos. Entonces nació Jean Améry, el apátrida que ya no confía en el lenguaje y que reivindica el resentimiento como única vía de reparación del dolor padecido.

Améry recreó su experiencia en Auschwitz en Más allá de la culpa y la expiación. Publicada en 1964, la obra no escatima las críticas hacia la filosofía contemporánea. La brutalidad del universo concentracionario pone de manifiesto la insuficiencia del pensamiento de Heidegger, cuyas piruetas lingüísticas muestran su impotencia en un espacio donde la palabra marca la diferencia entre morir o vivir un día más (“en el campo era más convincente que en el exterior que la jerga del ente y la luz del ser no servía para nada”). El "amor fati" de la ética nietzscheana, que se revela como una idea siniestra ante la experiencia de la tortura y la muerte del hombre anunciada por los estructuralistas, no puede irritar más a un Améry apegado al humanismo ilustrado. También repudia las explicaciones de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal, pues considera que el Lager es la expresión del Mal radical. En cuanto a su fe en el neopositivismo lógico, se esfumará ante la utilización de la técnica en las matanzas masivas. Lejos de tener un poder esclarecedor, la ciencia puede convertirse en el aliado más temible del autoritarismo. Frente a Lévi-Strauss, que reduce la historia a cadenas de procesos físico-químicos, y a Horkheimer y Adorno, que acusan a los "philosophes" de haber hundido a la humanidad en el infortunio, Améry reivindica la herencia de los enciclopedistas. “Ilustración. He aquí nuestro santo y seña, [pero] ¿dónde está escrito que la Ilustración deba ser desapasionada? [...] El concepto de Ilustración incluye no sólo la mera deducción lógica y verificación empírica, sino también la voluntad y la capacidad de especulación fenomenológica, de empatía, de acercamiento a los límites de la ratio. Sólo cumpliendo la ley de la Ilustración y al mismo tiempo sobrepasándola, alcanzaremos espiritualmente espacios en que la "raison" no se agota en el simple cálculo”. No es casual que Auschwitz se mostrara especialmente inclemente con los intelectuales. La dictadura nazi no ocultaba su propósito de borrar la herencia ilustrada, liquidando a los que se esforzaban en preservar y transmitir su legado. Polemizando con Primo Levi, Améry considera que el intelectual no es un hombre de ciencia, sino un humanista con una aguda conciencia estética. Sus preocupaciones son la filosofía, las letras, la música, las artes plásticas. Esta figura es la que peor se adapta a las reglas del Lager. Jorge Semprún recordaba agradecido cómo sus camaradas comunistas de Buchenwald le ayudaron a esconder su condición de escritor, pues los kapos y los oficiales de las SS odiaban a los intelectuales. Améry observa que esa hostilidad también estaba presente en los compañeros de reclusión. El “hombre de espíritu” no era capaz de utilizar “con fluidez la jerga del campo”. En Auschwitz, su aislamiento era terrible, pues en otros Lager, como Dachau, predominaban los presos políticos y existían pequeñas bibliotecas. En Auschwitz, en cambio, no había libros y la mayoría de los reclusos –judíos apolíticos, polacos y presos comunes- no los echaban de menos. Los intelectuales carecían de las convicciones de los presos políticos o la fe de los judíos ortodoxos. Por el contrario, tendían al escepticismo y su único patrimonio –Durero, Beethoven, Hegel o Trakl- había sido requisado por el régimen que les había arrebatado la libertad. La tolerancia o la duda metódica producían más irritación que la estolidez del hombre común. En el Lager, el “hombre de espíritu” no tardaba en convertirse en “musulmán”. Acostumbrado a una representación estética de la muerte, se hundía al comprobar que en Auschwitz morir era algo rutinario. Cada defunción se registraba con un impersonal “salida del campo por óbito”.

La brutalidad de los acontecimientos cuestionaba la trascendencia de las sentencias filosóficas. La “palabrería vacía” de “ese desagradable mago del país de los alemanes” (esto es, Heidegger) mostraba toda su miseria en el espacio acotado por las alambradas, pues “en ningún otro lugar del mundo la realidad poseía una fuerza tan imponente”. “Bastaba con ver la torreta de vigilancia y sentir el olor a grasa calcinada procedente de los crematorios” para advertir que el Ser sobre el que gira la filosofía de Heidegger sólo era “un concepto abstracto y huero”. La experiencia del Lager nos ha servido para desprendernos de mucha hojarasca metafísica, pero también ha confirmado la impotencia de la palabra ante un orden inhumano. Según Améry, sólo pervive el escepticismo, una forma de sabiduría que ni siquiera lamenta la pérdida de la palabra. Dentro del orden que pretendía universalizar el régimen hitleriano, la tortura no agotaba su sentido en la intimidación o la confesión. Améry sufrió un terrible suplicio en la fortaleza de Breendonk. Al oír cómo se dislocaban sus huesos, descubrió que el problema genuinamente filosófico no es la muerte, sino la tortura. Malraux anotó lo mismo en sus Antimemorias. La experiencia de la tortura quiebra la confianza en nuestros semejantes y pone de manifiesto el poder absoluto del Estado sobre el individuo. Por eso, “la tortura no fue un elemento accidental, sino la esencia del Tercer Reich”. Améry discrepa con Hannah Arendt en su explicación del totalitarismo. Desde su punto de vista, comunismo y nazismo no son equivalentes. Citando a Thomas Mann, Améry afirma que el comunismo “simboliza siempre una idea del ser humano, mientras que el fascismo de Hitler no era en absoluto una idea, sino sólo maldad”. El nazismo no inventó la tortura, pero ésta constituye su “apoteosis”. El dolor infligido al reo pretende subrayar su dimensión corporal, aniquilando cualquier manifestación espiritual. Améry coincide con Bataille, al afirmar que la tortura es “la negación radical del otro”. El que reduce al otro a un cuerpo que gime, experimenta la omnipotencia de un dios. Desde el punto de vista psicológico, este es el principio del sadismo, una patología incompatible con la vida en sociedad, pero no es un secreto que al sádico le es indiferente la pervivencia del mundo. Sin embargo, esta desviación sexual también forma parte de una biopolítica que evidencia el poder soberano del Estado. Es imposible no evocar a Foucault, que ha llevado a cabo un análisis pormenorizado de este fenómeno en sus estudios sobre los mecanismos de poder, pero en este caso Améry se aproxima más a las recientes tesis de André Glucksman sobre la influencia del nihilismo en la historia contemporánea. Es probable que Améry hubiera suscrito la tesis de Glucksman sobre el sentido del exterminio en la cosmovisión totalitaria. Al buscar la aniquilación total, aceptando incluso la inmolación de sus artífices, “el pavor se convierte en la ultima ratio de una estrategia”. Desde esta perspectiva, los actos de violencia no significan nada, salvo la afirmación de un poder que asume su desaparición como efecto de su terrorífica manifestación. Lo cierto, en cualquier caso, es que “quien ha sufrido la tortura, ya no puede sentir el mundo como su hogar”. La experiencia del otro como enemigo es incompatible con “un mundo donde reine el principio de esperanza”.

Frente al animal, que establece unas relaciones de pura necesidad con la naturaleza, el hombre necesita “habitar” su entorno, transformarlo en mundo. El Estado-jardín soñado por Hitler excluye de su seno a una parte de la humanidad, cuyo efecto disgregador se revela incompatible con las legítimas ambiciones del pueblo ario, comunidad providencial a la que le corresponde actualizar las perfecciones de nuestra especie. La concepción de la historia de la biopolítica nazi prohíbe hablar de un “hogar judío” o de una “patria socialista”. En ambos casos, reunimos en una expresión términos que se repelen. La noción de hogar está reservada a los grupos que contribuyen al sentido ascendente de la vida. El nomadismo del judío o el internacionalismo de los partidos socialistas es la consecuencia del odio a la vida. Los judíos y los comunistas no pueden construir un mundo, porque la esencia de su naturaleza es conspirar contra él. Esa incapacidad explica su resentimiento y justifica su exterminio. Su aniquilación sólo es una forma de expulsar del mundo a los que, por otro lado, siempre estuvieron fuera de él. Al negarles la posibilidad de una patria, los nazis frustraron una aspiración esencial de la naturaleza humana. “Patria –escribe Améry- es seguridad y es preciso tener una para poder prescindir de ella”. Cuando eres despojado de esa referencia, pierdes la posibilidad de encontrar otro lugar, otra patria, pues la patria es el espacio donde discurre nuestra infancia y juventud. Los judíos, al ser expulsados de sus casas, descubrieron que esa tierra jamás había sido su hogar y, lo que es peor, perdieron su pasado. Améry invoca una ética del resentimiento como respuesta a la pretensión de borrar al pueblo judío de la faz de la tierra. Puede parecer extraño levantar una moral sobre esta vivencia, pero Améry, al igual que Benjamin, rechaza la idea de un tiempo lineal y homogéneo. La solidaridad también se proyecta hacia atrás, comunicando a unas generaciones con otras. El resentimiento no implica venganza, sino la necesidad de revertir el tiempo. Es una rebelión contra el pasado que permite reconocer en la víctima la imagen del semejante, del otro que moviliza nuestros sentimientos de respeto, piedad y reciprocidad. Améry considera injusto responsabilizar a las nuevas generaciones de los crímenes de sus antepasados y deplora los actos de terrorismo de una extrema izquierda que equipara la democracia de Willy Brandt con la dictadura de Hitler, pero no esconde su convicción de que el genocidio del pueblo judío concierne a todos los alemanes de su tiempo. Es una culpa colectiva que nunca podrá borrarse y que sólo se atenuará, asumiendo que los crímenes del nazismo forman parte de la historia alemana. No se puede neutralizar su recuerdo. Por el contrario, hay que integrarlo en la memoria de todos. Améry cita a Hans Magnus Enzensberger, según el cual “Auschwitz es el pasado, el presente y el futuro de Alemania”.

