La Revolución rusa


El término Revolución rusa agrupa a todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista y a la instauración preparada de otro, leninista, a continuación, entre febrero y octubre de 1917. En gran medida inducida por la Primera Guerra Mundial,  la Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del "corto siglo XX"  abierto por el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por unos (Jules Romains la describió como "la gran luz en el Este" y François Furet como "el encanto universal de octubre"), también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales. Sigue siendo uno de los acontecimientos más estudiados y más apasionadamente discutidos de la historia contemporánea.

Situación de Rusia antes de la revolución de 1905

Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un régimen zarista, autocrático y represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613, se instauró en el país la Dinastía Románov.
La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro II fue la primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez liberados, los antiguos siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así en mano de obra industrial.
A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor, favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia cultural: el antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los más pobres. Las industrias florecían, y la creciente clase obrera se aglutinaba principalmente en las ciudades pero la prosperidad del país no había tenido beneficio alguno para la población.
La economía en su conjunto seguía siendo arcaica. El valor de la producción industrial en 1913 era dos veces y media menor que el de Francia, seis veces menor que el de Alemaniay catorce veces menor que el de Estados Unidos. La producción agrícola continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de modernización económica.  El PIB per cápita en aquella época era inferior al de Hungría o al de España y aproximadamente suponía una cuarta parte del de Estados Unidos.  Además, el país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las acciones rusas. El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por los campesinos que habían sido bruscamente proletarizados. La clase obrera naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas industriales, lo que facilitó la creciente conciencia revolucionaria. 
El Imperio Ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población vivía en zonas rurales). Si bien una parte de los campesinos, los kuláks, se había enriquecido y constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el número de campesinos sin tierra había aumentando, creando así un auténtico proletariado rural receptivo a ideas revolucionarias. Incluso después de 1905, un diputado de la Duma señaló que en muchos pueblos, la presencia de chinches y cucarachas en los hogares se percibía como signo de riqueza. 

Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían sido conquistados por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios. Sin embargo, el poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios movimientos organizados por miembros de todas las clases sociales (estudiantes u obreros, campesinos o nobles) trataron de derrocar al gobierno sin éxito. Algunos, recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos, convirtiéndose los movimientos revolucionarios en objeto de dura represión llevada a cabo por la todopoderosa Ojrana, lapolicía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las filas de los exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la culminación de una larga sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas necesarias, que ni las insurrecciones campesinas, los atentados políticos y la actividad parlamentaria de la Duma habían logrado, desembocaron en una revolución impulsada por el proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra Ruso-Japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San Petersburgo para exigir reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se conoce como el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se caracterizó por los levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y los campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del Estado: los sóviets.

Revolución de Febrero de 1917

Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de la Revolución de Febrero. En el momento de entrada en la guerra, todos los partidos políticos se mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido Obrero Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de Serbia que se negó a votar los créditos de guerra, pero advirtió que no trataría de sabotear los esfuerzos provocados por la guerra. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales, el Ejército ruso tuvo que soportar severas derrotas (en Prusia Oriental, en particular). Las fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era ineficiente y el suministro de armas y alimentos al Ejército fallaba. En el Ejército, los partes batían todos los récords: 1.700.000 muertos y 5.950.000 heridos, estallando disturbios y decayendo la moral de los soldados. Estos soportaban mes a mes la incapacidad de sus oficiales, hasta el punto de suministrar a unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de su arma y la intimidación y los castigos corporales utilizados en la misma.
La hambruna se extendió y las mercancías comenzaron a escasear. La economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de Europa,  se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso (la Duma), constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra la estabilidad del Imperio y del régimen, aconsejándole formar un nuevo gobierno constitucional. El zar no tuvo en cuenta esta advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la realidad del país. La impopularidad de su esposa, la emperatrizAlejandra, de origen alemán, aumentó el descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el asesinato de Rasputín, asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix Yusúpov, un joven noble.
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto a lascooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de poder paralelos. El régimen ya no controlaba el "país real". 
El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... Se inició con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la capital, Petrogrado, a principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano),  Día Internacional de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan. Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una razón para prolongar su huelga. Ese día, pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna víctima.
Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión fue en aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron: "¡Abajo la guerra!", "¡Abajo la autocracia!".  En esta ocasión, los enfrentamientos con la policía se saldaron con víctimas para ambas partes.  Los manifestantes se armaron sustrayendo armas de los puestos de policía. Tras tres días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de la guarnición militar de la ciudad para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, durante la noche, parte de la compañía se sumó progresivamente a los insurgentes, que pudieron de esta forma armarse más convenientemente. Entre tanto, el zar, sin medios para gobernar, ordenó disolver la Duma y nombrar un comité interino.
Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue el triunfo de la revolución. Bajo la presión del Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo: "Se deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de caballería." Su hermano, el gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día siguiente la corona. Fue el fin del zarismo y se produjeron las primeras elecciones al sóviet de los trabajadores de la capital, el Sóviet de Petrogrado. El primer episodio de la revolución se había saldado con más de un centenar de víctimas, principalmente manifestantes, mas la caída rápida e inesperada del régimen, con unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país una ola de entusiasmo y liberación.
La dualidad de poderes 
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y entusiasta. El gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se politizaba.
Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al gobierno provisional, pese a su inmovilidad y su actuación en la guerra. Sin embargo, el pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin, quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente descontento general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que los partidos revolucionarios rivales se desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro contrarrevolucionario.

