(Fuente imagen: N. Herrero)
La contaminación electromagnética la tenemos por todas partes (tendido eléctrico, transformadores, antenas de telefonía móvil, etc.). El problema es que no se ve, pero ahí está. Sino, que se lo digan a la madre de Jairo. Está claro que, de un caso particular no se puede generalizar, pero este tipo de realidades EXISTEN y la ciencia, la medicina, los legisladores, los jueces y los políticos deben de dar respuesta para que no se repitan muchas veces esta realidad.
Estamos ante una incertidumbre, ya que no hay unanimidad entre la comunidad científica. Por tanto, quien niegue de forma categórica (fuente: El Correo Digital) que los campos electromagnéticos (CEM) no producen ningún daño, nos parece un atrevimiento. Por más que lo pueda decir un científico. Creemos que, ante esta incertidumbre, al menos debe primar una actitud de prudencia y de cautela.
Es cierto que se manejan multitud de variables en este tema (fuente: ICNIRP). Pero no por ello se puede negar la posibilidad de que los CEM afecten a nuestra salud. Lo afirma incluso un consejero de Telefónica Móviles (fuente: Youtube), que de esto imaginamos que algo sabrá. La propia ICNIRP, organización que establece los límites legales para toda Europa (salvo honrosas excepciones), por un lado establece los límites para tiempos de exposición de 6 minutos (fuente: ICNIRP). , y por otro lado, que no puede garantizar que dichos límites protejan a grupos de ciudadanos más vulnerables, como niños, ancianos o enfermos crónicos (fuente: ICNIRP). Incluso reconocen que los CEM SÍ pueden afectar a nuestra salud.
Por tanto, basándonos en documentos oficiales y nada sospechosos, creemos que es momento de empezar al menos a exigir a las operadoras y los instaladores de fuentes de CEM, que realicen previamente estudios sobre la población del entorno con el fin de minimizar el impacto sobre su salud. Los límites legales ya vemos que no aseguran la salud de toda la población, y los más vulnerables también tienen derecho a que se proteja su salud y su vida.