La reivindicación del resentimiento como forma de reversión de la historia recuerda la postura de Kertész en Kaddish por el hijo no nacido, donde el autor reivindica la infelicidad como condición de posibilidad de su trabajo. Kertész afirma no estar dispuesto a renunciar a ese estado de insatisfacción que garantiza la continuidad de su producción literaria. En cualquier caso, la responsabilidad colectiva del pueblo alemán no debería actuar como una cortina de humo, capaz de borrar o difuminar la responsabilidad de otras naciones europeas e incluso la de una un siglo que ha incubado fantasías eugenésicas y absolutos excluyentes. Zygmunt Bauman ya advirtió que “Alemania hizo lo que hizo en razón de lo que comparte con el resto de nosotros. La Endlosung (Solución Final) fue un laboratorio en el que se puso a prueba –un verdadero experimentum crucis- la capacidad de nuestra civilización para alcanzar la perfección mediante la eliminación de aquellos seres que no llegan a la perfección. Es sólo una de las capacidades modernas y no atesora una ‘inevitabilidad histórica’ que conduzca al Holocausto, pero, sin la civilización moderna, sin el conjunto de sus logros que tanto nos enorgullecen, el Holocausto que tuvo lugar en Alemania habría sido impensable”. Después de la guerra, Améry sigue sin considerarse judío, pues no habla hebreo ni ha visitado el Estado de Israel. Tampoco es creyente ni conoce demasiado bien las tradiciones de su pueblo. Sin embargo, el tatuaje de Auschwitz en su brazo izquierdo es más vinculante que el Talmud o el Pentateuco. Es la “cifra” de su existencia judía, pero de un judío “sin señas de identidad positivas. Ese es mi lastre y mi cayado”. Améry sobrevivió a Auschwitz, pero no fue capaz de soportar la redundancia de los errores humanos. Al contemplar los horrores de Camboya o Chile, escribió: “A veces se diría que Hitler ha conseguido un triunfo póstumo”. Su decisión de quitarse la vida tal vez nació de esa amarga convicción. Su abrupta despedida sigue resonando en nuestra conciencia como un portazo que nos exige una inacabable reflexión y una firme voluntad de superar cualquier forma de odio o discriminación. Fuente: negralechedelalba

Klaus Barbie


Klaus Barbie Altmann (Bad Godesberg, Alemania; 25 de octubre de 1913 – Lyon, Francia; 25 de septiembre de 1991) fue un alto oficial de las SS y de la Gestapo durante el régimen nazi, que estuvo involucrado en numerosos crímenes de guerra y contra la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente en Francia. Salvado de la detención por los servicios secretos estadounidenses y las Ratlines, con los que Barbie colaboró, pasó posteriormente a Bolivia. Al igual que Mengele se escondió en Brasil y Eduard Roshmann lo hizo en Paraguay, él escogió Sudamérica, dada la falta de infraestructura institucional que permitía cierto margen de maniobra a individuos con tales antecedentes. Más aún, cuando el alineamiento ideológico de los gobiernos sudamericanos con EEUU en épocas de la "guerra fría" los posicionó en el anticomunismo estos criminales llegaron a ser requeridos como colaboradores, recibiendo grandes beneficios de parte de los gobiernos, en el caso de Barbie eso se vio reflejado en privilegios comerciales de parte del gobierno boliviano. Finalmente la variable situación política de Bolivia lleva a que en 1983 sea expulsado a Francia, donde fue juzgado y condenado a cadena perpetua. Era hijo de Nikolaus Barbie y Anna Hees, ambos maestros, que se casaron un año después de que hubiera nacido. Su padre volvió gravemente herido de la Primera Guerra Mundial. En 1934 hizo el bachillerato en Tréveris. Después entró en las Juventudes Hitlerianas y fue ayudante personal del jefe local del partido nazi. Barbie no pudo acudir a la universidad porque la familia no podía costearle los estudios tras la muerte del padre. Luego se fue voluntario seis meses a un campamento del Servicio Laboral del Reich (Reichsarbeitsdienst en Schleswig-Holstein, de donde regresó totalmente imbuido por la ideología del Tercer Reich. Se alistó en las SS el 26 de septiembre de 1935 (con el n.° 272.284) y empezó a trabajar en la Dirección general del Servicio de Seguridad Sicherheitsdienst (SD) a partir del 29 de septiembre de 1935, así como en la Gestapo de Berlín. El 1 de mayo de 1937 se afilió al Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), con el número de carné 4.583.085, siendo ascendido el 20 de abril de 1940 a Untersturmführer (equivalente a subteniente). En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, Barbie fue destinado a la Sección IVB4 y enviado a Ámsterdam, y más tarde, en mayo de 1942, a Lyon, Francia. Allí se ganó el apodo de «El Carnicero de Lyon» como jefe de la Gestapo local. Fue acusado de numerosos crímenes, incluyendo la captura de cuarenta y cuatro niños judíos escondidos en la villa de Izieu, y la tortura y posterior muerte de Jean Moulin, el miembro de la Resistencia francesa de más alto rango jamás atrapado por los nazis. Sólo en Francia se atribuyen a su actividad o a la de sus subordinados el envío a campos de concentración de 7.500 personas, 4.432 asesinatos y el arresto y tortura de 14.311 combatientes de la Resistencia.1 Tras la salida del ejército alemán de Lyon, Barbie voló a Alemania y creó una nueva vida bajo identidad falsa. Inicialmente dirigió un cabaret en Múnich e hizo tratos en el mercado negro.1 Posteriormente, Barbie fue protegido y empleado por los servicios de contraespionaje del Ejército de los Estados Unidos (CIC), para los que trabajó en Alemania entre 1947 y 1951, en actividades contra el comunismo. Ese año, ante las repetidas peticiones francesas para que fuese extraditado (ante lo que las autoridades estadounidenses declararon que desconocían el paradero del criminal), se trasladó a Bolivia. Lo hizo a través de una ratline (rutas de escape organizadas tras la Segunda Guerra Mundial para que criminales de guerra nazis y fascistas pudieran huir y evitar ser enjuiciados por los crímenes que habían cometido) organizada por los servicios secretos estadounidenses y el sacerdote ustashi croata Krunoslav Draganovic, pasando circunstancialmente por la Argentina. Barbie, su mujer y sus dos hijos llegaron a Bolivia a fines de 1955. Allí, Barbie adoptó el apellido de Altman (el del rabino de su pueblo natal) y comenzó a dirigir una serrería en La Paz,3 negocio al que se dedicó antes de comenzar a comerciar con quinina y establecer relaciones con ex nazis refugiados en países vecinos8 y con los militares locales. Durante la dictadura del general Barrientos, que llegó al poder en 1964 tras un golpe de Estado, Barbie fue nombrado gerente general de la compañía marítima estatal, la Compañía Transmarítima Boliviana, creada por Barrientos en 1967 con capitales públicos y privados, que actuaba como tapadera de tráfico de armas al servicio de la dictadura. Tras la muerte de Barrientos en un accidente de helicóptero en 1969, la suerte de Barbie pareció empeorar y, tras la quiebra de la Transmarítima en 1971, Barbie dejó Bolivia y se estableció en Perú, en donde tomó el apellido Altmann y fue vinculado con el asesinato del empresario Luis Banchero Rossi. Sin embargo, allí su identidad fue desvelada por la prensa,1 9 lo que propició que los cazanazis Serge y Beate Klarsfeld diesen con su paradero y comenzaran una campaña de acoso, al estilo de lo que hoy se denomina escrache. Ante el acoso, volvió a Bolivia amparado por las sucesivas dictaduras de Hugo Banzer (1971-1978) y Luis García Meza Tejada (1980-1981), en cuyos golpes de Estado tomó parte.  En 1974, Francia pidió a Bolivia la extradición de Barbie, que fue denegada alegando que no existía tratado de extradición entre ambos países. Durante la dictadura de García Meza, Barbie fue responsable de la organización de violentos grupos paramilitares al servicio del régimen. En este período, Ernesto Milà trabajó con él. La privilegiada situación de Barbie cambió en 1982, con la llegada de un gobierno democrático de centro-izquierda al país. El 25 de enero de 1983 el gobierno del presidente Siles Suazo deportó a Barbie, detenido poco antes por estafa, a Francia. Poco antes, su esposa, Regina, había muerto de cáncer en La Paz en 1982.8 Su proceso judicial comenzó en enero de 1987 en Lyon. Barbie ya había sido condenado a muerte dos veces en ausencia durante su ocultamiento en Bolivia (en 1952 y 1954, en Francia), pero dado que los crímenes de guerra que tuvieron lugar en la Francia de Vichy prescribían a los 20 años, sólo se le juzgó por las deportaciones de poblaciones civiles.11 Fueron tres fundamentalmente: la deportación de los 44 niños judíos refugiados en una colonia en Izieu, la redada y posterior deportación de más de 80 personas en la sede de la Unión General de Israelíes de Francia de Lyon, y el denominado "último tren", en el que fueron deportadas entre 300 y 600 personas escasos días antes de la entrada de las tropas aliadas en Lyon. Se autorizó a que se filmara el juicio debido a su alto valor histórico, si bien las imágenes del proceso no fueron difundidas inmediatamente. Barbie negó todos los cargos y se limitó a declarar. Su abogado defensor fue Jacques Vergès, quien utilizó un argumento basado en la tesis de que las acciones de Barbie no fueron más terribles que las de cualquier colonialista en cualquier parte del mundo, incluyendo a los franceses, quienes nunca eran perseguidos: "¿Qué nos da derecho a juzgar a Barbie cuando nosotros, en conjunto, como sociedad o como nación, somos culpables de crímenes similares?". El fiscal principal fue Pierre Truche. Finalmente, el 4 de julio de aquel año fue sentenciado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad. Cuatro años después, encontrándose en prisión el 25 de septiembre de 1991, falleció enfermo de leucemia.

Ingmar Bergman y el nazismo


Iba a llamar a este trabajo «Bergman y el nazismo», pero en realidad no trata estrictamente de eso, sino de ciertos escritos y cierta impostura que no son de Bergman.
Hace unos años leí un libro llamado «Heidegger y el nazismo», de un olvidable autor cuyo nombre, como es de justicia, he olvidado. Trataba de una media verdad, tan mediamente investigada y tan dolosamente expuesta que resultaba no ser sino una entera mentira, y una difamación post mortem francamente vil.
El caso es que buscando en la red material acerca de Bergman, encontré un artículo publicado en 1999 en «BBC News». En mi inocencia -que a esta altura es estupidez- creía que había ciertos medios de comunicación que podían considerarse serios, y que unas siglas como «BBC» debían referirse a alguno de ellos. El artículo original (en inglés) está aquí; traigo una traducción (que agradezco a José Luis Martín) y luego algunos comentarios:
«Bergman admite un pasado nazi 
El legendario director sueco Ingmar Bergman ha revelado que fue un gran admirador de Adolf Hitler, perdiendo sólo su entusiasmo por el nazismo luego de que se descubrió el horror de los campos de concentración. El octogenario ha hablado francamente a la autora Maria-Pia Boëthius, cuyo libro "Honor y conciencia" se pregunta hasta qué punto Suecia fue genuinamente neutral durante la Segunda Guerra mundial.
Bergman, realizador de algunos de los films más aclamados en el mundo, había admitido en ocasiones anteriores que fue un simpatizante del nazismo. Pero ha dicho ahora que quedó impresionado por el dictador nazi luego de verlo dirigirse a la multitud durante una manifestación, informa el periódico sueco "Expressen".
El joven Bergman estaba en Alemania en un viaje de intercambio en 1936, alojándose con una familia nazi, cuando vio a Hitler hablar: "Hitler era increiblemente carismático; electrificaba a la multitud", dijo el oscarizado director.
Bergman describe a su padre como de ultraderecha y su opción repercutió en la familia entera. "El nazismo que había visto parecía divertido y juvenil", ha admitido el autor. "El gran peligro eran los bolcheviques, que eran odiados."
El libro también documenta un ataque del hermano de Bergman y sus amigos a una casa propiedad de un judío. El grupo manchó las paredes con la esvástica, el símbolo de los nazis. Pero el director ha confesado que era demasiado cobarde para plantear objeciones.
El realizador de «Fanny y Alexander» y «El séptimo sello» mantuvo su admiración al fascismo hasta el final de la guerra.
"Cuando las puertas de los campos de concentración fueron abiertas, al principio no quería creer a mis ojos."
"Cuando la verdad salió a la luz, fue un terrible shock. De un modo brutal y violento fui arrancado de repente de mi inocencia."
Bergman está oficialmente retirado de la dirección desde el suceso de 1983 «Fanny y Alexander», que fue premiada con el Oscar a la mejor película extranjera. Continúa en actividad como escritor y director teatral.»