«El país más libre del mundo»

La caída de la monarquía se sintió como una liberación sin precedentes. En Rusia se abrió un periodo de intensa alegría popular y de fermentación revolucionaria. Un frenesí por hablar y exponer las ideas propias se instaló en todos los estratos sociales. Las reuniones fueron diarias y los oradores se sucedían de manera casi interminable. Se multiplicaron los desfiles y las manifestaciones. Decenas de miles de cartas, con direcciones y peticiones se enviaban cada semana desde todos los puntos del territorio para dar a conocer el apoyo, las quejas o las reclamaciones del pueblo. Se dirigían principalmente al nuevo Gobierno provisional y al Sóviet de Petrogrado.
Más allá de las expectativas inmediatas, lo que dominaba era el rechazo a toda forma de autoridad, lo que permitió a Lenin hablar de la Rusia de aquellos meses como «el país más libre del mundo», como describió Marc Ferro:
En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a aprender las bases del futuro derecho obrero; en Odesa, los estudiantes dictaban a su profesor el nuevo programa de historia de las civilizaciones; en Petrogrado, los actores sustituyeron a su director de teatro y escogieron el próximo espectáculo; en el ejército, los soldados invitaban al capellán a sus reuniones para que este diera sentido a sus vidas. Incluso los niños menores de catorce años reivindicaban el derecho de aprender boxeo para hacerse escuchar ante los mayores. Era el mundo al revés. 
Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy violentas, tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o espontánea, se tomó contra los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho estos a trasladar su residencia o exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena de muerte, ordenó la apertura de las prisiones, permitiendo el retorno de los exiliados por cualquier motivo (incluido Lenin) y proclamó las libertades fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en la práctica ya adquirida tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado desaparece; la Iglesia Ortodoxa Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de Pedro I el Grande, pudo reunir libremente un consejo que, en el verano de1917, restableció el Patriarcado de Moscú. En el ejército, el Prikaz n.º 1 (Orden Nº 1), expedido por el Sóviet de Petrogrado, prohibió el acoso humillante de los oficiales a los soldados e instauró los derechos de reunión, petición y prensa. 
Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue, por supuesto, la creación espontánea de los sóviets (consejos) de obreros, campesinos, soldados y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas asambleas, que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones habituales en Occidente (partidos, sindicatos...) debida a la represión zarista. Fueron órganos de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la posibilidad de que el Gobierno Provisional ejerciera unacontrarrevolución, velaron por la preservación y la ampliación de las conquistas de la Revolución de Febrero.

