"La despreciación del culto eucarístico constituyó un abuso que hirió los sentimientos religiosos de muchos fieles.
En no pocos templos, el sagrario, que ocupaba un lugar honroso y principal, fue desplazado a otro secundario y marginal, como si se tratara de sustraer el Santísimo Sacramento a la adoración del pueblo cristiano. Causaba grima por aquellos años, al visitar las grandes catedrales románicas o góticas de la vieja Europa, ver en algunas de ellas el sagrario sustituido por una caja metálica empotrada en la pared, oculta en un oscuro rincón, como si su función no fuera ya otra que la de servir de depósito o reserva de formas consagradas ".
Y ¡qué decir de los sacrilegios y profanaciones del Santísimo Sacramento, de la comunión en la mano! El Papa Juan Pablo II en su Encíclica sobre la Eucaristía (Nom nº 52) dice: "Es de lamentar que, sobre todo a partir de los años de la reforma litúrgica postconciliar, por un malentendido sentido de creatividad y de adaptación, no hayan faltado abusos, que para muchos han sido causa de malestar". El Papa reconoce que hubo gente que llegó "a considerar como no obligatorias las formas adoptadas por la gran tradición litúrgica de la Iglesia y su Magisterio, y a introducir innovaciones no autorizadas y con frecuencia del todo inconvenientes".
El Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, decía: "Estoy convencido de que la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende en gran parte del hundimiento de la liturgia" provocado por el Concilio Vaticano II y los que abusaron en su aplicación.
"El sacramento de la Penitencia sufrió de modo particular como consecuencia de la crisis del postconcilio, hasta el punto de que todavía hoy existen Iglesias particulares donde ha desaparecido casi por completo la práctica de la confesión auricular. La falta de facilidades para la confesión individual contribuyó a su decadencia: muchos confesionarios fueron retirados de los templos y otros permanecieron habitualmente vacíos.
Estos hechos contribuyeron a crear un estado de confución en las conciencias, el avandono por muchos fieles de la práctica de la confesión e incluso el oscurecimiento del sentido del pecado". ¡Dios mío!, ¿Cómo un Concilio supuestamente pastoral y asistido por el Espñiritu Santo podría producir estos frutos amargos?