Vale también la pena comprobar la manipulación en los pie de foto:
[foto de Bergman de 1980 aproximadamente] Bergman pensaba que Hitler era "carismático" cuando lo vio hablar
[foto de Hitler] Bergman vio a Hitler en 1936. "Electrificaba a la multitud"
[foto de un campo de concentración] "No quería creer a mis ojos"

Naturalmente, quien lea esta noticia y conozca poco de Bergman se quedará con la impresión que el artículo quiere dejar: que hay un "pasado oculto" en Bergman, teñido además con sangre de víctimas. Casi hasta podríamos imaginar que fue una especie de agitador nazi.
El artículo se hace eco de una publicación de Maria-Pia Boëthius, escritora sueca que aparentemente no pierde oportunidad de "destapar el escándalo", ya que volvió con exactamente los mismos argumentos, y haciéndose eco de la misma entrevista a Bergman, cuando el oportunismo lo dictaba, es decir, diez años más tarde, en agosto de 2007, recién fallecido Bergman (el artículo en sueco aquí).
Afirma Boëthius (tomo la traducción de una tercera web que también aprovecha para escandalizarse):
«Aquí tenemos a uno de los más grandes cineastas en el que su tema permanente fue la vergüenza y la culpa. Pero en ninguna parte he leído que Bergman durante 10 años -desde 1936 hasta 1946- simpatizaba con los nazis y según sus propias palabras "amaba a Hitler"'.»
Ante todo es raro que no lo haya leído en ninguna parte, porque lo escribe y publica el propio Bergman diez años antes, en Linterna Mágica (Boëthius cita ese libro, así que la manipulación de frases es doblemente culposa, puesto que sabe lo que leyó y lo que transcribe).
Las frases que en el artículo de la BBC parecen quedar atribuidas a la entrevista de Boëthius, provienen en realidad de Linterna Mágica a través del artículo de Boëthius... tremendo lío para dejar lo más enredadas posibles las opiniones de Bergman.
Quizás alguno recordará (y si no, la recomiendo muy especialmente) la novela de 1974 de Heinrich Böll "El honor perdido de Katherina Blum", donde se ironizaba sobre los procedimientos de los periódicos sensacionalistas que en base a medias expresiones, y a juntar sandía con pomelo, lograban "demostrar" el pasado ideológico que quisieran de quien quisieran, así, por ejemplo, el hecho de que Catharina, la protagonista, fuera empleada doméstica en la casa de una abogada que en sus épocas de universitaria había sido llamada «Trudy "la roja"» terminaba sirviendo como aval al posible "pasado rojo" de Catharina.
Lamentablemente, esos procedimientos no están reservados sólo a la prensa sensacionalista, sino que nos lo podemos topar en nombres más prestigiosos, como «BBC», mientras buscamos por internet alguna otra cosa.
¿Pero qué es en definitiva lo que dice Bergman sobre el nazismo? porque "cuando el río suena...", y si tantos hablan del nazismo de Bergman "por algo será...", seguramente "algo habrá hecho...", o finalmente, como razona K. en «El proceso»: si se me acusa, es que soy culpable.
A todo esto, Bergman cuenta en "Linterna mágica" (páginas 131 a 136) que en 1936, es decir, con 16 años, estuvo seis semanas viviendo en un pueblecito alemán (Haina, cercano a Weimar) como parte de un intercambio estudiantil. Bergman hablaba un alemán del colegio ("el que un idioma pudiera hablarse no formaba parte del plan de estudios", ironiza), por lo que, cuenta, podía comunicarse poco con Hannes Haid, el compañero de intercambio, y los días se le convertían en tediosos. Todo este inicio del recuerdo es muy importante, porque no surge de aquí que haya ido 6 semanas a adorar a Hitler ni muchísimo menos.
Dentro del tedio, en el que "leía, andaba sin rumbo y echaba de menos mi ambiente", comienza a acompañar al pastor (el padre de la familia Haid). Debería el lector intentar por un minuto olvidarse de todas las películas de nazis que vio, y olvidarse que estamos  a 60 años del nazismo, y ponerse en 1936, cuando un chico de 16 años va a una familia de acogida por un breve tiempo, en un país que no es el suyo, con un idioma que no es el suyo, conoce un ambiente que no es el suyo, y está rodeado de una ideología y una práctica política que afectaba a todos los aspectos de la vida cotidiana... no en vano llamado un "régimen totalitario". Nada más natural entonces que pregunte al pastor «si debía levantar la mano y decir "Heil Hitler" como todos los demás», a lo que el pastor le contestó que sería interpretado bien. Así que «comencé a saludar brazo en alto y a decir "Heil Hitler". Me producía un efecto raro» (pág 132)
Lo que sigue es precioso para quien conserve algo de sensibilidad y pueda leer, sin convertir a Bergman en nada en particular, un testimonio de primera mano de cómo el «Mein Kampf» penetraba en todos los rincones del discurso social («El sermón del pastor era sorprendente, no hablaba basándose en los Evangelios sino en "Mein Kampf"», pág 132).
Y llega así el día en que va a Weimar donde ocurrirá que, por el "día del Partido" va a venir a hablar el propio Hitler. El momento está magistralmente relatado por un Bergman que retuvo en la pupila un impacto emocional que brota, muchos años más tarde, de una mano que ha aprendido a narrarlo con precisíon:
«[...] Nadie se fijó en la tormenta, toda la atención, todo el embeleso, todo el éxtais se concentraba en torno a un solo personaje. Iba de pie, inmóvil en el enorme coche negro que doblaba lentamente hacia la plaza. [...]
Súbitamente se hizo el silencio, sólo se oía el chapoteo de la lluvia sobre los adoquines y las balaustradas. El Führer estaba hablando. Fue un discurso corto, yo no entendí mucho, pero la voz era a veces solemne, a veces burlona; los gestos exactos y adecuados. Al terminar el discurso todos lanzaron su 'Heil', la tormenta cesó y la cálida luz se abrió paso entre formaciones de nubes de un negro azulado. Una enorme orquesta empezó a tocar [...]
Yo no había visto jamás nada parecido a este estallido de fuerza incontenible. Grité como todos, alcé la mano como todos, rugí como todos, amé como todos.
[...salteo media página...]
El día de mi cumpleaños la familia me hizo un regalo. Era una fotografía de Hitler. Hannes la colgó encima de mi cama para que "tuviera siempre a ese hombre delante de mis ojos", para que aprendiera a amarle como le amaban Hannes y toda la familia Haid. Yo también le amé. Durante muchos años estuve de parte de Hitler, alegrándome de sus éxitos y lamentando sus derrotas.
[...introduce la cuestión del nazismo entre sus profesores, su hermano, su padre, sus amigos, y luego concluye...]
Cuando los testimonios de los campos de concentración se abatieron sobre mí, mi entendimiento no fue capaz, en un  primer momento, de aceptar lo que veían mis ojos. Al igual que muchos otros, yo decía que eran infundios propagandísticos. Al vencer, finalmente, la verdad a mi resistencia, fui presa de la desesperación, y el desprecio de mí mismo, que era ya una carga grave, se acentuó hasta rebasar el límite de lo soportable. No me di cuenta hasta mucho más tarde de que, a pesar de todo, yo era bastante inocente.
[...introduce la cuestión de la politización entre los pro y los anti nazis en el ambiente del teatro luego de la guerra, y concluye...]
Yo me callé mis extravíos y mi desesperación. Una extraña decisión fue madurando poco a poco: ¡nunca más política! Obviamente hubiera debido decidir algo completamente distinto.» (citas de páginas 131 a 136)
La verdad que valdría la pena leer las páginas enteras, tan precisas en la evocación de los sentimientos e impresiones a tantos años de esa temprana época de su vida.
Creo que el artículo de la BBC y las palabras de Boëthius no necesitan ser refutadas luego de haber leído lo que cuenta el propio Bergman, pero de todos modos me gustaría hacer notar qué distinto suena en el artículo el decir que Bergman "amaba a  Hitler" que el uso preciso y precioso de ese mismo verbo en el discurso del propio Bergman.
Se trata, en definitiva, del oportunismo de gente que aprovecha sentimientos verdaderos de afectados, dolor inmenso de víctimas reales, para autofabricarse una pureza moral no basada en ninguna experiencia ni dolor propios, y desde esa pseudo-pureza lastimar la memoria de gente que ha logrado, simplemente, ser autenticamente grande.
Si la víctima de un campo de concentración reprochara a Bergman este relato de "Linterna mágica", y lo malentendiera como una especie de "confesión de un pasado nazi", podríamos darnos cuenta de que está leyendo mal, pero todos comprenderíamos que su dolor y su experiencia auténticamente reales le impiden leer lo que el autor está contando; podríamos comprender el malentendido -como podemos comprender el relato de Bergman- porque no provendría de ninguna falsa pureza moral, sino del mismo dolor de todos. Pero poner en línea (y dejar en línea años) artículos de difamación impunemente avalados con firmas de supuesta seriedad como "BBC news", no merece refutación sino denuncia y desprecio. Fuente:  www.ibergman.esteparia.org 

Heidegger o de la razón embozada


Un filósofo, casi siempre, es interesante de leer. Escribir sobre uno, considero que no es tarea fácil. Con Martin Heidegger no es la excepción. Desde luego que redactar algo sobre él, creador de un estilo de pensar y de un lenguaje casi propios, se vuelve aún más difícil, por eso sólo bosquejaré su posible relación con el nazismo y algunas críticas al respecto.

Después de la aparición de Ser y tiempo (1927), el prestigio del filósofo alemán en el mundo académico era ya muy grande. Heidegger ingresó al Partido Nacionalsocialista, el 1 de mayo de 1933; apenas diez días antes, Heidegger se había convertido en rector de la Universidad de Friburgo, donde sucedió a su maestro, Edmund Husserl. En el discurso que el nuevo rector dirigió a los estudiantes de Friburgo en el semestre de invierno de 1933-1934 les hizo un llamado pidiéndoles:

Que las reglas de vuestro ser no sean dogmas ni ‘ideas’. El propio Führer, y sólo él, es la realidad alemana presente y futura y su ley. Aprended a saber cada vez con mayor profundidad: a partir de ahora cada cosa exige decisión y cada acto responsabilidad. Heil Hitler.

