El narcisismo de los jóvenes
Rebeca Reynaud
www.autorescatolicos.org/
Los adultos han hecho de todo para que no les falte nada a sus hijos, inducen a los jóvenes a que crean que tienen que satisfacer cada uno de sus deseos, confundiéndolos con la necesidad. ¿Es educativa esa manera de proceder?, ¿qué tipo de personalidad deseamos formar?
La mitología grecorromana cuenta que Narciso era un joven de gran belleza a quien todos admiraban. Pero él, lleno de vanidad y orgullo despreciaba y rechazaba a todos sus amantes. La ninfa Eco estaba perdidamente enamorada de él, y cuando Narciso la rechazó ella se consumió en su dolor hasta quedar transformada en una simple voz: en el eco.
Una de sus admiradoras rezó a los dioses para pedirles que se amara a sí mismo sin descanso. La diosa Némesis escuchó sus ruegos e hizo que Narciso se parase a beber en un manantial en la cima del monte Helicon. Cuando vio su propia imagen reflejada en el agua se enamoró al instante de ella, pero no podía abrazarla porque cada vez que lo intentaba la imagen se desvanecía con el movimiento ondulante de las aguas. Incapaz de dejar de contemplarse, se quedó allí hasta que murió de hambre. Pero no fue su cuerpo lo que permaneció, ya que en su lugar apareció una flor (narciso). El mito de Narciso se convirtió en una metáfora del amor desmesurado hacia uno mismo.
Un psiquiatra experto en los jóvenes de hoy, afirma que muchos son narcisistas. "La educación contemporánea produce sujetos demasiado apegados a las personas y a las cosas, por lo tanto, aunque lo niegue produce seres dependientes. Durante la infancia sus deseos y expectativas han sido de tal manera estimulados a costa de la realidad externa y de las exigencias objetivas, que terminan por creer que todo es maleable sólo en función de los propios intereses subjetivos. (…) Preocupándose justamente de la calidad de la relación con el niño, la educación se ha centrado demasiado en el bienestar afectivo, a veces a costa de la realidad, del saber, de los códices culturales y de los valores morales, sin ayudar a los jóvenes a edificarse interiormente. Por consiguiente, tienden más a una expansión narcisista que a un verdadero y auténtico desarrollo personal" (Tony Anatrella).
Anotamos algunas características de la persona narcisista:
• Adoran a la imagen sobrevalorada que tienen de sí mismos.
• Tienen una gran necesidad de sentirse aprobados y admirados por los demás.
• Piensan que deben sentirse queridos por ellas o ellos sin necesidad de corresponderles.
• El narcisista se cree enormemente importante.
• Envidian a los demás y creen que los otros son envidiosos también.
• Se siente ofendido con facilidad. No toleran que sus propuestas sean rechazadas.
• Fantasea con lograr éxito. Exageran sus éxitos.
• Debajo de ese enorme ego se esconde una persona con una autoestima muy baja sensación de poca valía personal e inmadurez emocional. En su lugar crea un ego grandioso para compensar.
• Las críticas echan abajo esta frágil construcción. Por eso reaccionan ante ellas con tanta rabia.
"La cultura occidental –afirma José Antonio Marina– puede contarse como la historia de un Yo que ha ido engordando".
Todos tenemos algún toque de narcisismo y necesitamos purificar nuestra personalidad, y cada uno ha de buscar el camino para hacerlo, para encontrar el sentido de su vida y para darse a los demás. Mejorar el propio carácter cuesta trabajo. Antes de decir: "no puedo" hay que intentarlo. Charles Dickens, escritor inglés, decía: "El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta".
Somos como el oro que ha de pasar por el crisol, o al menos como la plata, que requiere ser refinada. Y viene a cuento una historia: Había un grupo de mujeres reunidas en su estudio bíblico semanal, y mientras leían el libro de Malaquías encontraron un versículo que dice: "Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata", este verso les intrigó en gran manera acerca de qué podría significar esta afirmación con respecto al carácter y la naturaleza de Dios.
Una de ellas se ofreció a investigar el proceso de la purificación de la plata. Esa semana la dama llamó a un orfebre e hizo una cita para ver su trabajo. Ella no le mencionó detalles acerca de la verdadera razón de su visita, simplemente dijo que tenía curiosidad sobre la purificación de la plata.
Mientras observaba al orfebre sostener una pieza de plata sobre el fuego dejándolo calentar intensamente, él le explicaba que para refinar la plata, debía ser sostenida en medio del fuego donde las llamas arden con más fuerza, para así sacar las impurezas.
En ese momento ella imaginó a Dios sosteniéndonos en un lugar así de caliente. Entonces recordó una vez mas el versículo "Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata". Le preguntó al platero si era cierto que él debía permanecer sentado frente al fuego durante todo el tiempo que la plata era refinada.
El hombre respondió:
—"Sí. No sólo debo estar aquí sentado sosteniendo la plata, también debo mantener mis ojos fijamente en ella durante el tiempo que está en el fuego, si la plata fuese dejada un instante más de lo necesario, sería destruida.
La mujer se mantuvo en silencio por un momento y luego preguntó:
—¿Cómo sabe cuando ya esta completamente refinada?
Él sonrió y le respondió:
—"Ah, muy simple: cuando puedo ver mi imagen reflejada en ella".
Si hoy sientes el calor del fuego, recuerda que Dios tiene sus ojos puestos en ti y continuará observándote, hasta que vea su imagen en ti. Ref. Malaquias 3,3. (Anónimo).