Cuando hablamos de campos de concentración, casi siempre tenemos en mente las imágenes que todos hemos visto sobre los campos nacionalsocialistas, de los muertos apilados o de los supervivientes, apenas algo más que cadáveres vivientes. Por eso hemos adquirido la costumbre de asociar ese concepto con estas imágenes, de forma que hemos creado un símil entre ese término y los centros de deportación y exterminio creados por el régimen nacionalsocialista, sin tener en cuenta que han sido muchas las naciones que han utilizado este tipo de centros para el internamiento de sus “enemigos”. Así, en numerosas ocasiones olvidamos que también durante el estalinismo, el franquismo o durante las últimas guerras balcánicas se han creado lugares de internamiento y campos de concentración que han reproducido algunos de los elementos básicos del sistema de campos de concentración nacionalsocialista, aunque nunca a la misma escala. Sin embargo, en ningún momento de su Historia, la Humanidad ha sido testigo de un crimen tan inimaginable como el que se llevó a cabo entre 1933 y 1945. Los campos de concentración nacionalsocialistas se han convertido en un símbolo de la inhumanidad y simbolizan hasta qué punto puede llegar el deseo de los regímenes políticos autoritarios por eliminar a sus “enemigos” políticos y raciales. Se trata de un crimen tan monumental que ni siquiera podemos saber, con seguridad, el número de víctimas que hubo en los campos de concentración nacionalsocialistas. La enorme dimensión, las diferentes descripciones proporcionadas por las SS y otras autoridades nacionalsocialistas, así como la destrucción de una gran parte de los documentos, han dificultado la investigación sobre el número de los muertos de este régimen de terror. Pese a todo, en definitiva, las cifras que se puedan ofrecer no tienen ningún significado, porque la muerte, en los campos de concentración nacionalsocialistas, alcanzó unas dimensiones en las que la vida, la supervivencia o la crueldad humana, no pueden ser mesuradas. No existe ninguna imagen o relato que pueda reconstruir con toda exactitud lo que fue el universo concentratario nacionalsocialista. Sólo la memoria humana, la voluntad de recordar, puede intentar reconstruir todo un mundo que, para muchos, parece completamente increíble y ajeno. A pesar de la gran importancia que tuvo este período para la Historia de Europa, los estudios sobre el significado, evolución y estructura del sistema de campos de concentración nacionalsocialistas, han sido relativamente pocos, en comparación con otros aspectos del Tercer Reich. La literatura y los estudios sobre los campos de concentración se pueden dividir en tres grupos: las memorias de los supervivientes, las publicaciones de iniciativas regionales y de investigación histórica conjunta, y los trabajos sobre las actas y documentos de los procesos judiciales e investigaciones criminales que se llevaron a cabo tras la guerra. Los testimonios de los supervivientes suponen elementos de corrección a las fuentes documentales procedentes de los organismos de control del sistema de campos de concentración, y nos permiten, al mismo tiempo, centrarnos en la perspectiva de los “perpetradores”, porque nos ofrece la versión contrapuesta a la de las fuentes documentales. Por eso, el punto de vista de las víctimas es especialmente importante para conocer los hechos del Nacionalsocialismo, desde una perspectiva más amplia y correcta, porque nos ofrece una imagen del perpetrador desde un punto de vista diferente a la que aparece en la documentación oficial. Especial importancia, entre los informes de los supervivientes, tienen las reflexiones de Hermann Langbein, Primo Levi o Jorge Semprún[1], aunque la lista de este tipo de obras es mucho más larga. Los estudios históricos sobre los campos de concentración comenzaron a aparecer en los años 1960, especialmente a raíz de los grandes procesos judiciales contra criminales nacionalsocialistas en Frankfurt y Jerusalén, que propiciaron la edición de algunos estudios sobre el sistema de campos de concentración que, hasta ahora, podemos considerar