La idea, al parecer, era que desde ese cargo, Heidegger pusiera en práctica la política del régimen nazi al interior de la academia, además de servir como promotor nazi de la universidad alemana. Por ejemplo, Heidegger participó en uno de los actos académicos más politizados a favor del Führer: la Manifestación de la Ciencia Alemana en Leipzig en noviembre de 1933, organizado por la Asociación de Profesores Nacionalsocialistas de Sajonia. A tal congreso de los “científicos alemanes” más reputados, en apoyo a un plebiscito de Hitler para el 12 de noviembre, se dieron cita rectores de diversas universidades alemanas como la de la Berlín, Gotinga, Hamburgo y por supuesto, Friburgo. En el discurso pronunciado por Heidegger, el ahora denominado “Llamada a los hombres cultos del mundo”, reiteró la idea de que Hitler era ley para Alemania y que el pueblo debía ser guiado por el proyecto de Estado del Führer. En general, durante su breve rectorado, el filósofo alemán realizó más de veinte discursos y conferencias donde, parece ser, puso su pensamiento al servicio de la consolidación del estado nacionalsocialista. Pero no hizo sólo eso.

Günther Anders, intelectual polaco, poseía una postal de propaganda nazi donde podía verse al rector Heidegger desfilar con el uniforme pardo a la cabeza de las SA de la ciudad. Es más, el autor de Introducción a la metafísica daba sus cursos con la camisa parda y consignó que los estudiantes saludaran con un ¡Heil Hitler! Ahora bien, por unos desacuerdos con el alcance de su obra, Heidegger dimitió de su cargo de rector en 1934; sin embargo, Heidegger mantuvo su afiliación hasta el final de la guerra. ¿Revisó, para arrepentirse de ello, su conducta de los dos años anteriores? Tal vez. Esto es justo lo que a continuación discutiremos, pero cabe señalar que hasta 1945 siguió ostentando la cruz gamada y pagando su cuota de militante al partido nacionalsocialista.

Años después, muchos, Heidegger parece que tomó un poco de conciencia de lo que había hecho y llegó a decir que su paso por el rectorado había sido “una gran idiotez” y que Hitler y su grupo era una “pandilla de criminales”; además, señalando su aspecto técnico e instrumental, tildó de “inhumano” al régimen nazi. Ahora bien, no lo hizo público, no lo propagó en los periódicos o medios de divulgación comunes. Eso es lo que llama la atención. ¿Lo hizo de manera filosófica? Habría que ver, la claridad “tradicional” no era lo suyo. Pero pongamos un poco en contexto lo que pasó.

Una propensión hacia sentimientos racistas y nacionalistas, antes y después de la guerra de 1914, era moneda corriente en Alemania. Eso podría explicar en parte la disposición heideggeriana para admirar a al Führer. Probablemente creía, como muchos otros, que Hitler restauraría la dignidad del pueblo y el Estado alemanes “perdidos” con el Tratado de Versalles. Quizás Heidegger deseaba formar parte de este nuevo destino de la nación germana. Sumado a este nacionalismo, pudo derivarse cierto racismo hacia los judíos, pues para muchos eran vistos como un pueblo no ario, con una religión distinta y que no buscaban la cohesión nacional. Uno podría pensar entonces que Heidegger no era un nazi virulento, o como dijo Víctor Farías, “Heidegger no era un nazi biologicista pero sí era un nazi del espíritu”, ya que el filósofo alemán no suscribió un sistema general de discriminación, sino que ese concepto es, más bien presente en su filosofía y en la base misma de su pensamiento. De esta manera, le daríamos la razón a Lyotard, cuando consideró que establecer con certeza la distinción entre textos “filosóficos” y “políticos” de Heidegger es muy difícil.

Ahora bien, el crimen del autor de ¿Qué significa pensar? no reside en ser victimario directo o ejecutante de los judíos o de cualquier otro grupo vulnerado, sino en su silencio frente a las barbaridades del nacionalsocialismo, frente a los homicidios y al exterminio; silencio que prolongó hasta más allá del final de la guerra. Ese es el escándalo: ¿cómo la mente de uno de los filósofos más influyentes del siglo pasado pudo tolerar todo eso? No obstante, su llamado “error” o “desliz” corregido con su renuncia, a muchos les sabe a poco, más aún sabiendo que el nazismo (y el colaboracionismo) de Heidegger estaba profundamente arraigado en él, como muestran distintos investigadores.

Karl Jaspers, antiguo alumno suyo, se sorprendía de que Heidegger alabara la potencia escénica de Hitler representada en sus gestos y sus discursos. Hannah Arendt, anterior amante suya, consideraba que los pensadores acogidos bajo la protección de Hitler, pensemos quizás en Alfred Baeumler y Hans Heyse, eludieron “la realidad de los sótanos de la Gestapo y las cavernas de tortura de los campos de concentración”, por una “deformación profesional”. Según Emmanuel Faye, filósofo francés, nuevas investigaciones comprueban hasta qué punto Heidegger puso a la filosofía al servicio de la legitimación y de la difusión de los fundamentos del nazismo, y “lejos de hacer progresar el pensamiento, Heidegger contribuyó a ocultar el contenido profundamente destructivo de la empresa hitleriana, ensalzando su grandeza” (Faye, Emmanuel, Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía, 2009).

Por nuestra parte, repensemos un poco nuestras ideas. En primer lugar, la idea de que la filosofía heideggeriana sea completamente nazi es una conclusión que se antoja poco rigurosa y acomodaticia, pues excede los límites de la hermenéutica. Suena más a un prejuicio que a un juicio concienzudo, pero habrá que seguir esperando la respuesta de los exégetas. En segundo lugar, hay que señalar que el rectorado de Heidegger coincide con los primeros años del régimen nacionalsocialista, mismos años en que el incremento de la población hacia el nazismo aumentó hasta alcanzar casi el cincuenta por ciento de simpatía en 1933, el filósofo no sería desde luego el único simpatizante (sé que este no es un argumento fuerte, pero como dije, sólo era una leve matización). En tercer lugar, nos causa más que ruido que alguien con la una gran inteligencia y cultura como el filósofo alemán, pudiera estar rodeado de una de las peores aberraciones ideológicas y políticas. Pero esto hay que verlo tal vez con un poco de perspectiva. Si rastreamos en la historia de la filosofía, nos daremos cuenta que grandes filósofos tuvieron un lado quizás no tan amable para nuestra sensibilidad actual. Como muestra, Platón. Él colaboró con gobiernos que hoy diríamos violan muchos de los derechos humanos actuales; recordemos que él mismo buscó instalar su propio gobierno “monárquico” y persiguió a otras formas de pensar, como la de Demócrito, ¡Y Platón nunca se disculpó por ello! Es más, hizo apología de la situación. A esto hay que sumarle el que, por ejemplo, Aristóteles haya tenido esclavos a su servicio, aunque los dejó libres al morir él. Lo queramos o no, no existe ningún tipo de relación necesaria entre el poseer un gran intelecto y los buenos sentimientos o la nobleza de las acciones. Como dijo Isidoro Reguera: “Por suerte o por desgracia, se puede ser un canalla y un gran pensador. Son dos categorías de universos distintos.”

Que si lo político en Heidegger nunca aparece de forma completamente explícita es cierto, pues gracias a la selva negra de su terminología metafísica y a su sospechosa personalidad, el filósofo alemán quedó suspendido entre nuestra duda e incertidumbre. Murió sin haber dicho lo que, a juicio de muchos habría debido decir. Todo eso lo salvó de mayor castigo y hasta le ayudó a convertirse en la figura que, para bien o para mal, es hoy.

Considero que, moralmente hablando, no debe de apreciarse de un pensador sólo su gran racionalidad, sino también la honestidad y buena voluntad de sus principios. Sucede que en algunos casos la razón, y con ella hasta la filosofía, queda embozada por ideologías alienantes, como en el caso de Heidegger. De él podemos decir que actúo en consecuencia con lo que pensaba, pero tanto uno como el otro son muy cuestionables. ¿Pero por qué podemos cuestionarlas? Pues porque están próximas a nosotros, y nuestros juicios y categorías pueden aplicársele casi en su totalidad. Quizás si estuviera más alejado de nuestras consideraciones morales actuales, habría cierto impedimento. Con esto no intento justificar crímenes del pasado, ni hablar de determinismos de épocas ya andadas, sólo deseo recordar que nuestras condiciones de posibilidad históricas son diferentes de las del pasado. Como me dijo un amigo, en estos tiempos, tildar a Platón de esclavista es casi como juzgar a los primeros Sapiens por no ser veganos.

Finalmente, quiero acabar esto con un recuerdo. En algún seminario en la universidad le pregunté a un profesor, doctor en filosofía por una universidad berlinesa, quien hizo su tesis doctoral precisamente sobre este autor, sobre si él estaba de acuerdo en dividir la investigación filosófica de Heidegger en dos períodos importantes (un poco como la idea de un primer Wittgenstein y uno segundo). Su respuesta, espontánea y natural, la recuerdo perfectamente: “¡Heidegger fue el mismo perro nazi de siempre!”. Concuerdo con mi exprofesor en una cosa: que el autor de Ser y tiempo haya practicado un “nazismo privado”, no deja de hacerlo un nazi como tal. Pero lo de perro, ¿qué culpa tiene el pobre animal? Fuente: www.revistaesnob.com 

Pol Pot




Saloth Sar (Prek Sbauv, Camboya, 19 de mayo de 1925 – Camboya, 15 de abril de 1998), conocido como Pol Pot, fue un dictador camboyano y el principal líder de los Jemeres Rojos desde la génesis de éstos en la década de 1960 hasta su muerte en 1998. Fue también primer ministro de "Kampuchea Democrática", que fue la forma en la que se constituyó políticamente el actual Reino de Camboya bajo el poder de su dictadura entre 1975 y 1979. Forjador de un estado de corte maoísta, Saloth Sar pasó a la historia como el principal responsable del denominado genocidio camboyano, que en la actualidad es la principal razón de la constitución de un tribunal internacional desde 2006 para juzgar a los líderes supervivientes del régimen.
Una vez conquistado el poder en 1975, Saloth Sar llevó a cabo una drástica política de reubicación de la población de los principales centros urbanos hacia el campo como una medida determinante hacia el tipo de comunismo que deseaba implantar. Los medios empleados incluyeron el exterminio de los intelectuales y otros "enemigos burgueses". El resultado de ello fue la desaparición de entre un millón y medio y dos millones de personas. Tomando las estadísticas presentadas por K. D. Jackson, el 17 de abril de 1975, año en el cual los jemeres rojos tomaron Phnom Penh, había en Camboya una población de 7,3 millones de habitantes, mientras que tres años después, en 1978, la población disminuyó a 6 millones. K. D. Chandler señala como razones de este drástico descenso de la población -que calcula en 1,5 millones de desaparecidos- a la malnutrición, los trabajos forzados y las enfermedades mal atendidas en general, pero 200.000 personas, probablemente más, fueron ejecutadas sin juicio, clasificados como "enemigos", entre los que se contaban niños, ancianos y personas pertenecientes incluso al mismo Partido.12 Porque la mayoría de las víctimas pertenecían a la etnia jemer, Jean Lacouture denominó a este proceso "auto-genocidio".
Su política incluía la oposición a Vietnam, que hizo efectiva con numerosos ataques a ese país,14 lo que causó una invasión masiva de Camboya en 1979 que precipitó su régimen hacia su fin.