El Gobierno Provisional y los sóviets

La Duma eligió un Gobierno Provisional encabezado por Mijaíl Rodzianko, un ex oficial del zar del Partido Octubrista, monárquico y rico terrateniente. Desde el 15 de marzo, la dirección de dicho gobierno fue tomada por Georgi Lvov, un liberal progresista del Partido Democrático Constitucional.
Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los soldados, el poder estaba en manos de un gobierno provisional dirigido por políticos liberales del Partido Democrático Constitucional (llamado KD o Kadete), el partido de la burguesía liberal. Mas en realidad, era preciso transigir con los sóviets. En las ciudades y pueblos, con el anuncio de la revolución en la capital, se formaron sóviets al tiempo que los notables que dirigían en nombre del zar fueron destituidos. Desde principios de marzo, los sóviets ya estaban presentes en las principales ciudades, dando el salto en abril y mayo a las zonas rurales. Los sóviets eran unas asociaciones donde los trabajadores acudían a discutir sobre la situación y al mismo tiempo un órgano de gobierno.
El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera inmediata en la Primera Guerra Mundial, otorgar la propiedad de la tierra a los campesinos, la jornada laboral de ocho horas y el establecimiento de una república democrática. Este programa resultaba inaplicable por la burguesía liberal que asumió el poder tras la revolución, ya que no firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras ni la jornada laboral.
Además, el Gobierno consideró (así como parte de los dirigentes de los sóviets y de los partidos revolucionarios) que sólo la futura Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal tenía derecho a decidir sobre la propiedad de la tierra y el sistema social. Pero la ausencia de millones de votantes que se encontraban combatiendo en el frente retrasó la celebración de las elecciones (sobre todo porque el gobierno continuaba con la guerra). La realización de las reformas fue continuamente aplazada sine die. La situación llegó hasta tal punto que el gobierno se abstuvo de proclamar oficialmente la República antes de septiembre. Tomó así el riesgo de decepcionar peligrosamente a la población. Por añadidura, no podía gobernar sin el apoyo de los sóviets, que contaban con el respaldo y la confianza de la gran masa de trabajadores. 
Los sóviets estaban dominados por los socialistas, los mencheviques y socialrevolucionarios. Los bolcheviques, a pesar de su nombre, eran una minoría. Por aquel momento, los sóviets, incluido el Sóviet de Petrogrado, demostraron un apoyo moderado al Gobierno provisional y no continuaron reclamando las reformas más radicales, lo que obliga a matizar la noción habitual de "dualidad de poderes". La confluencia entre el Sóviet de Petrogrado y el Gobierno provisional cristalizó en la figura de Aleksandr Kérenski, socialrevolucionario, vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y Ministro de Justicia y Guerra.
Casi todos los revolucionarios, especialmente los de la escuela marxista, creían que la revolución proletaria era prematura en un país económicamente atrasado y rural. En su opinión, Rusia solo estaba preparada para una revolución burguesa, ya que el proletariado era demasiado débil y muy reducido. La revolución debía limitarse primeramente a las tareas que el análisis marxista asignaba a la revolución burguesa, cumplidas por la Revolución Francesa en 1789: el fin del feudalismo y la reforma agraria. Desde este punto de vista, los sóviets se concebían como "fortalezas proletarias" ubicadas en el corazón de la "revolución burguesa"  para velar por la realización de las reivindicaciones populares, y posteriormente, preparar la transición al socialismo, previniéndose de una contrarrevolución monárquica o de una ruptura con la burguesía.
Pese a ello, esto no respondió a la urgencia que las masas demandaban para ver colmadas sus aspiraciones. Los partidos revolucionarios corrían el peligro de incurrir en el mismo descrédito popular que el Gobierno provisional.

Las crisis repetitivas 
Los días de abril 

A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la publicación de una nota secreta del gobierno a sus aliados, diciendo que no pondrían en peligro los tratados zaristas y que continuarían con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores.  Las manifestaciones a favor y en contra del gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución, obligando a la renuncia del Ministro de Relaciones Exteriores, el historiador Pável Miliukov del KD. Los socialistas moderados entraron a continuación en el gobierno, con el apoyo de la mayoría de los trabajadores que creían que podrían ejercer presión para poner fin a la guerra.
Al mismo tiempo, poco después de su regreso a Rusia, Lenin publicó sus Tesis de abril. Continuando con los argumentos expuestos en El imperialismo, estado supremo del capitalismo, afirmó que el capitalismo había entrado en "fase de putrefacción" y que la burguesía ya no era capaz, en los países recientemente industrializados, de asumir el papel revolucionario que ya había desempeñado en el pasado. Para él, solamente se podría detener la guerra y asegurar las conquistas de la Revolución de Febrero dando todo el poder a los sóviets. Lenin se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno Provisional y demandó la confiscación de las tierras y su posterior redistribución entre los campesinos, el control obrero sobre las fábricas y la transición inmediata a una república de sóviets.
Estas ideas eran muy minoritarias en el propio seno de los bolcheviques, que se mantenían en una línea común de apoyo al gobierno, llegando el periódico Pravda, dirigido por Stalin y Mólotov, a hablar públicamente de la reanudación del trabajo y la vuelta a la normalidad. Pero con el colapso económico y la guerra en curso, las ideas del partido bolchevique, dirigido por Lenin y por Trotski a partir de verano, fueron ganando influencia. A principios de junio, los bolcheviques ya eran mayoría en el Sóviet de Petrogrado de diputados de obreros y soldados.