como básicos en este tema. En 1965 Martin Broszat publicó una investigación que fue utilizada como informe en el primer proceso sobre Auschwitz[2]. Tres años después se publicaba la monumental obra de Olga Wormser-Migot[3], y en 1973 la investigación de Joseph Billig[4]. Estos autores fueron los pioneros en este tipo de investigaciones históricas y sentaron algunas de las bases de los estudios posteriores. Durante los años 1970-1980, los historiadores prestaron una escasa atención a la investigación sobre los campos de concentración, pero esta tendencia varió en la década de los 1990. En poco tiempo aparecieron algunos trabajos de investigación, generalmente como parte de proyectos científicos globales, que introdujeron nuevas escalas de apreciación sobre el tema. Muchos de estos estudios hacen referencia a la cuestión de la pedagogía, metodología didáctica, enseñanza o exposiciones, así como al tema de la conmemoración y el recuerdo de los campos de concentración[5]. Aunque actualmente, a comienzos del siglo XXI, ya existe un gran número de publicaciones e investigaciones sobre los campos de concentración, hay relativamente pocos estudios históricos empíricos concretos. No existe un trabajo de investigación general sobre el sistema de campos, que sintetice los resultados de los diferentes estudios individuales en un trabajo conjunto. Tampoco existe una monografía sobre los campos que describa directamente las diferentes fases de desarrollo y las contradicciones de todo el proceso de los campos, así como la increíble dimensión que alcanzó ese crimen. Aún queda sin respuesta un gran número de cuestiones sobre las etapas que marcaron el desarrollo de todo el sistema de campos de concentración. En este sentido, es preciso tener en cuenta que, aunque su estructura organizativa y administrativa apenas sufrió grandes cambios desde mediados de los años 1930, las funciones del sistema de campos de concentración se transformaron notablemente durante todo el período del Tercer Reich. Por eso, el principal planteamiento que debemos hacernos es cómo se transformó el sistema, en el transcurso del dominio nacionalsocialista, y qué elementos caracterizaron cada una de esas fases. Pero, además, también debemos preguntarnos por los efectos que estos cambios funcionales tuvieron sobre aquellos individuos y grupos de personas que se encontraban internadas en los campos. A partir de esos cambios, podremos concluir que el elemento central de esas transformaciones fueron los cambiantes planteamientos de la dirección de las instancias de control y represión, y no sólo la realidad de los perseguidos. Así, la reconstrucción de lo que Karin Orth ha denominado la “perspectiva del culpable” (Täter-Perspektive[6]), nos permite analizar el desarrollo del sistema de campos de concentración en el contexto de las intenciones de la dirección nacionalsocialista, y nos ofrece una nueva perspectiva sobre las acciones de la dirección política nacionalsocialista y de su brazo ejecutivo, las SS. En la literatura de investigación histórica podemos encontrar diferentes periodizaciones sobre el sistema de campos de concentración, aunque siempre hemos de tener en cuenta que las fronteras entre un período y otro son vagas y difusas. De estas periodizaciones, la que ha dominado principalmente ha sido la que señalaba la existencia de tres etapas: 1933-1936, en la que los campos de concentración se destinaban principalmente a los enemigos políticos del régimen; 1936-1942, cuando se convirtieron en centros de internamiento para las víctimas de las medidas reguladoras de la economía de guerra y del conflicto bélico; y 1942-1945, caracterizada por dos elementos tan contrapuestos como las necesidades de mano de obra de la economía de guerra y el exterminio masivo de los judíos europeos. Este tipo de clasificación se ha basado en investigaciones centradas especialmente en los factores económicos y su influencia en las condiciones de existencia de los detenidos de los campos de concentración[7]. Sin embargo, este primer modelo ha quedado sujeto a diferentes interpretaciones. Por ejemplo, Karin