Infancia y primeros estudios 

Saloth Sar nació en Prek Sbauv, Kompung Thom, Camboya, el 19 de mayo de 1925, siendo el menor de siete hijos de un próspero hacendado. A los seis años su familia se trasladó a Nom Pen para vivir con su hermano, un oficial de la Guardia Real, donde Sar frecuenta la Pagoda de Plata. Su familia tenía conexiones con la familia de la Dinastía Norodom: una prima de Saloth Sar había crecido en el Palacio Real como bailarina y llegó a ser esposa consorte del rey Sisowath Monivong. Su hermana mayor, Saroeung, fue elegida también como consorte del rey a los 15 años y en 1928 su hermano mayor, Loth Suong, comenzó una carrera de protocolo en la corte, hecho que pondría a Saloth Sar en contacto con la élite de la capital y del budismo camboyano. Aprendió bien el francés y estudió con la élite católica de Camboya en la universidad de la Sorbona, aunque nunca recibió un diploma.
Como muchos estudiantes de su tiempo, Saloth Sar se unió a los movimientos anticolonialistas de la Indochina francesa (Camboya, Vietnam y Laos) liderado por el que sería el máximo representante de la revolución vietnamita: Ho Chi Minh. Entraría entonces en contacto con el Partido Comunista Indochino, que era entonces ilegal en el país.

Saloth Sar en Francia 

En 1948, bajo la regencia del joven rey Norodom Sihanouk, fue enviado a París con jóvenes como Thiounn Thioeunn, Chumm y su hermano Mumm para estudiar literatura francesa. En la capital del país Galo demostró gran nacionalismo y la oposición a cualquier injerencia vietnamita en los asuntos camboyanos. En julio de 1946 los miembros de este grupo rehusaron asistir a una reunión con Ho Chi Minh, en la Conferencia de Fontainebleau, a las afueras de París. 
Se interesó poco en los estudios -nunca los finalizó- y formó parte del "capítulo camboyano" del Partido Comunista camboyano, lo que lo llevaría a fundar el llamado "Grupo de Estudio de París", célula principal que generaría a los futuros Jemeres Rojos y en el cual participarían Ieng Sary, Khieu Samphan, Khieu Ponnary y Son Sen, quienes serían piezas claves en la conformación de dicho movimiento. Dicho grupo se dedicó entonces a la profundización de las ideas marxistas y del comunismo siempre en relación con el Partido Comunista Francés. Trabajaron arduamente en adherir a los estudiantes camboyanos en Francia a sus ideas revolucionarias en contra de la monarquía del rey Norodom Sihanouk, quien entonces avanzaba en su propia lucha anticolonialista. De la misma dice en su obra Monarquía o democracia:
La monarquía es un vil postulado que vive de la sangre y el sudor de los campesinos. Sólo la Asamblea Nacional y los derechos democráticos darán a los camboyanos un espacio de respiro... La democracia que reemplazará a la monarquía es una institución sin igual, pura como el diamante.
Se casa con Khieu Ponnary, la primera mujer camboyana en obtener un diploma, y escogen el aniversario de la Toma de la Bastilla, 14 de julio de 1956, para su matrimonio y para su regreso a Camboya. Ieng Sary se casaría con la hermana de Khieu Ponnary, estudiante de Shakespeare, de nombre Khieu Thirith. El "Grupo de Estudio de París" sería la célula principal de los acontecimientos que se desarrollarían en las siguientes cuatro décadas.

Regreso a Camboya 

En 1953 Saloth Sar regresó a Camboya sin haber obtenido ningún diploma. Saloth Sar da clases de francés en dos establecimientos privados de Phnom Penh, Chamroeun Vichea y Kampuchaboth (1956-1963). La Camboya de la época vive una situación convulsionada entre el rey Norodom Sihanouk, quien pretendía tomar la bandera de la independencia del país y no dejar que lo hicieran los comunistas, y las facciones radicales que exigían a Francia una independencia inmediata.
El futuro Pol Pot se une entonces a la alianza comunista "vietnamita-jemer" en donde los vietnamitas le enseñan cómo "trabajar con las masas de base, fundar los comités de independencia a nivel de aldeas, miembro por miembro", pero según testimonio de un antiguo camarada de Pol Pot, éste decía que la independencia camboyana debía ser liderada exclusivamente por los mismos camboyanos. Los intentos de restablecer el antiguo orden colonial por parte de Francia después de la derrota de Japón en 1945 se vieron obstaculizados por un fuerte sentimiento nacionalista manifestado en protestas y que tendría como máximo estímulo la detención de dos monjes budistas en 1942 por sus sermones pro-nacionalistas. Algunos de los monjes se unirían a las luchas por la independencia; dos de los más célebres serían Son Ngoc Minh y Tou Samouth que en 1946 se afiliarían al Partido Comunista de Indochina liderado por Ho Chi Minh y que serían los fundadores del Partido Comunista de Camboya. Pero el ideal de Saloth Sar siempre permaneció firme respecto a mantener una separación de cualquier influencia vietnamita o de otras naciones.

Saloth Sar como revolucionario 

El Partido Comunista Indochino se disolvió en 1951 en las tres facciones nacionales (Vietnam, Camboya y Laos). La facción camboyana daría origen al Partido Revolucionario Popular de Kampuchea" o PRPK (traducción al español) con la presencia preponderante de Saloth Sar y su "Grupo de Estudio de París", como ya se ha indicado.
El rey Norodom Sihanouk adelantaría una campaña de represión del comunismo en el país, tanto previa como posterior a la independencia en 1954 y su reconocimiento en 1957, en parte también motivado por su temor a cualquier influencia vietnamita. En 1962 fue asesinado Tou Samouth, el principal líder del comunismo camboyano y cuya muerte permanece sumida en el misterio. Algunas fuentes sugieren que ello formaba parte de la estrategia de Saloth Sar para garantizar el dominio absoluto de su liderazgo en el Partido Comunista, lo que efectivamente se presenta, como sugiere Kiernan:
Su gran familiaridad con el escenario político urbano y su aparente asesinato de Tou Samouth en 1962, finalmente permite al grupo de Pol Pot tomar el liderazgo del Partido Comunista a principios de 1963. 
Asimismo, N. Chanda sostiene que:
Siguiendo la misteriosa desaparición de Samouth en julio de 1962, Pol Pot tomó la responsabilidad del secretariado del partido clandestino. Pronto Pol Pot, su cuñado Ieng Sary, Son Sen y otros huyeron a las selvas para la reorganización clandestina del partido. No se supo de ellos hasta 1970. 
La disputa entre el radicalismo de Saloth Sar caracterizado por su posición abiertamente antiestadounidense y antivietnamita por un lado y quienes defendían un comunismo moderado por el otro se hace evidente y le trae antipatías de parte de Vietnam ya a finales de los 60. Así lo expresó el viceministro de relaciones exteriores de Hanói al periodista Nayan Chanda, en 1978, refiriéndose al grupo de Pol Pot como "partisanos no tuvieron una participación activa en las luchas de independencia, no siguieron la línea correcta del lado vietnamita en Camboya y cuyo comunismo era infantil".

Comienza la Guerra de Vietnam 

La guerra de Vietnam (1964-1975) significaría para Camboya la apertura a un largo periodo de guerra e inestabilidad. El príncipe Norodom Sihanouk, entonces primer ministro, declaró al país neutral en el conflicto. Denunció reiteradamente la injerencia de otros estados en una situación que Sihanouk veía como exclusiva de los vietnamitas en su intento de reunificar el país. Esta postura "anti-intervencionista" le puso en contraposición de los intereses estadounidenses. Por su parte, Estados Unidos insistió en que el príncipe sostenía una neutralidad ficticia y que prestaba el territorio camboyano como refugio del Vietcong. El 18 de marzo de 1970 mientras el príncipe estaba en una gira internacional, el general Lon Nol, con el respaldo del gobierno de los Estados Unidos, llevó a cabo un golpe de estado y alineó a Camboya con los Estados Unidos y Vietnam del Sur. Este hecho no significó otra cosa que una oportunidad histórica para Saloth Sar. Con el príncipe alejado del poder y un enemigo visible como Lon Nol, los Jemeres Rojos podrían coger las banderas de la liberación del país que Sihanouk no había permitido durante la independencia del mando francés. El "Grupo de Estudio de París" tomó el control definitivo del PRPK y le cambió el nombre por el de "Partido Obrero de Camboya". Entre sus primeras decisiones estaría la separación definitiva de cualquier nexo vietnamita. Saloth Sar ya había sido elegido primero "Camarada Tres" en el comité central del partido y - después de la misteriosa muerte de Samouth - "Secretario General" del POC en 1968. En julio de 1970, después del golpe de Estado de Lon Nol, Saloth Sar y muchos de los miembros del POC dejaron Phnom Penh y crearon una guerrilla denominada "Oficina 100" en las fronteras con Vietnam del Norte, al noreste de Camboya. En ese momento el Vietcong le pidió retrasar su agenda revolucionaria en Camboya hasta que los estadounidenses fuesen expulsados de Vietnam del Sur.
Saloth Sar es bien recibido en China, hecho que le convence de desligarse todavía más de los vietnamitas, motivo por el cual apoya el cambio de nombre del partido por "Partido Comunista de Kampuchea" (PKK), pero el común de la gente comienza a llamarlos "Jemeres Rojos" (Kamae Poah Krojón" en Khmer o "Khmer Rouge" en francés). El comité central de tal partido es conocido como "Angkar", traducido como "la nación" o "la organización".
Después de un viaje a Vietnam del Norte, se refugia en el noreste de Camboya para vivir con una tribu montañesa. Impresionado por la simplicidad de su vida, con pocas cosas materiales, se convence entonces que ése es el ideal del comunismo. Ese mismo año surgen brotes revolucionarios en varias provincias del país y, un año después, los Jemeres Rojos tenían casi controlada toda la región montañosa del norte y las fronteras con Vietnam; además establece el "Ejército Revolucionario de Camboya". Con la ayuda de los Estados Unidos, el ejército oficial de Lon Nol intentó débiles campañas en contra de la guerrilla, pero sin éxito.
En marzo de 1969 Estados Unidos llevó a cabo bombardeos "secretos" al norte de Camboya, tratando de destruir los refugios del Vietcong y cortar el final de la Ruta Ho Chi Minh. Autorizados por el recién elegido presidente Richard Nixon y liderados por su director de seguridad nacional Henry Kissinger, tales bombardeos se pueden considerar ilegales puesto que Estados Unidos no había hecho una declaración de guerra oficial contra Camboya ni dado el tiempo establecido por la legislación internacional para una acción de este tipo. Durante catorce meses fueron lanzadas en suelo camboyano 110.000 t de bombas, y los bombardeos continuarían hasta 1973, por lo que se determina que fueron 539.129 t. en total, es decir, tres veces y media más de lo que Estados Unidos lanzó contra Japón durante la II Guerra Mundial. Las víctimas camboyanas llegaron a las 600.000 muertes y fuentes de la CIA estimaron que dichos bombardeos no hicieron otra cosa que incrementar la popularidad de los Jemeres Rojos entre los campesinos camboyanos del norte del país. Tan sólo entre 1969 y 1973 se contaron 150.000 víctimas civiles. 
En 1973 se producen los primeros éxitos significativos de los Jemeres Rojos contra el ejército republicano de Lon Nol y el 60% del país quedó bajo su control. Mientras Nixon, sin autorización gubernamental, intensificaba los bombardeos contra el país en un desesperado intento por detener la avanzada guerrillera, de la misma manera que estaba sucediendo en Vietnam del Norte.

