La politóloga e historiadora alemana Katrin Himmler ha pasado su particular "catarsis" con su libro biográfico "Los hermanos Himmler", en el que desenmascara la idea de que el virus nazi sólo inoculó al jerarca de las SS, su tío abuelo Heinrich Himmler, sino que también afectó a su abuelo Ernst.
En una entrevista concedida a Efe, Katrin Himmler, que atesora un más que correcto castellano, comenta que con este libro quería hablar de "los diferentes niveles de responsabilidad en el nazismo" y señala que sus investigaciones le permitieron descubrir que "estuvieron implicados más miembros de mi familia", entre ellos su abuelo Ernst.
La idea de investigar sobre la familia era algo que le rondaba por la cabeza ya desde su primera juventud, pero "no había planificado la redacción de un libro".
Su padre fue el que le puso sobre la pista de algunos archivos familiares y oficiales: "Particularmente me interesaba la relación entre mi abuelo Ernst, hermano pequeño de Heinrich, sin embargo al acudir al archivo me di cuenta de que había más relación entre todos los miembros de mi familia y el jefe de las SS de lo que se había aceptado en general y en el círculo familiar".
Esa relación, piensa Katrin, fue "muy representativa de lo que sucedió en Alemania, con unos perpetradores de crímenes y unos ciudadanos normales que apoyaban de manera más o menos pasiva al nazismo".
"Los hermanos Himmler" (Libros del Silencio) fue también una oportunidad ejemplar para ver el origen del nazismo, lo que sucedió tras la Primera Guerra Mundial y durante la República de Weimar.
"De hecho, hasta 1923 la familia Himmler era una familia normal de la burguesía, monárquicos, conservadores, religiosos, pero no particularmente nazis, y después de 1933 la mayoría siguió siendo una familia muy normal", anota.
En su investigación, Katrin descubrió que estaban implicados con el nazismo su abuelo, Gebhard, hermano mayor de Heinrich Himmler, y muchos más miembros de la familia.
Durante muchos años después de la II Guerra Mundial, en su familia no se habló de la responsabilidad, con la idea instalada de que Heinrich, ya había purgado por todas las culpas.
"Si se compara lo que hizo Heinrich con lo que potencialmente habían hecho los otros no era nada, pero eso no quita que no fueran ajenos a las aspiraciones políticas y a las atrocidades cometidas por Himmler", jefe de las SS y cerebro del sistema de campos de concentración.
Esa lógica de que las atrocidades fueron cometidas por un reducido grupo de nazis se fue repitiendo hasta las décadas de los 60 y 70 y no se planteaba nada sobre la responsabilidad de la gente normal.
En Alemania, añade Katrin, se decía en la época que "los alemanes estaban enfadados con Hitler no tanto por haber entrado en guerra, sino por haberla perdido".
Aunque Katrin no escribió el libro con un fin catártico, su realización tuvo como consecuencia un efecto terapéutico.
Uno de los momentos más duros del proceso, confiesa, fue descubrir que su abuela Paula, la única de su generación a la que conoció, mantuvo vínculos con nazis después de la guerra.
Katrin trata de explicar la actitud de su abuela por que "en los años 50 la gente no quería tener contactos con las familias nazis, por tanto no tuvo más remedio que mantener la misma red social que tenía antes de la guerra", sin embargo, ha podido constatar que "en los últimos años de su vida cambió esa percepción".
La actitud de su abuela era "la posición típica de muchas mujeres alemanas de la época que, sin posibilidades de ascender en el sistema político por ser mujeres, se desentendían de la política y aseguraban que no sabían nada, que sus maridos no les habían contado nada".
"A mi abuela -continúa la autora- le costaba aceptar que los mejores años de su vida, entre 1933, año de su matrimonio, y 1945, cuando murió su marido, fueron los peores de la Historia" de la humanidad
Además, "los alemanes, que se habían creído que eran los jefes del mundo, experimentaron un shock al comenzar a pasar hambre en la posguerra, y en ese contexto, para las familias nazis todavía fue peor la caída, porque eran los jefes de los jefes del mundo".
A pesar de que en sus inicios contó con el apoyo de su padre, llegó un momento en que "él ya tuvo suficiente" y Katrin tuvo que continuar el camino "en solitario" y eso resultó en algunos momentos "muy difícil".
Su matrimonio con un judío israelí descendiente de una familia superviviente del gueto de Varsovia fue otro factor que le llevó a profundizar en la investigación.
Katrin discrepa de la posición de muchos descendientes de los nazis que optan por no tener hijos por pensar que la ideología nazi se transmitirá de manera hereditaria: "Emocionalmente puedo entenderlo, pero creo que eso supone continuar con la idea nazi de que hay sangre buena y sangre mala, de que la gente que tiene sangre mala no debe tener hijos".
En la actualidad, Katrin, que vive en Berlín, prepara ya dos nuevos libros, "uno sobre las familias de nazis y como afectaban a los hijos y los nietos, y otro es una biografía diferente, de un emigrante alemán que se fue a Argentina hace 100 años".
Por Jose Oliva