Orth, en su estudio sobre el sistema y la organización de los campos de concentración nacionalsocialistas, establece seis etapas: 1933-1934, como la fase de los “primeros campos”; 1934-1935, una primera etapa de centralización; 1936-1939, el nacimiento de un sistema de campos centralizados; 1939-1942, la primera fase de la guerra, como un período de transición; 1942-1944, la segunda mitad de la guerra, caracterizada por el exterminio y el trabajo forzoso; y 1945, la evacuación de los presos de los campos de concentración[8]. A mi entender, sin embargo, la división más adecuada para el conjunto del sistema de campos de concentración nacionalsocialista, se basaría en cuatro períodos diferentes. La primera fase, entre 1933-1935, sería la que muchos autores han denominado de “campos salvajes” (wilde Lagern[9]), y que se caracteriza por la aparición de un gran número de centros de detención autónomos, que sirvieron como elementos de consolidación del poder nacionalsocialista, aunque de duración efímera y sin ningún tipo de control o regulación estatal. Durante 1934-1935, al mismo tiempo que el Reichsführer SS Heinrich Himmler iba consolidando la centralización del sistema represivo policial, también se produjo un proceso de centralización y reducción del número de campos “salvajes” existentes. La segunda fase, 1936-1939, es la fase de centralización y unificación de la estructura interna y externa de todo el sistema de campos de concentración, a partir de la creación de nuevos campos siguiendo el “modelo Dachau” y de preparación para la fase de expansión que llegaría con el inicio de la guerra. Esta fase de centralización coincide con la consolidación del poder de Himmler al frente de la policía alemana. La tercera fase abarca la primera mitad de la guerra, entre 1939 y 1942, ya que el comienzo de la guerra marcó una profunda transformación de los campos, con grandes cambios también en la composición de los grupos de detenidos. Esta última característica, junto a la introducción del trabajo de los presos, serán los elementos determinantes del período. Finalmente, la fase entre 1942 y 1945, vería la transformación definitiva de todo el sistema de campos nacionalsocialistas. La eliminación sistemática de los judíos europeos en los campos de exterminio (Auschwitz, Majdanek, Treblinka, etc.) se combinaba con los esfuerzos por rentabilizar el trabajo de los presos no judíos en la economía de guerra, y con la creación de una densa red de campos exteriores y comandos de trabajo. 1 LANGBEIN, H., Menschen in Auschwitz, Europaverlag, Viena, 1972; LEVI, P., Si això és un home, Edicions 62, Barcelona, 1997; SEMPRÚN, J., La escritura o la vida, Tusquets Editores, Barcelona, 1995; SEMPRÚN, J., Viviré con su nombre, morirá con el mío, Tusquets Editores, Barcelona, 2001. 2 BROSZAT, Martin, “Nationalsozialistische Konzentrationslager 1933-1945”, en BUCHHEIM, Hans, Anatomie des SS-Staates 2 Bde., Deutscher Taschenbuch Verlag, Munich, 1982. 3 WORMSER-MIGOT, Olga, Le système concentrationnaire Nazi (1933-1945), Publications de la Faculté des Lettres et Sciences Humaines de Paris-Sorbonne, París, 1968. 4 BILLIG, J., Les camps de concentration dans l’économie du Reich Hitlérien, PUF, París, 1973. 5 ORTH, Karin, Das System der nationalsozialistischer Konzentrationslager. Eine politische Organisationsgeschichte, Hamburger Edition, Hamburg, 1999. DROBISCH, Klaus, WIELAND, Günther, System der NS-Konzentrationslager 1933-1939, Berlín, 1993. AYAß, Wolfgang, ‘Asoziale’ im Nationalsozialismus, Deutsche Verlag, Stuttgart, 1995, págs. 139-165. 6 ORTH, Karin, Das System der nationalsozialistischer Konzentrationslager, pág. 18. 7 WILHELM, Friedrich, Die Polizei im NS-Staat: die Geschichte ihres Organisation im Überblick, Edit. Schöningh, Paderborn, 1997; BROSZAT, M., “Nationalsozialistische Konzentrationslager”. 8 ORTH, Karin, Das System der nationalsozialistischer Konzentrationslager, pág. 21. 9 WILHELM, Friedrich, Die Polizei im NS-Staat; PAUL, Gerhard, Staatlicher Terror und gesellschaftliche Verrohung. Die Gestapo in Schleswig-Holstein, Ergebnisse Verlag, Hamburg, 1996.