Víctor Tolokin / Pravda / Traducido del ruso por Josafat S. Comín
Debe haber razones de mucho peso, para que los políticos europeos miren para otro lado, cuando en la capital de un país que aspira a asociarse con la Unión Europea, las fuerzas neofascistas llevan a cabo un espectacular acto masivo. Es igual de evidente, que semejantes eventos son solo posibles con la silenciosa connivencia del gobierno.
Recordemos que el 14 de octubre en Kiev tuvo lugar la denominada “Marcha de la lucha” que conmemoraba el 71 aniversario de la creación de la “UPA” (por sus siglas en ucraniano, “Ejército insurgente ucraniano”). Para dicho acto los nacionalistas trajeron gente de toda Ucrania. Entre las demandas de los manifestantes estaba la devolución del título de héroe de Ucrania a Stepan Bandera y a Shujévich, el reconocimiento de la lucha de la Organización de nacionalistas ucranianos (“OUN-UPA”) a nivel de estado como “lucha de liberación nacional del pueblo ucraniano” y la declaración del día de la creación de la “UPA” como fiesta nacional.
“En un cálido día otoñal, los habitantes de Kiev y los extranjeros observaron con temor la marcha que recorría el centro de la ciudad, en la que los participantes gritaban lemas en los que amenazaban a los comunistas, incitaban al odio racial y quemaban banderas: En resumen, una bacanal de personas, enfermas del síndrome del exclusivismo nacional”. Esta fue la calificación que hizo de tan excepcional acontecimiento, el diputado del PCU en la “Rada”, Alexánder Gólub.
Es de destacar –continuó el parlamentario- que por primera vez se autorizó que desfilasen por el corazón mismo de la capital, por la calle “Kreschatik”. Algo que en opinión de Gólub, no hace más que corroborar la tesis denunciada por el partido comunista: el gobierno sigue apostando al color “pardo”. “No ha cambiado nada, el partido “Svoboda” (libertad) continúa siendo un cómodo socio “sparring”, con el que distraer la atención de los ciudadanos, desviándola de los graves problemas sociales y económicos”,-añadió el diputado comunista.
No deja de sorprender, en opinión de Gólub, que la parte europea guarde silencio, haciendo como que no advierte el desenfreno de los nacionalistas en el centro de Kiev. “Europa solo muy de vez en cuando se permite alguna observación crítica con relación a la amenaza del crecimiento en popularidad del nacionalismo en Ucrania. Todo ello, a pesar de que en la propia Europa todas esas manifestaciones de sentimientos de nazismo o fascismo son cortadas de raíz y merecen gran repulsa. Esa repulsa de los europeos al neonazismo no se extiende a la versión ucraniana. El motivo es sencillo: dividiendo al pueblo en dos campos irreconciliables, Europa tiene más fácil influir sobre el gobierno del país, para seguir atrayendo a Ucrania a las redes de la integración europea”.
En lo que respecta a Ucrania occidental, allí tras la llegada al poder en los órganos locales de gobierno de los nacionalistas de “Svoboda”, la supervivencia de una parte considerable de la población se ha convertido en una auténtica pesadilla, en especial para los veteranos de la Gran guerra patria. El ensalzamiento de los colaboracionistas de los nazis ha alcanzado su máximo apogeo. Los “héroes de S. Bandera, que se escondían en los bosques de los Cárpatos y por la noche asesinaban a profesores, bibliotecarios, médicos y especialistas que intentaban levantar la economía, y los “líderes” combatientes de la división de las “SS Galichina”, reciben ahora, a cuenta de los medios públicos, subsidios a sus pensiones, placas e insignias en su memoria, también en el centro de Lvov. Los restos de estos canallas, cubiertos para siempre de esa vergüenza imborrable, son exhumados y enterrados con todos los honores, sin que falten los atributos nazis…
Uno de los ejemplos más cercanos lo encontramos en la ceremonia que se ofició en la aldea de Gologory, en la provincia de Zolochevsky en la región de Lvov. Allí los “dirigentes locales” (o lo que es lo mismo el gobierno), llevaron a cabo la inhumación solemne de los restos de 16 líderes de la división de las SS “Galichina”, convirtiendo la ceremonia en un cínico espectáculo propagandístico. Henchidos de toda esa falsa pomposidad de los funcionarios estaban también los padres de la iglesia greco-católica, a la que popularmente se ha rebautizado como “grejo-católica” (juego de palabras: en ruso “grej” significa pecado. N de la T.).
