La confesión y su poder sanador
¿Psicoterapia o confesión?
Realmente reina el desconcierto en esta materia, con el agravante de que dicha confusión se vive hoy dentro del denominado pensamiento débil, y en el contexto de la Nueva Era
¿Psicoterapia o confesión?
Muchos son los fieles que se preguntan y nos preguntan cosas como éstas: ¿Mi problema es para un psicólogo o para un sacerdote? ¿Esto es materia de confesión o de “diván”? ¿Cuál es la finalidad de la psicoterapia, y qué es lo que me brinda el sacramento de la confesión?, etc.
Realmente reina el desconcierto en esta materia, con el agravante de que dicha confusión se vive hoy dentro del denominado pensamiento débil, y en el contexto de la Nueva Era. Evidentemente el tema es inmenso, nos limitaremos a lo esencial.
Primeramente digamos que el dilema planteado en la pregunta es falso, ya que en el Plan de Dios, todo ocupa su lugar, así lo inferior está al servicio de lo superior, se ordena a lo superior: lo biológico está en función de lo psicológico, lo psicológico en función de lo moral, lo moral (supuesta la gracia) en función del desarrollo de la caridad que nos hace verdaderos hijos de Dios. Dicho de modo más simple: comemos para pensar, pensamos para conocer el bien y practicarlo, y así (supuesta la gracia) ser más y más hijos del Buen Padre de los cielos. Delimitemos los campos:
A) Psicoterapia:
Es el “tratamiento de la enfermedades psíquicas o de los trastornos fisiológicos de origen psíquico, mediante métodos psicológicos” (Dorsch Friedrich:
“Diccionario de Psicología, Herder 1994). Su objetivo es influir (hoy ya no hablamos tanto de curar) positivamente en las funciones psíquicas perturbadas (memoria, lenguaje, etc.), o reestructurar complejos patrones perturbados (neurosis, psicosis, depresiones, etc.).
Para que se dé el acto psicoterapéutico tiene que haber seis elementos esenciales: tiempo, espacio, paciente, experto, convenio y técnica que se aplica. Esto es común a todas las corrientes: dinámicas, conductuales, cognitivas, psicodramáticas, sistémicas, humanistas, etc.
B) Confesión:
Es un sacramento instituido por Cristo, que nos libra de nuestros pecados, y nos reconcilia con Dios y con la Iglesia (C.I.C 1422 y ss.).
Los elementos esenciales son el penitente (con sus actos propios: contrición, confesión y satisfacción), el ministro habilitado (sacerdote con sus debidas licencias) y el rito litúrgico de la celebración.
La psicoterapia ataca el desequilibrio, la confesión el pecado; la psicoterapia busca la armonía de la mente, la confesión el reencuentro con Dios; la psicoterapia es un proceso humano, la confesión una celebración Divino-humana; la psicoterapia mira fundamentalmente al tiempo, la confesión al tiempo y a la eternidad.
Solución del pseudo-dilema: un acto humano (supone siempre la libertad) que ha ofendido a Dios (lo cual supone conocimiento, consentimiento y materia grave o leve según sea) es para el confesionario; una desarmonía preeminentemente psíquica que advierto en mí o la advierte otro (aludimos a los conceptos de egodistónico y egosintónico) puede tratarse a nivel psicoterapéutico (siempre que dicho tratamiento respete por lo menos el orden natural).
Evidentemente hay puntos comunes, y por lo tanto todos los pacientes siempre deben confesarse (si son católicos se entiende), y a veces el penitente requiere tratamiento psicológico. Todo es don de Dios, ese Padre que nos conforta en el padecer mental, ese Rey que nos perdona 70 veces 7, así:
“La confesión no es una carga pesada para angustiarnos...Es un desahogo del alma, una inyección de alegría y esperanza. Es oír la voz dulce de Cristo, resucitado en mí, que me dice: ¡Levántate y anda!...Y yo que respondo: ¡Ahora empiezo de nuevo!”