Martin Bormann, Jr. (1930 - Presente) Hijo |
Sus padres fueron asesinos y murieron presos, condenados a la horca o se suicidaron. En un nuevo libro, unos hijos dicen que los admiran, otros que los repudian y algunos los culpan, pero igual los quieren.
Algunos de sus progenitores, como Göring o Himmler, se suicidaron con una cápsula de cianuro potásico. Otros, como Hans Frank, el gobernador general de Polonia y responsable de millones de muertes, murieron ahorcados. Rudolph Hess murió muy anciano, como único y último preso en la cárcel de Spandau. Martin Bormann murió al acabar la guerra. Karl-Otto Saur, líder del Partido Nazi, toda su vida fue considerado un traidor por haber delatado en Nuremberg las relaciones de la industria alemana con Hitler.
El periodista Norbert Lebert publicó en 1959 un extenso trabajo sobre los hijos de los nazis en la revista Weltbild. Cuarenta años más tarde, en 1999, su hijo Stephen, también periodista, descubrió el manuscrito de su padre que había servido de base al trabajo publicado y decidió seguir el mismo camino.
Entre los hijos, hay quienes, como Edda Göring o Gudrun Himmler, guardan una memoria rayana en lo sagrado de sus progenitores. En el caso de la hija de Himmler, el jefe nacional de las SS, es el alma de una organización, Ayuda Silenciosa, que desde su sede de Munich ampara a los viejos nazis. Edda Göring, ahijada de Hitler, en 1958 viajó a la España de Franco y fue recibida por las más altas autoridades.
Otros, como el hijo de Rudolph Hess, mantuvo con su padre, preso en Spandau, una larga relación con 102 visitas. Wolf-Rüdiger Hess, ingeniero, objetor de conciencia y negacionista, se sigue preguntando aún ahora por qué dejaron morir a su anciano padre y sostiene que fue asesinado. W.R. Hess vive para suavizar la figura de su padre, del que publicó una biografía titulada No me arrepiento de nada.
Niklas Frank es periodista en
Stern y admite, sin matices, que su padre, gobernador nazi de Polonia, fue un asesino. En una célebre serie publicada en aquella revista, a mediados de los ochenta, contaba que el día que ahorcaron a su padre, al que llamaba cobarde, corrupto, ansioso de poder, cruel, inestable y asesino, "el hombre que hizo posible Auschwitz", se había masturbado sobre una foto de aquél.
Niklas Frank recordaba en estos artículos que de pequeño viajó a visitar a su padre a un campo de concentración, donde un soldado lo levantó en volandas ante una casa para que echara un ojo por la mirilla. Le dijo: "Ahí dentro hay una bruja muy mala". Recordaba Frank que había una mujer en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, la mirada cabizbaja. El se echó a llorar y el soldado le dijo: "No temas, pronto estará muerta". "Esas imágenes de mierda son las que llevo dentro", escribía, y añadía que por las noches aún sueña con pilas de cadáveres.
Martin Bormann es el hijo del que fue lugarteniente de Hitler. Hoy dedica su tiempo a la investigación de su padre, al que ama pero no exculpa. "Su firma estaba al pie de demasiados documentos y órdenes importantes. Hoy se puede decir con seguridad que mi padre lo sabía todo", dice. Pero junto a esta aceptación, Martin Bormann hijo lleva siempre en su bolsillo una amarillenta postal que le mandó su padre en 1943 donde lo llamaba "hijo de mi corazón". "Entienda usted que ésa es la imagen que yo tengo como hijo y no me la pueden quitar".
Visto de uniforme en 1939, Martin fue un ahijado de Adolfo. Él ha pasado gran parte de su vida arrepintiéndose de acciones terribles de su padre, convirtiéndose en un sacerdote católico para servir como misionero en el Congo Belga. Él también se ha unido con grupos judíos para hacer una peregrinación a Auschwitz y viajó a Israel para cumplir con los sobrevivientes del Holocausto. Dice que cuando se enteró de 1946 la condena de su padre, que estaba "completamente destruido" y que "no se puede negar lo que hizo mi padre."
El hijo menor de Adolf Eichmann, sólo tenía cinco años cuando los israelíes le arrebataron a su padre, cuando regresaba a su casa en Buenos Aires. Ahora, profesor de arqueología de Oriente Medio, ha condenado a su padre en los términos más enérgicos: "No estoy de acuerdo con la pena capital, pero dada la naturaleza de sus crímenes no tengo ningún problema con su ejecución." Fuente: edantclarin
El hijo menor de Adolf Eichmann, sólo tenía cinco años cuando los israelíes le arrebataron a su padre, cuando regresaba a su casa en Buenos Aires. Ahora, profesor de arqueología de Oriente Medio, ha condenado a su padre en los términos más enérgicos: "No estoy de acuerdo con la pena capital, pero dada la naturaleza de sus crímenes no tengo ningún problema con su ejecución." Fuente: edantclarin