Recordando una fiesta

Yo paso de entrar en los debates sin sentido que nos quieren ofrecer desde los medios de desinformación sobre posibles ventas o compras de jugadores que en la mayoría de los casos no llegan a convertirse en noticia de verdad. Ya tendremos tiempo de lamentarnos cuando tal o cual jugador se vaya de verdad, pero mientras las posibles ventas no se materialicen prefiero pasar de todos estos rumores que nos invaden año tras año, uno con el paso del tiempo ya ha aprendido que todos los meses de mayo y junio es la misma cantinela y que solo busca vender ejemplares o captar y cabrear televidentes u oyentes en unos tiempos en los que no hay competición que comentar, pero desgraciadamente son muchos los que todavía entran en este juego de la especulación, y si ellos se repiten con los rumores yo me repito en el argumento de que esos mismos medios son los que en años pasados "vendieron" a Torres, al Kun o Forlán al Madrid  o al Barça (ninguno a ido a estos equipos), a Ribery, Villa o Neymar al Madrid, al Kun o Forlán en el mes siguiente a la final de Barcelona (tardaron un año en irse)... son muchísimos más los bulos que los fichajes de verdad.

Así que aprovechando que estamos a punto de ver una nueva final de la Copa del Rey de la que solo se habla para debatir sobre la pitada al himno quiero recordar la final de hace dos años, una final que jugó y perdió el Atleti, una final en la que se escuchó y tarareó el himno y en la que se vieron muchas banderas españolas en el estadio y por las calles, una final en la que la población barcelonesa respetó a la afición atlética y a sus símbolos y banderas, un ejemplo de lo que debería ser una final. Pero sobre todo una final en la que quienes la vivimos tuvimos una experiencia única con una afición entregada a su equipo y a sus colores y dando una excelente muestra de lo que es apoyar a su equipo desde el minuto 1 hasta el minuto 90, incluso con el marcador en contra y extendiendo su animación en la grada durante más de una hora en la grada después de acabar el partido. Una final en la que al terminar el partido se oían más los canticos del equipo derrotado que los del vencedor.

Ganar una final es de lo mejor que se puede vivir en el fútbol, pero ver a 50.000 aficionados arropando a un equipo derrotado pone la piel de gallina a quienes lo presencian, lamentablemente el Atleti es reincidente en esta forma de apoyar, pues son ya tres las finales de Copa en que ha demostrado este comportamiento: La Cartuja, Mestalla y Nou Camp, hemos ganado y celebrado tres finales europeas pero en ellas las gradas se despoblaban de la afición derrotada al terminar el partido y pocos eran los hinchas rivales que animaban mientras su equipo perdía, en esto la afición atlética (los comepipas que nos dicen algunos) es única, y por eso quiero recordar aquel 19 de mayo de 2010 en que una afición tomó una ciudad de forma pacífica, llenó sus calles y demostró que sin duda es la mejor afición del mundo.

Aquí recupero cómo lo conté hace ya dos años en este mismo blog: La invasión de los 50.000 hijos del Calderón