Las Jornadas de Julio 

En los primeros meses de 1917, la guerra provocaba un rechazo inferior al de la incapacidad del zar para llevarla con eficacia, unido a la crueldad y la negligencia de los oficiales. El «derrotismorevolucionario» llegó a ser impopular en el propio partido bolchevique. Muchos, y no solo en la élite burguesa rusa, esperaban una explosión patriótica y jacobina contra la Alemania del Káiser, algo así como lo que sucedió tras la caída de la monarquía francesa en 1792, que llevó a la victoria de Valmy y la derrota del enemigo. El ministro de Guerra, Aleksandr Kérenski, un buen orador y muy popular, fue elegido para encarnar ese arranque en los planos nacional y revolucionario.
Por otra parte, la consignas a favor de la paz comenzaban a ser más frecuentes en la retaguardia que en el frente, donde los soldados solían ver a los obreros como privilegiados, y detestaban que se pusiera en tela de juicio la utilidad de los sacrificios que llevaban soportando desde que estalló el conflicto. De hecho, una gran mayoría de los rusos se mostraban a favor de una paz negociada, sin anexiones ni indemnizaciones, pero muchos estaban también dispuestos a dar una oportunidad a una última ofensiva militar. 
Sin embargo, entre febrero y julio, el cansancio y la impopularidad hacia la guerra fueron ganando terreno, así como la propaganda pacifista. La continuación de la guerra creaba una situación muy criticada, ya que era imposible instaurar la jornada laboral de ocho horas sin perjudicar a la producción bélica, o tratar de convocar elecciones para formar la Asamblea Constituyente teniendo millones de soldados en el frente.
El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición, las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó a degradarse. 
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder. Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional: los bolcheviques solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los partidos socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país. Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar así su incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la firma de la paz, la jornada de ocho horas y la reforma agraria.
El aumento de la reacción 
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado, Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico bolchevique Rabochi i Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que habían apoyado la revolución se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos, al tiempo que los obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró la pena de muerte, abolida en febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad otorgada por el Prikaz n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba las operaciones del frente sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y artillería contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6 de julio, la ofensiva en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.
La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose pogromos en las zonas rurales. Kérenski sucedió a Georgi Lvov, monárquico moderado, al frente del Gobierno provisional tras las Jornadas de Julio, pero fue perdiendo progresivamente la consideración de las masas populares y parecía incapaz de contener el crecimiento de la reacción.

El levantamiento de Kornílov 

El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que monárquico, no se convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.
En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión), organizaron una huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco, con la radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el Comité Central del Partido KD, su líder,Pável Miliukov, dijo: «El pretexto lo proporcionarán los motines producidos por el hambre o por la acción de los bolcheviques, en todo caso la vida empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del cuerpo del Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido Social-Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos batallones no están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán cuentas con los bolcheviques». 
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas, provocando que el contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se rearmaron, los bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los presos políticos, incluido Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros de Kronstadt. Para sofocar el golpe, Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber sofocado el intento de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo consideraba demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov, y mucho menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la que Lenin, desde su escondite, dio la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar contra Kornílov.

Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los bolcheviques

Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo. El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la dirección de la resistencia, fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375 000 a 54 000 votos, los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000 sufragios, mientras que los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos. El lema «Todo el poder para los sóviets» fue utilizado más allá del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron una resolución en favor del poder soviético.
La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales. Durante el verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las tierras de los señores, sin esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de forma constante por el Gobierno. El campesinado ruso, de hecho, regresó a su larga tradición de grandes levantamientos espontáneos (los bunts), que ya habían marcado el pasado nacional, como las revueltas protagonizadas por Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos de Catalina II. No siempre violentas, estas ocupaciones masivas de tierras fueron a menudo el escenario de levantamientos espontáneos donde las propiedades de los maestros eran quemadas, llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos inmensos levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia europea, consiguieron que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni ratificara el movimiento.
Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua organización naródnik Repartición Negra) estaba cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la nueva distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras el fracaso de la última ofensiva del verano hicieron el resto. Las trincheras se vaciaron poco a poco.
Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como «insignificante puñado de demagogos»  controlaban la mayor parte del país. Desde junio de 1917, en una sesión del 1erCongreso Panruso de los Soviets, Lenin ya había anunciado abiertamente - durante una célebre discusión con el menchevique Irakli Tsereteli - que los bolcheviques estaban dispuestos a tomar el poder, pero que por el momento sus palabras no habían sido tomadas en serio. 
Octubre de 1917 
En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento de terminar con la situación de doble poder. La coyuntura les era oportuna por el gran descrédito y el aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la impotencia, así como por la impaciencia de los propios bolcheviques.