Debilitamiento de los Estados Unidos 

La Península Indochina ardía en una guerra de grandes proporciones y el gobierno de los Estados Unidos se dio cuenta muy tarde del fracaso de sus políticas. Mientras Vietnam del Norte avanzaba sin tregua para alcanzar su objetivo de reunificación bajo dominio comunista, los Jemeres Rojos cerraban desde todos los puntos del país a Phnom Penh como una tenaza, ante lo cual se dieron las primeras salidas precipitadas de extranjeros y miembros simpatizantes de Lon Nol. Los Jemeres Rojos argumentaban que su lucha era para defender y restituir al poder al depuesto príncipe Norodom Sihanouk que hacía el papel de gobernante en su exilio de China mientras tanto, sin poder tomar parte en el nuevo capítulo de historia que se escribía en su patria. En 1974 los hombres de Saloth Sar capturan la antigua capital, la Ciudad de Udong, a pocos kilómetros al norte de Phnom Penh. La ciudad fue destruida y sus habitantes dispersados como preludio de lo que vendría después. En abril de 1975 la capital estaba completamente sitiada, sus calles atestadas de refugiados que huían unos de los bombardeos estadounidenses y otros del avance de la guerrilla: dos millones de refugiados se hacinaban en Phnom Penh ese año. Los guerrilleros cortaron todos los medios de contacto con la capital y el fin de la guerra era cuestión de días.

La caída de Nom Pen 

El 17 de abril de 1975 está marcado como la caída de Nom Pen bajo el avance de los Jemeres Rojos. Los estadounidenses tuvieron que abandonar un intento de suministrar alimentos y energía a la ciudad con un puente aéreo al estilo del de Berlín cuando el Aeropuerto Internacional de Pochentong fue blanco de intensos ataques guerrilleros, mientras el dictador Lon Nol huyó llorando por su país en un helicóptero estadounidense hacia Hawái.28 Lon Nol nunca más regresaría a Camboya. Si bien los estadounidenses, los extranjeros de otras nacionalidades de cierta significación política y la plana mayor del dictador fueron evacuados, los yanquis dejaron en la sitiada ciudad mandos medios y un gran número de personas que serían carne de cañón para el nuevo régimen.
En el ánimo de los dos millones de personas que se encontraban en la ciudad el 17 de abril, la victoria evidente de la guerrilla sobre los ocupantes y el dictador significaba de alguna manera el fin de las penurias de la guerra. Por esta razón los Jemeres Rojos fueron recibidos con la esperanza de que la paz llegaría por fin al país. Pero los "habitantes de la ciudad" no estaban dentro de los planes de Saloth Sar y los suyos. Pronto mostrarían hacia ellos una violencia inusitada y los denominarían "enemigos de Estado" bajo el código "gente del 17 de abril". A los ojos de Saloth Sar, los habitantes de la ciudad representaban la clase opresora, mientras que el pueblo legítimo era sólo el campesinado. Dos millones de habitantes de la capital y de las poblaciones principales del país fueron obligados a ir al campo. Saloth Sar comenzó entonces a usar el nombre de Pol Pot y declaró a 1975 como el Año Cero, con lo que quería indicar el inicio de un proceso de "purificación" de la sociedad camboyana del capitalismo, la cultura occidental, la religión y cualquier influencia extranjera, en cuya mira estaban principalmente los vietnamitas. El 13 de abril Camboya había celebrado el inicio de un nuevo año según su propio calendario nacional, fin del "año del tigre" y el comienzo del "año de la liebre". Al día siguiente, la capital recibió los primeros impactos de la guerrilla y un auténtico "año nuevo" comenzaría para Camboya.
Saloth Sar, ahora definitivamente Pol Pot, estuvo siempre a favor de un completo aislamiento del país, una economía autosuficiente y un estado agrario. Todos los extranjeros, que se refugiaron en la embajada francesa, fueron expulsados, las embajadas cerradas (con excepción de la francesa y algunas de ciertos países simpatizantes como China y Corea del Norte). Comienza la aplicación inmediata, sin términos medios, de un comunismo radical de tipo maoísta en lo que se denominó el "gran salto". Fue el primer y hasta ahora único país que vivió semejante experiencia y de una manera drástica con medidas como:
- Abolición de la moneda.
- Abolición del mercado.
- Abolición de las escuelas.
- Destrucción de cualquier infraestructura urbana.
- Conversión forzada de toda la población camboyana en cultivadores.
Todas las ciudades, aldeas y centros urbanos fueron vaciadas, los habitantes procedentes de los principales centros urbanos como Phnom Penh y Battambang fueron clasificados como la "Gente del 17 de abril", es decir, aquellos que antes de esa fecha no se habían unido a las guerrillas comunistas y que, según la mentalidad de Saloth Sar y de los Jemeres Rojos, se habían puesto del lado de Lon Nol y de los Estados Unidos. Esa "Gente del 17 de abril" fueron víctimas de sospechas de espionaje, colaboración con poderes extranjeros, burgueses y enemigos del "pueblo". Todos los camboyanos fueron llevados a trabajar en el campo.

Creación de la Kampuchea Democrática

Entre noviembre y diciembre de 1975 se llevó a cabo un encuentro nacional de miembros del Partido en el Estadio Olímpico de Phnom Penh. Nuon Chea proclamó entonces que la nueva Camboya tenía ya dos universidades: una era el trabajo productivo y la otra el combatir al enemigo vietnamita. Era el preludio de la "guerra después de la guerra" como fue llamada por el periodista N. Chanda en su obra. El 5 de enero de 1976 los Jemeres Rojos declararon el nacimiento del nuevo Estado con el nombre de Kampuchea Democrática (ver "Constitución Política de la Kampuchea Democrática"). El Príncipe Norodom Sihanouk, quien había regresado como un supuesto jefe de Estado restituido al poder después de la dictadura, había ya perdido cualquier capacidad de influencia sobre los asuntos políticos de su país y era tan sólo una figura protocolaria, casi al mismo estilo del tiempo colonial. Fue pronto obligado a renunciar a su cargo como Primer Ministro y es puesto literalmente en prisión en el Palacio, uno de los únicos remanentes de la destruida Phnom Penh. Asumió entonces la presidencia Pol Pot, aunque su identidad, así como las de los máximos dirigentes de la Kampuchea Democrática y de "Angkar" (el Partido) siempre estarían en secreto (la gente no sabía quién era en verdad "Pol Pot" ni le asociaban con "Saloth Sar", también conocido como "Camarada Uno"). En principio, Pol Pot fue oficialmente el Primer Ministro de la Kampuchea Democrática, pero después dicho cargo pasará a Ieng Sary, aunque Pol Pot retendrá de facto el poder.
La aseveración de Pol Pot de que la liberación del país había sido hecha sin injerencias extranjeras es difícil de demostrar. Evidencias suministradas tanto por la CIA como por Vietnam demuestran que el Vietcong facilitó armamento a los Jemeres Rojos para tomar Phnom Penh, la cual cayó antes que Saigón, el 29 de abril de 1975. De la misma manera, China contribuyó con artillería a cambio del caucho camboyano. Sin embargo, la posición de Pol Pot fue siempre la de demostrar que Camboya no necesitaba de ninguna fuerza extranjera para sobrevivir, y en tal sentido mantuvo al país en un aislamiento casi total durante el tiempo del régimen. Una de las obsesiones del líder fue la de proteger al partido central de los que consideraba peligros externos e internos, y por lo tanto fue considerada prioritaria para él la existencia de todo un sistema de defensa que incluía prisiones de alta seguridad, tales como la S-21. En el caso de S-21, la principal, pero no la única, institución de interrogación en el país, Goffman define a ésta como un ejemplo extremo de total institucionalización cuya misión era la de "proteger al Partido asesinando todos los prisioneros y en parte alterando sus biografías para ponerlas acorde con los requerimientos y sospechas del Partido". Si bien se dice en términos generales "prisión", Chandler la denomina más bien como un centro de torturas e interrogación en sentido más estricto. En una entrevista que Pol Pot concedió en 1997 al periodista Nate Thayer, éste negó cualquier conocimiento de la existencia de S-21:
Tomé sólo grandes decisiones en grandes temas. Quiero decirle a usted - Tuol Sleng fue una exhibición vietnamita. Un periodista escribió sobre eso. Le gente habla de Tuol Sleng, Tuol Sleng, Tuol Sleng... Cuando escuché por primera vez acerca de Tuol Sleng fue en la Voz de América. Lo escuché dos veces. 
Chandler comenta al respecto que Pol Pot debió conocer Tuol Sleng bajo el código "S-21". La periodista Christine Chameau entrevistó a Ieng Sary, el segundo hombre fuerte de la Kampuchea Democrática, quien respondió al respecto:
"Nunca dije que no había oído acerca de Tuol Sleng... Siempre hablábamos en nombres codificados y seguridad fue para nosotros S-21".
A la pregunta de quién daba las órdenes sobre S-21, Ieng Sary respondió:
"Para cosas políticas como esa, Khieu Samphan"
Tanto para Thayer como para Chandler, esta última respuesta de Ieng Sary carece de documentos históricos que la corroboren. Los dos hombres de mayor alto rango en S-21 reportaban directamente a los que se denominaban los "camaradas mayores" (en khemer: "bong kang le"), los cuales permanecieron inamovibles durante todo el tiempo del régimen: Pol Pot, Nuon Chea, Ta Mok, Son Sen y Khieu Samphan.

