Entrevista con Harry Browne por Victor Lenore, para El Confidencial
Pocas veces se ha publicado un cuestionamiento tan completo y minucioso de una estrella del rock. Bono: en el nombre del poder (Sexto Piso) es un ejemplo de análisis de la cultura pop que trasciende su marco para explicar las políticas de las élites económicas. Su autor, el italoamericano Harry Browne, residente hace dos décadas en Dublín, es un destacado reportero y activista antimilitar. Escribe regularmente en diarios como el Irish Times e imparte seminarios sobre medios de comunicación en el Instituto Tecnológico de Dublín.
¿Cuál ha sido tu motivación para escribir este libro?
No tengo nada personal contra Bono, pero no me gusta lo que representa. En nuestra época, la esfera pública no es de los académicos o los colectivos sociales, sino de las celebridades. Por eso me parece importante incluir a Bono en el debate. Cuento la triste historia de alguien que estaba orientado al activismo y la justicia social, pero cuando se convierte en superestrella en los años noventa empieza a olvidarse de sus principios. Entiendo que la vista desde arriba debe de ser muy bonita, con todo el mundo tratándote como alguien importante, incluyendo al presidente de EEUU, el secretario general de la ONU y el primer ministro británico. Seguramente yo también me habría dejado seducir por todo eso.
Se ha hablado mucho del alejamiento de Bono de los valores igualitarios. ¿Estamos seguros de que alguna vez estuvo cerca?
La posición política de Bono es compleja. De joven estaba alineado con las élites irlandesas, que profesaban un pacifismo de consenso dirigido a desacreditar al nacionalismo y especialmente al IRA (una postura legítima y comprensible, pero en el caso de Bono totalmente en sintonía con la clase dominante, a la que nunca cuestionaba). Tendía más a la izquierda en el plano internacional, donde se identificaba con Greenpeace y Amnistía Internacional en un momento en que esta última organización estaba dirigida por un religioso partidario de la Teología de la Liberación. Bono expresó simpatías por la Nicaragua sandinista, en parte porque había dos curas católicos en ese gobierno. El sustrato cristiano le hizo llegar a ese enfoque igualitario. Tenía una preocupación por los conflictos en América Latina. Recordemos que en el disco The Joshua Tree (1987) hay una canción de homenaje a las Madres de Mayo. De ahí fue derivando a una preocupación general por el llamado Tercer Mundo.
¿Cómo evoluciona después?
A finales de los años noventa Bono aún se veía como alguien de izquierda cuando se implicó en la campaña Terminemos con la deuda externa. Poco ha poco, ha ido rompiendo con los activistas políticos. Este verano le sentó muy mal un artículo de George Monbiot en The Guardian que explicaba que los movimientos sociales africanos no tenían espacio en los medios porque Bono había ocupado el papel de portavoz. Ahora, en vez de activista, se define como “factivist” (activista de los datos). El problema es que todas sus cifras vienen del Banco Mundial y no son muy sólidas.
¿Por qué no son sólidas?
Suele citar informes que hablan de una reducción progresiva de la pobreza en la planeta, pero se olvida de mencionar que esa mejora, en su inmensa mayoría, proviene de países que rechazan las políticas de Washington, como China o los gobiernos de izquierda en América Latina. Hay que recordar que el hecho de que suba el Producto Interior Bruto de un país no significa necesariamente que los más vulnerables vivan mejor. O que un dólar y medio al día puede ayudarte a sobrevivir en el campo, pero no es suficiente en la ciudad, que es donde viven la mayoría de los africanos hoy en día. Además los datos del Banco Mundial se detienen misteriosamente en 2008 para no reconocer que esa presunta reducción de pobreza se ha revertido con el crack financiero.
¿Cómo ha pasado Bono del pacifismo a apoyar a Bush en plena expansión militar?
Es un proceso complejo. Bono hizo suyo el símbolo de la bandera blanca arrancando sobre un escenario las franjas verde y naranja de la bandera irlandesa. Estaba enfrentándose al nacionalismo de su país. Cuando comienza a frecuentar a las élites de derecha, desde el partido republicano a los millonarios de Davos, ha cambiado de enfoque.Le gusta decir en público que George Bush ha salvado vidas apoyando la campaña de compra de retrovirales para África. Lo que no menciona nunca son las personas que han muerto por su políticas militares. No habla de manera explícita en favor de las invasiones estadounidenses, pero tampoco lo hace en contra, lo que resulta revelador para alguien que se dijo pacifista en algún momento. En la manifestación de Dublín contra la invasión de Iraq en 2003 alguien llevaba una pancarta que decía “¿Dónde está Bono?” Seguramente seguía ocupado dando palmadas en la espalda a Tony Blair por alguna iniciativa conjunta o diciendo a un periodista que estaba a favor de que George Bush Jr “diera un susto de muerte a Saddam Hussein, pero con el apoyo de la ONU”. El problema es que el “susto de muerte” se lo dieron a miles de civiles iraquíes. Bono también apoyó la ejecución extrajudicial de Osama Bin Laden, alegando que “la seguridad de los marines es lo primero”. Básicamente, actúa como un cómplice de la política militar de EEUU.