La insurrección

Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo de que este organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez más intensos. Algunos en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que esperar, porque el partido ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado en Rusia y en Europa si tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de partidos revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar estas reticencias internas y el Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la víspera del 2º Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.
Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado, siendo dirigido por Trotski, presidente del mismo. Se componía de obreros armados, soldados y marineros. Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición militar de la ciudad y la preparación metódica de la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La preparación del golpe se hizo prácticamente a la vista de todo el mundo, ya que todos los planes que se ofrecieron a Kámenev y Zinóviev se podían encontrar disponibles en los periódicos, y el propio Kérenski solamente esperaba que el enfrentamiento final que terminara con la situación. 
La insurrección se puso en marcha en la noche del 6 al 7 de noviembre (24 y 25 de octubre según el calendario juliano). Los sucesos se desarrollaron sin apenas derramamientos de sangre. LaGuardia Roja bolchevique tomó, sin resistencia, el control de los puentes, de las estaciones, del banco central y de la central postal y telefónica justo antes de lanzar un asalto final al Palacio de Invierno. Las películas oficiales posteriores elevaron estos sucesos al rango de heroicos, pero en realidad los insurgentes solo tuvieron que hacer frente a una resistencia débil. De hecho, entre las tropas acuarteladas en la ciudad, solamente algunos batallones de cadetes (junkers) apoyaron al Gobierno Provisional, mientras que la inmensa mayoría de los regimientos se pronunciaron a favor del levantamiento o se declararon neutrales. En total, hubo cinco muertos y varios heridos.  Durante el levantamiento, los tranvías continuaron circulando, los teatros con sus representaciones y las tiendas abrieron con normalidad. Uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX había tenido lugar sin que prácticamente nadie lo tuviera en cuenta. 
Si un puñado de partisanos había podido tomar el control de la capital ante un Gobierno Provisional que ya nadie apoyaba, el levantamiento debía en ese momento ser ratificado por las masas. Al día siguiente, el 25 de octubre, Trotski anunció oficialmente la disolución del Gobierno Provisional en la apertura del 2º Congreso Panruso de los Sóviets de Diputados de Obreros y Campesinos, con 562 delegados presentes, de los cuales, 382 eran bolcheviques y 70 del Partido Social-Revolucionario de Izquierda). 
Sin embargo, algunos delegados creían que Lenin y los bolcheviques habían tomado el poder ilegalmente, y alrededor de cincuenta abandonaron el congreso.  Estos, socialistas revolucionarios de derechas y mencheviques, crearon al día siguiente un "Comité de Salvación de la Patria y de la Revolución".  Este abandono del congreso se vio acompañado por una resolución improvisada por parte de León Trotski: "El 2º Congreso debe ver que la salida de los mencheviques y de los socialrevolucionarios es un intento criminal y sin esperanza de romper la representatividad de la asamblea cuando las masas intentan defender la revolución de los ataques de la contrarrevolución. Al día siguiente, los sóviets ratificaron la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo(Sovnarkom), constituido en su totalidad por bolcheviques, como base del nuevo gobierno, a la espera de la celebración de una asamblea constituyente. Lenin se justificó al día siguiente ante el representante de la guarnición de Petrogrado de la siguiente manera: "No es nuestra responsabilidad si los socialrevolucionarios y los mencheviques han abandonado el congreso. Nosotros les habíamos propuesto compartir el poder [...] Hemos invitado a todo el mundo a participar en el gobierno". 