La misa de difuntos a los “héroes” caídos discurrió en el templo local en presencia de una “guardia de honor” compuesta por los empleados de la empresa municipal del Consejo regional de Lvov, “Dolya” (destino), quienes se pusieron los uniformes de soldados y oficiales de la división de las SS “Galichina”, adornándolos con esvásticas y águilas nazis. En este “acto humanitario” (como lo definieron los medios locales), tomaron parte invitados de alto rango, como el diputado de la “Rada” por el partido “Svoboda” Oleg Pankevich, diputados regionales, representantes de los órganos provinciales y veteranos supervivientes de las SS “Galichina”.
Desde la iglesia la procesión fúnebre que acompañaba los féretros, cubiertos con la enseña nacional ucraniana, en solemne marcha emprendió camino del cementerio local, donde tuvo lugar tan “patriótica” velada. No faltaron las órdenes en alemán, ni las salvas de honor.
“Esos entierros solemnes, como el que vimos en Gologory, no es otra cosa que una descarada propaganda del fascismo,-señaló en su comentario, el primer secretario del comité regional del PCU en Lvov, Yuri Tkachenko-. “La 14 división de voluntarios granaderos de las SS Galichina no defendía los intereses del pueblo ucraniano. Es un hecho histórico irrefutable. Sus “comandantes” rendían juramento a Hitler y entre sus “hazañas” se cuenta la represión del levantamiento de Varsovia y la lucha contra los destacamentos de partisanos del mariscal Tito en Eslovenia. También destacaron por su participación en la destrucción de la aldea polaca Huta Pieniacka, el 28 de febrero de 1944, donde asesinaron a más de 500 civiles, incluidos mujeres y niños”.
En la actual legislación ucraniana, el término “fascismo” no existe. Pero en el Código penal del país hay una serie de artículos que establecen responsabilidad criminal por crímenes característicos del fascismo. En concreto en el artículo 161 se establece que tendrán responsabilidad penal, quienes de forma consciente cometiesen hechos encaminados a incitar el odio por motivos de raza, creencia o pertenencia nacional, o humillasen el honor y la dignidad nacional.
Para Tkachenko, las barbaridades, que se produjeron en la aldea de Gologory, encajan perfectamente con lo establecido en dicho artículo. Los organizadores y participantes de ese entierro de las SS, insultaron la memoria de millones de víctimas del nazismo y deberían recibir castigo penal. Los materiales relativos a lo sucedido en Gologory, a día de hoy se han entregado el diputado de la “Rada” Alexánder Gólub, para que prepare y tramite la demanda correspondiente a los órganos competentes de la policía y fiscalía.
Todos esos sucesos tienen sus paralelismos. En 2008 en el pueblo de Komarno, de la región de Gorodoksky, bajo la excusa de una inhumación digna, se destruyeron de modo bárbaro el monumento al soldado libertador y los enterramientos de soldados. Las fosas comunes se abrieron a golpe de pala de excavadora. Los responsables de dicha “excavación” fueron los mismos empleados de la empresa “Dolya”. Los restos de 76 soldados que se encontraron fueron reubicados en un cementerio abandonado (perteneciente a la comuna greco-católica), claro está, sin que se les rindiera ningún honor.
Recientemente la UEFA adoptó una serie de sanciones contra la utilización por parte de la Federación ucraniana de símbolos fascistas, saludos fascistas y gritos de consignas durante el partido internacional entre las selecciones de San Marino y Ucrania, en el estadio de “Lvov arena”. El campo podría ser sancionado con 5 años de descalificación, lo que significaría la muerte de la instalación deportiva. Los especialistas de Lvov, fueron tan hábiles a la hora de buscar ubicación para el estadio, que solo se puede utilizar para la celebración de encuentros de la selección nacional, unas pocas veces al año. El club local “Karpaty” no puede permitirse su arrendamiento. En lugar de los fanáticos nacionalistas de Lvov, las consecuencias de la prohibición podían haber recaído en los seguidores de Járkov, que lógicamente ningún relación guardaban con los hechos. Solo en el último momento se autorizó que el encuentro entre las selecciones de Ucrania y Polonia se celebrase en Járkov con la presencia de espectadores, y no con las gradas vacías.
Aunque tampoco aquí se pudieron evitar incidentes. En uno de los graderíos del estadio del “Metalist” en Járkov, aquella noche ondeaban orgullosos los estandartes de S. Bandera. Sin embargo entrar al estadio con una bandera de las fuerzas navales o aéreas de la URSS (hay casos concretos), y en general con cualquier símbolo de la época soviética, es imposible. El timón de la ley ha vuelto a tomar un rumbo, en el que cierta gente está muy interesada.