Desaparición de una cuarta parte de la población

Comienza así un período de la historia camboyana en el que, según la mayoría de las fuentes, perecería una cuarta parte de la población, lo que ha sido generalmente calificado de genocidio camboyano. Este periodo fue ignorado por la comunidad internacional en su tiempo, en parte por el movimiento de muchos grupos occidentales que veían con simpatía a un país que había logrado derrotar al imperialismo yanqui. El total aislamiento del país hacía difícil mantener una observación internacional de los sucesos, y protestas solitarias como la de François Ponchaud (un misionero católico) o también las denuncias de Amnistía Internacional fueron vistas con descrédito. Sería después de la invasión vietnamita de 1979 y el ingreso en la Organización de las Naciones Unidas en 1993 cuando el mundo abriría los ojos a la realidad del drama humano vivido allí entre 1975 y 1979. El criterio estadístico que se ha seguido para determinar los asesinados por los Jemeres Rojos es el de restar la población antes de la caída del Gobierno a la que había cuando llegaron al poder más la documentación encontrada de los procedimientos en las prisiones, especialmente S-21, las excavaciones de las fosas comunes y los testimonios de sobrevivientes, material sistematizado en la actualidad por el Centro de Documentación de Camboya (DC-Cam). 
De acuerdo a las conclusiones de D. Hawk, los siguientes fueron los crímenes imputables al régimen de Pol Pot:
Torturas sistemáticas.
Práctica extensa de ejecuciones extra-judiciales.
Programas específicos de genocidio contra grupos religiosos y minorías étnicas.
Disminución sustancial de la población nacional.
Las evidencias que prueban la existencia de dichos actos pueden ser clasificadas de la siguiente manera:
Testimonios de los sobrevivientes, tanto de víctimas como de los mismos victimarios. Los relatos de las víctimas forman parte incluso de la tradición oral en la Camboya contemporánea.
Testimonios de los refugiados de guerra en Tailandia, especialmente después de iniciada la invasión por parte de Vietnam. Los refugiados fueron los primeros en dar a conocer los primeros relatos del sanguinario régimen. Estos testimonios han producido una gran cantidad de material documental en la actualidad como libros, vídeos y arte gráfico. Los testimonios coinciden todos en los siguientes hechos históricos:
La evacuación precipitada de los grandes centros urbanos.
La marcha forzada durante un periodo de tres meses hacia diferentes sectores del país.
La ruda colectivización de la producción y la colectivización de la vida cotidiana (todos tenían que vivir juntos).
La abolición de la moneda.
Los ataques cotidianos a las religiones y a las tradiciones culturales.
La realización rutinaria de ejecuciones sumarias.
El hambre y las epidemias.
Los centros de interrogación y tortura descubiertos por los vietnamitas en 1979.
Las fosas comunes encontradas y excavadas con esqueletos humanos de todas las edades.
El dramático descenso de la población a escala global en al menos un millón y medio de personas y, asimismo, la reducción de minorías étnicas como los Cham o camboyanos de origen vietnamita y la de origen chino.
La gran cantidad de material elaborado en esa época por los mismos Jemeres Rojos como las fotografías de las víctimas, sus testimonios firmados bajo tortura, informes elaborados por mandos medios a superiores, órdenes y cartas.

Decadencia del régimen 

En 1977 se revela que "Angkar" es el Partido Comunista Camboyano, (PCC). Se producen considerables hambrunas en el país, comienzan conflictos en las fronteras con Tailandia, Laos y Vietnam y este último comienza a tener más relaciones con la URSS que con China.
Pol Pot anunciaría en diciembre de 1976 a todos los oficiales que debían prepararse para una guerra de guerrillas y convencional y por primera vez habla de Vietnam como "enemigo de la Kampuchea Democrática". El 27 de enero de 1977 una incursión de los Jemeres Rojos asesinó a 30 campesinos tailandeses mientras empezaban a causar disturbios en las fronteras con Laos. Pero los acontecimientos más graves se darían en la frontera con Vietnam: según los informes vietnamitas, desde marzo de 1977 los Jemeres Rojos lanzaron continuos ataques en la zona suroccidental de Vietnam con incursiones que atacaron al ejército de ese país y a la población campesina, especialmente en Ha Tien y Chau Doc. Dichos informes vietnamitas coinciden con testimonios de refugiados de ese país en el exterior según los Archivos Contemporáneos de Keesing. Pol Pot aseguraba entonces que el enemigo [Vietnam], no se "atrevería a atacarnos" porque, según su modo de ver, Vietnam era menos potente que Camboya (posiblemente confiado en la amistad que tenía con China y la enemistad de China con Vietnam). Para Pol Pot, la manera en la que Vietnam atacaba a Camboya no era abiertamente, sino de manera silenciosa, infiltrándose en las filas jemeres. Esto le llevaría a desarrollar una auténtica paranoia que lo llevaría a buscar el "enemigo oculto" en el interior de su propio partido. Por el contrario, Vietnam siempre se referiría al comunismo camboyano como "su hermano", según lo testimonian refugiados camboyanos que entraron en Vietnam en 1977. Sería solo a partir de 1978 cuando las autoridades vietnamitas comenzarían a ver a los Jemeres Rojos de otra manera.
"Kampuchea Krom" fue una antigua provincia camboyana que pasó a manos de los vietnamitas en el siglo XIX y que hoy es el sur de Vietnam. En la actualidad existe una población significativa de vietnamitas de etnia jemer que se sienten naturalmente más cercanos a su patria ancestral que a Vietnam. Desde la perspectiva de Pol Pot, la "recuperación" de dicho territorio era un deber histórico para Camboya y ese fue el principal causante de los ataques en el suroeste del Vietnam, en donde murieron numerosos campesinos vietnamita de distintas etnias de la región, entre ellas la jemer.
El 6 de enero de 1978, Pol Pot se dirigiría así a las tropas en la zona oriental:
Cada camboyano ha de matar 30 vietnamitas con el fin de avanzar hacia la liberación, luchar fuertemente para recuperar el sur de Vietnam. 
En una entrevista que hizo Ben Kiernan a Heng Sarim sobre el propósito de las incursiones en Vietnam, este respondió:
Él dijo [Pol Pot] que teníamos que liberar esa parte y hacer rebelarse a la gente del sur y derrocar a Vietnam y tomar el sur... Él nos dijo que teníamos que motivar a los Jemeres que vivían en el sur de Vietnam, los "jemeres krom", a alzarse en rebelión. 
Mientras los Jemeres Rojos se concentraban en atacar a todos sus "enemigos", Radio Phnom Penh convocaba a los habitantes del oriente del país a "levantar las banderas del celo nacional, confrontar el deber de odio y de sangre en contra del... expansionismo y el anexionismo". 
En 1978, Pol Pot lanzó la campaña para "descubrir" lo que él llamaba "el enemigo oculto". Su idea de que el Partido y el Ejército estaban infiltrados de vietnamitas y de agentes de la CIA hizo que muchos de sus hombres fueran detenidos, interrogados, torturados y ejecutados. La teoría del régimen fue que dentro del Partido había "enemigos" y que localizarlos y eliminarlos era una obligación a toda costa. Los "enemigos contra-revolucionarios" debían desaparecer, en un proceso que Pol Pot llamó de "barrida y limpieza" (boh somat). Uno de los lemas del partido era "una mano para la producción y otra para combatir al enemigo". Vann Nath, uno de los pocos sobrevivientes de S-21, dijo a Alexander Hinto que "la palabra enemigo tenía un gran poder... al escucharla, todos nos poníamos nerviosos. 
El "enemigo oculto" se volvió una obsesión para Pol Pot y si no existían, él mismo no tardaría en crearlos. Para él los "enemigos externos" eran visibles, fáciles de identificar y de combatir, pero los "enemigos en el interior" eran una tarea en la que todos debían implicarse. En su anuncio de la existencia del Partido Comunista de Kampuchea (PCK), dijo a la asamblea:
Dentro de la sociedad camboyana existen semejantes contradicciones de vida y muerte como enemigos que pertenecen a variadas redes de espionaje trabajando para los imperialistas y reaccionarios internacionales que planean entre nosotros llevar a cabo acciones subversivas, actividades en contra de la revolución... Esos elementos son un número reducido, solo un uno o dos por ciento de la población. 
Interpretando literalmente las palabras del discurso de Pol Pot y siguiendo la lectura de Chandler, el 1 ó el 2% de la población camboyana entonces representaba 140.000 personas de 7 millones de habitantes, es decir, todas esas personas eran consideradas "enemigos del Estado". Pol Pot decía que los enemigos no podían ser tratados de la misma manera: unos debían ser "re-educados" y otros debían ser "neutralizados". Mientras se mantenía dicho discurso, cientos de personas eran interrogadas, torturadas y ejecutadas en S-21.
En 1978, durante el aniversario de Partido Comunista de Kampuchea, Pol Pot expresó:
El 17 de abril de 1975 significó una gran victoria como nunca se había visto en más de dos mil años de historia de Kampuchea. Matar a los enemigos de la revolución fue otra meticulosa victoria próxima a los eventos del 17 de abril. 
El 10 de mayo del mismo año, en una transmisión de "Radio Kampuchea Democrática", dirigiría las siguientes palabras en el contexto de los ataques a Vietnam:
Debemos combatir para defender la independencia, soberanía e integridad territorial de Camboya. Debemos vivir autónomamente, defendiéndonos. Debemos tratar de eliminar el creciente número de enemigos, tantos como nos sea posible y tratar de mantener nuestras fuerzas al máximo. Tenemos una fuerza pequeña, pero tenemos que atacar a fuerzas grandes. Ese es nuestro lema guía. 
Los ataques reiterados a territorio vietnamita y las persecuciones dentro del propio partido se unirían para precipitar rápidamente el fin del régimen. Comenzó ya desde 1978 una oleada de deserciones que prepararían los elementos para un nuevo episodio en suelo camboyano: la invasión vietnamita efectuada con los propios camboyanos.

Invasión vietnamita 

El 25 de diciembre de 1978 Vietnam lanza una invasión militar de Camboya con los propios camboyanos que se habían refugiado en ese país. Entre ellos estará un joven que será el futuro líder de la Camboya de post-guerra, Hun Sen, y que había desertado de los Jemeres Rojos junto con otro grupo significativo de personas, que hoy conforman la cúpula máxima del gobierno del Reino de Camboya.
El 7 de enero de 1979 Vietnam toma Phnom Penh. El Príncipe Norodom Sihanouk huye a China y Pol Pot y sus hombres huyen a las selvas del noroeste. Vietnam funda la llamada República Popular Camboyana (RPC), con Heng Samrin, antiguo militante de los Jemeres Rojos, como Jefe de Estado. Éste tiene que afrontar las hostilidades del Frente de Liberación Nacional del Pueblo Camboyano, movimiento no comunista, liderado por Son Sann, y del Frente de Unidad Nacional para una Independencia Neutral, Pacífica y Cooperativa (FUNCINPEC), liderado por el príncipe Norodom Sihanouk. En febrero, China lanza una invasión limitada de Vietnam como respuesta a la invasión vietnamita de Camboya, pero se retira pronto alegando que ya había castigado bastante a Vietnam, aunque parece que tuvo influencia las buenas relaciones Vietnam-URSS.
El General Vo Nguyen Giap fue el responsable de dirigir la invasión de la Camboya de Pol Pot con 100.000 soldados y 20.000 guerrilleros jemeres del que se hacía llamar "Frente Unido de Kampuchea" cuyo dirigente era un ex-Jemer rojo, Heng Samrin. La invasión, en la cual Pol Pot no creyó hasta que no la vio sobre Phnom Penh, comenzó el 25 de diciembre de 1978 y el 7 de enero de 1979 el territorio camboyano estaba casi sometido en las regiones más importantes. El 17 de enero de 1979, China comenzaría en represalia su propia invasión de Vietnam, que de todas maneras no alcanzó las proporciones de las de Vietnam en Camboya. De todas maneras, las hostilidades en la frontera chino-vietnamita continuarían hasta la retirada del ejército vietnamita de Phnom Penh. Si bien la ocupación vietnamita le dio a Pol Pot una nueva bandera para una nueva campaña de liberación nacional y en la cual encontró el respaldo de varios países como Tailandia, que temía al comunismo vietnamita, China continuó respaldándole y los mismos Estados Unidos pretendieron utilizarle como un medio de contraposición para la hegemonía del Vietnam en la región. 
La imagen de Pol Pot bien pronto se empañaría mientras iban haciéndose públicos los testimonios de víctimas sobrevivientes y refugiados y se encontraron numerosas evidencias de las atrocidades cometidas. Las divisiones en el interior del Partido, iniciadas antes de la invasión vietnamita, lo resquebrajarían, y Pol Pot sería contestado incluso por figuras de su entera confianza como Ieng Sary, quien llegaría a hacerle enteramente responsable de los desmanes del régimen, una posición que seguirían los demás líderes de los Jemeres Rojos, especialmente después de los diálogos de paz con el nuevo Gobierno.