El nuevo Gobierno

En las horas siguientes, varios decretos sentaron las bases del nuevo régimen. Cuando Lenin hizo su primera aparición pública, fue ovacionado y declaró: «Vamos a proceder a la construcción del orden socialista».
En primer lugar, Lenin anunció la abolición de la diplomacia secreta y la propuesta a todos los países beligerantes en la Primera Guerra Mundial de entablar conversaciones «con miras a una paz justa y democrática, inmediata, sin anexiones y sin indemnizaciones».
Luego, se promulgó el decreto sobre la tierra: «las grandes propiedades territoriales quedaron abolidas inmediatamente, y sin indemnización alguna». Otorgaba a los sóviets de campesinos la libertad de hacer lo que consideraran, ya fuerasocializar la tierra o repartirla entre los campesinos pobres. El texto confirmaba una realidad ya existente, ya que los campesinos ya habían aprovechado esas tierras durante el verano de 1917. Con esta medida, los bolcheviques consiguieron una neutralidad benevolente por parte de los campesinos, al menos hasta la primavera de 1918.
Por último, se nombró un nuevo Gobierno, denominado Consejo de Comisarios del Pueblo o Sovnarkom. Dicho gobierno aplicó otras medidas, como la abolición de la pena de muerte (a pesar de la reticencia de Lenin, que consideraba esta pena indispensable), la nacionalización de los bancos (el 14 de diciembre), el control obrero sobre la producción, la creación de una milicia obrera, la soberanía e igualdad de todos los pueblos de Rusia, su derecho de autodeterminación, incluida la separación política y el establecimiento de un estado nacional independiente,  la supresión de cualquier privilegio de carácter nacional o religioso, etc. En total, se realizaron las treinta y tres reformas que el Gobierno Provisional había sido incapaz de realizar en ocho meses de mandato.
En 1871, los obreros parisinos habían tomado el poder en la conocida como Comuna de París. Esta primera experiencia de «dictadura del proletariado» (tal y como Friedrich Engels la calificó) había acabado con la matanza de 10 000 a 20 000 miembros de la comuna y con deportaciones en masa. Con el poder controlado en Petrogrado, Lenin y Trotski sabían que no podrían mantener ese poder sin el apoyo de países industriales como Alemania, Francia e Inglaterra; por lo que esperaban mantenerse más que los setenta y dos días que duró la Comuna de París. 