El mayor conflicto que ha tenido U2 con sus fans tiene que ver con la decisión del grupo de tributar en paraísos fiscales. ¿Cómo ha manejado Bono esas críticas?
U2 responden que ellos son una empresa y que tienen que velar por sus beneficios para sobrevivir en el mercado. A primera vista, tiene toda la lógica del mundo. El problema es cuando Bono convierte esa solución en un principio. Ahora afirma que Irlanda es más próspera por su política de bajar impuestos para atraer grandes fortunas. La realidad es que esas políticas han tenido mucho que ver con el derrumbe financiero del país. Hace poco Kofi Annan (ex Secretario General de la ONU) publicó un informe explicando que los países africanos pierden más de 30.000 millones de dólares cada año por culpa de corporaciones que tributan en paraísos fiscales y no en los territorios donde operan.
¿Cuál ha sido la reacción de los medios ante tu libro?
En Irlanda, EEUU e Inglaterra las editoriales me dicen lo mismo: había mucho interés por parte de los redactores, pero sus jefes vetan las entrevistas o reportajes sobre este texto. Teníamos cerrados dos acuerdos con periódicos para publicar adelantos: con el Sunday Times (Irlanda) y el Daily Mail(Inglaterra). Ambos se vinieron abajo a última hora. También cerramos una entrevista con un programa de radio importante en Irlanda, pero al final lo cancelaron, porque el presentador es vecino y amigo de Bono. Chismorreos personales aparte, creo que el motivo de fondo es que en nuestra sociedad todavía tiene gran prestigio la figura del millonario caritativo. Cuanto más asciendes en la escala social, más respeto encuentras hacia ese tipo de personas. Mi tesis consiste en que los filantrocapitalistas dan limosna con una mano mientras se llevan veinte veces más con la otra.
¿Cómo describirías el filantrocapitalismo?
No es un término que haya inventado yo, pero expresa algo esencial para el mensaje de Bono. Es la idea de que que el beneficio y la caridad pueden ir de la mano. La Fundación Gates, de la que Bono es un colaborador habitual, parte de la base de que hay una coincidencia de intereses entre los africanos pobres y las grandes compañías de agronegocio, por ejemplo Monsanto y sus alimentos patentados y genéticamente modificados. Existe un denso mundo de académicos y grupos de presión que venden el filantrocapitalismo como solución a la pobreza y la desigualdad en el mundo. Bono refuerza la imagen guay de Apple por destinar un dólar de ciertos productos a luchar contra el SIDA en África, pero no habla de las condiciones de semiesclavitud de los trabajadores que fabrican esos productos en China. Su enfoque es una mezcla de colonialismo comercial y misionero de toda la vida.
¿Es verdad que Bono ignora los problemas de los inmigrantes africanos en Irlanda?
Como periodista, he escrito mucho sobre ese colectivo. Mis contactos me han dicho que intentaron implicar muchas veces a Bono en sus protestas, pero que nunca pasan de su secretario. Bono se encuentra cómodo hablando de la pobreza cuando está lejos, por ejemplo en África, pero le molesta verla en su casa. Una vez le nombraron director invitado del diario Independent durante un día. Curiosamente, en esa misma jornada un grupo de inmigrantes afganos ocuparon la catedral de San Patricio en Dublín para llamar la atención sobre sus problemas de ciudadanía y sus míseras condiciones de vida. La historia no mereció ni una línea en el Independent dirigido por Bono. El problema es que incluía dos asuntos espinosos para él: inmigrantes maltratados en Occidente y gente que habla y actúa por sí misma para arreglar sus problemas.
¿Has tenido alguna respuesta del entorno de Bono?
Pues no, pero tampoco la esperaba. Me han contado que Larry Mullen Jr, el batería del grupo, compró el libro y se lo pasa a Bono por delante de las narices, susurrando “te lo dije, te lo dije”. Bono siempre responde a sus críticos de manera indirecta. Por ejemplo, ha contestado a mi libro por medio de una entrevista con el Observer, hecha por un periodista amigable, que presenta un versión rebajada de los argumentos en su contra. A Bono le encanta proclamar que es una persona abierta al debate, pero no es cierto. Hace tiempo prometió un cara a cara con el periodista Dave Marsh, que ha escrito algunos artículos demoledores contra él. A la hora de la verdad, Marsh llamó a su oficina para cerrar el encuentro y un asistente de Bono le dijo que no lo haría.