Decadencia de Pol Pot

En 1982 los Jemeres Rojos, el FLNPC y el FUNCINPEC forman una coalición contra Vietnam. El príncipe Norodom Sihanouk es escogido como presidente de la Coalición, Khieu Samphan es el vicepresidente y Son Sen el primer ministro. Refugiado en las selvas, Pol Pot renuncia como comandante de los Jemeres Rojos en la insurgencia en 1985, aunque retiene su supervisión. En 1987, organiza encuentros con Hun Sen, el primer ministro de la PRK y aunque se abren vías de comunicación, no se llega a acuerdos. En mayo de 1988 Vietnam anuncia planes de retirada de sus 50.000 soldados de Camboya para fines de año. En julio de 1988 los representantes de todas las partes en conflicto se reúnen en Bogor, Indonesia. Vietnam condiciona su retirada de Camboya a la completa desaparición de los Jemeres Rojos. China exige la completa retirada de Vietnam, pero no acepta ningún papel de Pol Pot en el gobierno que se ha de formar. China reprocha a la URSS su respaldo a la presencia vietnamita en Camboya. Del 30 de julio al 30 de agosto de 1989 se produce la Conferencia Internacional sobre Camboya en Francia. China promete suspender las ayudas a los Jemeres Rojos y se exige a Vietnam que se retire del país. Hun Sen queda a la cabeza del país como primer ministro.
El 23 de octubre de 1991, las cuatro facciones enfrentadas firman el tratado de paz estableciendo un gobierno de transición supervisado por las Naciones Unidas. El príncipe Sihanouk regresa al país y se establece una monarquía constitucional elegida por consulta popular. En 1993, se convocan elecciones pluripartidistas. Los Jemeres Rojos las boicotean asegurando que están manipuladas por los vietnamitas. En 1996, los Jemeres Rojos empiezan a desintegrarse. Ieng Sary acusa a Pol Pot de ser el principal responsable de los asesinatos políticos. Divisiones internas provocan deserciones de los desmoralizados guerrilleros, lo cual debilita progresivamente la guerrilla khmer. En 1997, Pol Pot manda ejecutar a Son Sen, convencido que está colaborando con el gobierno camboyano, y hace asesinar también a su esposa e hijos: tal hecho le acarrearía la pérdida de las simpatías de sus últimos aliados. El 25 de julio, Ta Mok, Camarada Cinco y comandante militar de los Khmeres Rojos, ordena el arresto de Pol Pot, le somete a un juicio popular y le sentencia a vivir en prisión por la muerte de Son Sen y su familia. Para entonces, Pol Pot ya está enfermo: durante dicho juicio, acepta conceder una entrevista al periodista Nate Thayer de la "Far Eastern Economic Review", en la que asegura que los asesinatos se debieron a la falta de experiencia en el gobierno y a la mala actuación de algunas personas, y que él no es un hombre violento.

Muerte de Pol Pot 

Saloth Sar, quien pasaría a la historia como Pol Pot, murió el 15 de abril de 1998 a los 73 años de edad, en medio de las selvas camboyanas que en su juventud habían inspirado sus ideales. Era oficialmente prisionero del grupo que había fundado cuatro décadas atrás, los "Khmeres Rojos". Los informes oficiales establecen que su muerte se debió a un ataque cardíaco, pero rumores de un posible atentado a su vida se presentaron como una posibilidad. Su cuerpo fue incinerado en una hoguera de coches viejos, lugar que posteriormente fue rodeado por una barrera de láminas de hierro al norte del país, cerca del lugar de su muerte.
En mayo el ejército camboyano capturó los últimos emplazamientos de los Jémeres Rojos, mientras muchos líderes se entregaron al Gobierno y algunos, como Ieng Sary, fueron amnistiados. El entonces heredero de la línea de mando, Ta Mok, huye queriendo refugiarse en Tailandia, pero es capturado y llevado prisionero a Phnom Penh, donde murió en 2006. Permanecieron pequeños núcleos de khmeres rojos en el país sin organización y liderazgo, que poco a poco se integrarían a la nueva sociedad camboyana de la post-guerra.

Personalidad 

A pesar de las numerosas fuentes acerca de Pol Pot y los Khmeres Rojos, la personalidad de Pol Pot en particular es un punto que genera controversias y que llama la atención de muchos como ocurre con personajes históricos de su porte. Los resultados catastróficos de su gobierno y de un régimen que pasó a la historia como uno de los más sanguinarios del siglo XX hacen que se piense en una personalidad ruda, fría y calculadora. Sin embargo, las fuentes y testimonios señalan en cambio a un hombre muy diferente.
Milton Osborne recuerda el último encuentro del príncipe Norodom Sihanouk con Pol Pot el 5 de enero de 1979, días antes de la caída del régimen:
Haciendo casi eco de todos aquellos que pudieron conocer a Pol Pot en persona, Sihanouk recuerda la evidente carismática presencia del hombre. Su carisma no se manifestaba de manera violenta o en dramáticos estilos, sino más bien a través de una suave y gentil manera de hablar que llevaba a una intensa seducción. Sihanouk escribió cómo Pol Pot trajo a su mente al ruiseñor, que seduce a sus víctimas con sus maneras y suave voz. Al fin, cuando Pol Pot finalmente llevó su monólogo a un fin, los dos hombres se despidieron, cada uno hablando de prontas próximas reuniones". 
La amabilidad de Pol Pot es siempre un elemento común señalado por los que tuvieron algún contacto con él en algún momento de su vida. Nayan Chanda menciona por su parte la primera delegación de prensa a la que se le permitió ingresar en la denominada Kampuchea Democrática en julio de 1976. Esta delegación venía de Vietnam y estaba liderada por el periodista Tran Thanh Xuan, subdirector de la Agencia de Noticias de Vietnam. Este periodista dijo:
Pol Pot me pareció más bien encantador. No sólo fue un excelente anfitrión sino que dijo en su primera entrevista [la primera que concedía en su vida] que expresaba la gratitud camboyana a los amigos y hermanos de Vietnam por su pasada asistencia y dijo que la amistad y la solidaridad entre los dos era "tanto una cuestión estratégica como un sentimiento sagrado". 
El corresponsal de The New York Times, Sidney Schanberg, citado por Kenneth Quinn en su artículo "Explicando el terror", escribió:
...mucha gente me pregunta: ¿cómo pudo ser que el campesino camboyano que siempre habíamos visto tan amable, encantador y sonriente y educado se convirtiera en una especie de revolucionario duro, deprimente e incluso brutal, que entró en Phnom Penh el 17 de abril de 1975? No tengo respuestas. Una explicación parcial es que el sentimiento del campesinado camboyano acerca de la explotación de la tierra por parte de latifundistas, comerciantes y en general el sistema urbano fue mucho más profundo y más amargo que el que nosotros habíamos percibido. Pero hay, quizá, una respuesta más simple: la guerra. Los camboyanos fueron bombardeados por los B-52 de los Estados Unidos, encerrados entre dos bandos y secuestrados, así como sus aldeas destruidas por los Jemeres Rojos. La guerra les endureció. 
En contra de lo que podría pensarse en cuanto a ver a Pol Pot como un líder único, compartía su poder con los más allegados a su pensamiento y a su proyecto político, los mismos que coinciden con el "Grupo de Estudio de París". Si bien Pol Pot es el cerebro principal, no se ponía en un lugar visible, ante lo cual se generó una característica común a los Jemeres Rojos de ocultar la identidad de los líderes e incluso de los mismos cargos. La identidad del máximo dirigente de los Jemeres Rojos sólo se daría a conocer durante la constitución oficial de la Kampuchea Democrática el 5 de enero de 1976. Pero aun así el nombre de "Pol Pot" no decía nada a muchos, como lo expresa François Ponchaud en su obra "Camboya año cero" todavía en 1977:
Poco se sabe de Nuon Chea y Pol Pot. Muchos observadores piensan que Pol Pot es sólo un seudónimo de Nong Suon, pilar del comunismo camboyano desde la década de los 50; para otros es en realidad Rat Samuoneun, uno de los tres estudiantes enviados a trabajar como agente de contacto con los Vietminh-Khmer; y otros creen que es un antiguo trabajador de una plantación de caucho. Sin embargo, comparaciones de fotografías indican que Pol Pot es en realidad Saloth Sar. Nativo de Prey Sbeuv de la región de Kompung Thom e hijo de campesinos, Saloth Sar realizó un curso técnico en Phnom Penh y entonces fue a Francia a estudiar en la École du Livre. Se casó con Khieu Ponnary, fue el vice-presidente del comando militar central del PNLAFK durante los años de la guerra y se dice que ha sido el secretario del Partido Comunista Khmer desde el 30 de septiembre de 1972. 
En realidad, Pol Pot prefería permanecer lo más anónimo posible. La paranoia que empieza a desarrollar a partir de 1978 y que le lleva a crear un sistema nacional de sospecha, en el cual mueren muchos de los mismos Jemeres Rojos, puede tener sentido en esa actitud de mantener siempre su identidad en secreto y por lo cual se oculta en nombres como el de "Pol Pot". No existe ningún registro en el cual se diga que él o sus más altos mandos hicieron visitas a S-21 u otras prisiones posibles, tampoco a los campos de exterminio, pero sí a los frentes que combatían en las fronteras con Vietnam, en donde dirigió palabras a los soldados. Después de regresar de Francia, Saloth Sar se había dedicado a la enseñanza en Phnom Penh y el haber sido profesor, además de ser un indudable intelectual, hace que se sitúe como el profesor de su proyecto en la construcción de un nuevo país y hablará siempre de una "profunda instrucción y educación del colectivo". Siempre repetirá los mismos conceptos, incluso después de la caída del régimen, que giraban alrededor de la construcción de una nueva Camboya y a una seria educación, autocrítica, crítica y permanente revisión del estilo de vida revolucionario para depurar cualquier posible contradicción. Fuente: wikipedia