La naturaleza de octubre

Desde las primeras horas del 7 de noviembre hasta la actualidad, varios medios calificaron la Revolución de Octubre como un golpe de Estado de una minoría determinada y organizada que tenía como objetivo dar "todo el poder a los bolcheviques"  y no a los sóviets. L'Humanité, el principal periódico socialista francés, titulaba "Golpe de estado en Rusia que lleva a Lenin y a los "maximalistas" al poder".
El historiador Alessandro Mongil observa además que en los años siguientes, los mismos bolcheviques no dudaban en hablar entre ellos acerca de su "golpe" de octubre (perevorot).  En su autobiografía, Trotski utilizaba los términos "insurrección", "toma el poder" y "golpe de Estado".44 Rosa Luxemburgo, comunista alemana, también habló del "golpe de Estado de octubre". 
Marc Ferro considera que octubre es desde el punto de vista técnico un golpe de estado, pero que no se explica en el contexto de ebullición revolucionaria general en todo el país y en toda la sociedad. La fuerzas populares han dado por lo menos un apoyo tácito a la empresa bolchevique contra un gobierno impotente y ya desacreditado:
A los activistas revolucionarios de 1917, octubre apareció como un golpe de Estado contra la democracia, como una especie de golpe llevado a cabo por una minoría que fue capaz de tomar el poder y mantenerlo. Juicio excesivo, ya que en el II Congreso de los Sóviets, reunido en plena insurrección, hubo una mayoría de los bolcheviques, así como representantes socialrevolucionarios y mencheviques, junto a los futuros líderes del Estado soviético, Lenin, Trotski, Kámenev, Zinóviev, siendo elegidos dirigentes del Presidium. [...] El juicio de los nuevos opositores, mencheviques, populistas y anarquistas, es igualmente parcial en el sentido de que los bolcheviques cumplieron con las prioridades que tras seis meses de lucha y dilaciones, las clases populares exigían: que los jefes militares, los terratenientes, los ricos, los sacerdotes y otros "burgueses" fueran permanentemente expulsados de la Historia. Por el contrario, es innegable que, al haber participado en la insurgencia y ayudado a los bolcheviques a tomar el poder, los soldados, los marinos y los obreros creían que el poder pasaría a los sóviets. Ni por un momento imaginaron que los bolcheviques, en su nombre, conservarían el poder solamente para ellos y para siempre.
Nicolas Werth, refiriéndose a las "paradojas y los malentendidos de octubre", resume de la siguiente manera los debates y la oposición, a menudo no sin segundas intenciones y con un sesgo ideológico:
Para la primera escuela histórica que podría llamarse "liberal", la Revolución de Octubre fue un golpe impuesto por la violencia en una sociedad pasiva, resultado de una hábil conspiración tramada por un puñado de fanáticos disciplinados y cínicos, carentes de toda base real en el país. Hoy en día, casi todos los historiadores rusos, así como la élite culta y los dirigentes de la Rusia postcomunista hicieron suya la vulgata liberal. Privada de toda profundidad social e histórica, la Revolución de Octubre en 1917 fue un accidente que desvió de su curso natural a la Rusia prerrevolucionaria, una Rusia rica, laboriosa y en el camino a la democracia [...]. Si el golpe de Estado bolchevique de 1917 fue un accidente, entonces el pueblo ruso ha sido una víctima inocente. Teniendo en cuenta esta interpretación, la historiografía soviética ha intentado demostrar que octubre fue el resultado lógico, previsible e inevitable, de un itinerario liberador iniciado por las "masas" conscientemente unidas al bolchevismo. [...] Rechazando tanto la divulgación liberal como la marxizante, un tercio de la historiografía actual ha tratado de "desideologizar" la historia, de comprender, como Marc Ferro, que afirma: el levantamiento de octubre de 1917 pudo ser un movimiento de masas en el que solo unos pocos participaron. [...]
Por lo tanto, según este historiador, lejos de "simplismos" liberales o marxistas:
La Revolución de Octubre de 1917 aparece como la convergencia momentánea de dos movimientos: una toma del poder político, resultado de la cuidadosa preparación de la insurrección de un partido radicalmente diferente, por sus prácticas, su organización y su ideología, del resto de actores de la revolución; una gran revolución social, multiforme y autónoma [...] una inmensa revuelta campesina en primer lugar, [...] el año 1917 [fue] un paso de una gran revolución campesina, [...] de una profunda descomposición del ejército, integrado por unos diez millones de soldados campesinos movilizados durante tres años en una guerra cuyo sentido no comprendían [...], un movimiento reivindicativo obrero específico, [...] y un cuarto movimiento que abogaba por la emancipación de las nacionalidades y pueblos alógenos [...]. Cada uno de estos movimientos tenía su propia temporalidad, su dinámica interna, sus aspiraciones, que obviamente no podían ser reducidas a eslóganes bolcheviques ni a la acción política del partido [...]. Durante un breve, pero decisivo momento –a finales de 1917– la acción de los bolcheviques, activa minoría política en medio del vacío institucional, entró en consonancia con las aspiraciones de muchos, aunque a medio y largo plazo, los objetivos de unos y otros fueran distintos.
De acuerdo con su conclusión, en octubre de 1917, "momentáneamente, el golpe de Estado político y la revolución social chocaron de frente, antes de divergir hacia décadas de dictadura". 
Inicios del régimen bolchevique 
Al tomar el poder en Petrogrado, Lenin y Trotski no tenían ninguna intención de construir el socialismo sólo en Rusia, subdesarrollada y atrasada. Esperaban ser la primera victoria obrera de una serie de revoluciones en los países industrializados de Europa, que permitiría a la revolución sobrevivir. Se basaban, en particular, en Alemania, la primera potencia industrial del continente y hogar del movimiento obrero más fuerte y con la organización más antigua del mundo. Trotski dijo en el 2º Congreso de los Sóviets que aprobó la revolución: "O bien la Revolución rusa aumentará el torbellino de la lucha en el oeste, o los capitalistas de todos los países asfixiarán nuestra revolución".
Sin embargo, no fue hasta un año después, cuando una ola revolucionaria que estalló en Alemania (desembocando en la Revolución de Noviembre) y en Hungría (donde se instauró la República Soviética Húngara, dirigida por Bela Kun y que perduró por 133 días). En la vecina Finlandia, la revolución fue derrotada en marzo de 1918, en el transcurso de una Guerra Civil, donde el "terror blanco", con ayuda de Alemania, dejó 35.000 muertos. En enero de 1919 los socialdemócratas alemanes pidieron ayuda a los Freikorps para reprimir la revolución obrera, siendo asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, dirigentes espartaquistas. Entre 1919 y 1920, otros países como Italia experimentaron huelgas insurrectas. En otros lugares, como en Francia, el Reino Unido o los Estados Unidos, se produjo una ola de huelgas y manifestaciones que no desembocaron en ningún intento revolucionario.
La oleada revolucionaria, más tardía de lo previsto, terminó por retroceder, y el poder bolchevique permanecía aislado como en sus primeros días. Los bolcheviques se enfrentaban en solitario a los inmensos problemas de una Rusia en explosión, donde su toma solitaria del poder no disfrutaba de una aprobación unánime.

Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre

La Primera Guerra Mundial había sangrado Rusia, y se llevó gran parte de sus suministros. En las zonas rurales, no había posibilidad de comprar bienes de consumo por el grano, y los agricultores ya habían dejado de suministrar a las ciudades, incluso antes de la Revolución de Febrero. Ya el Gobierno Provisional de Kérenski había procedido a requisar forzadamente las existencias de alimentos para garantizar el suministro de las ciudades, donde la hambruna se había presentado. Al llegar al poder los bolcheviques, intentaron abandonar estas prácticas impopulares, pero por el empeoramiento de la salud y la situación económica, se vieron obligados a utilizarlas de nuevo.
La producción industrial se había visto socavada por la guerra, las huelgas y los cierres patronales. Incluso antes de la llegada de los bolcheviques al poder, ya había caído en tres cuartas partes.  La situación económica, evidentemente, no mejoró tras la invasión de la rica Ucrania por las tropas alemanas, ni tras el embargo impuesto a Rusia en 1918 por las grandes potencias (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón), ni por el comienzo de la Guerra Civil.
Por otra parte, Lenin y Trotski, fascinados por el dirigismo económico militarizado establecido por el Estado Mayor de Prusia en Alemania, deseando devolver a los obreros al trabajo siguiendo métodos similares, con el objetivo de poder tener las cosas de cara ante una hipotética contrarrevolución.  Sin embargo, muchos trabajadores no querían renunciar a sus conquistas y volver a los enormes esfuerzos exigidos por el autoritarismo y la guerra. La coerción sobre ellos se convirtió en inevitable. 
La situación se estaba deteriorando drásticamente, provocando en unos meses la práctica desaparición de toda actividad económica en el país. En enero de 1918, la ración media de trigo en las grandes ciudades correspondía a tres libraspor mes. Las empresas debieron cerrar, los obreros no encontraban lo suficiente para comer, bandas de saqueadores vagaban por el campo en busca de alimentos y destacamentos de desertores se enfrentaban al ejército.
Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto 
Uno de los primeros decretos del gobierno bolchevique fue la ratificación de la abolición efectiva de las grandes propiedades de tierras, dejando a la iniciativa de los agricultores la repartición o socialización de la tierra. Este decreto entraba en ruptura con el programa bolchevique, que preveía la nacionalización de la tierra.
Para algunos, se trata de una maniobra de los bolcheviques: hábilmente, repitieron durante varios meses parte del programa del Partido Social-Revolucionario, que estos últimos habían sido incapaces de poner en práctica. Marca también un malentendido entre los bolcheviques y los campesinos. Los primeros pretendían aplicar un colectivismo integral, mientras que los segundos aspiraban a la extensión y multiplicación de la pequeña propiedad. Pero con este hecho, los campesinos solo fueron coyunturalmente seducidos por el partido de Lenin, que se mantuvo ante todo como colectivista, urbano y obrerista.
Por el otro lado, los bolcheviques, siempre favorables a las nacionalizaciones, reconocieron que no tenían ni la voluntad ni los medios para imponer sus preferencias a los campesinos. Lenin afirmó:
No podemos ignorar la decisión de la base popular, a pesar de que no estamos de acuerdo con ella... Debemos dar a las masas populares una entera libertad de acción creativa... En definitiva, la clase campesina debe obtener la seguridad firme de que los nobles ya no existen en los campos, y hace falta que los mismos campesinos decidan todo y organicen su existencia.
De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el orden del día y no la construcción de una sociedad socialista, que parecía imposible en un país tan pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el apoyo de las masas rurales, la gran mayoría del país, los bolcheviques convocaron del 10 al 16 de noviembre un congreso campesino. A pesar de la presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a los bolcheviques, este último ratificó el Decreto sobre la tierra y apoyó al nuevo gobierno, consagrando la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los meses dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el nuevo poder había conseguido evitar el peligro de enfrentarse a las masas rurales, teniendo en cuenta que tenía que hacer frente a la hostilidad de los zaristas, de los liberales y de la mayor parte de los grupos socialistas. Pero el régimen heredó el catastrófico problema de abastecimiento de las ciudades, que ya había derribado a Nicolás II y a Kérenski. La necesidad de hacer pedidos de cereales para sobrevivir traía consigo el germen de un grave conflicto con el campesinado. Los sóviets organizaron en la primavera de 1918 destacamentos de trabajadores, destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la llamadaprodrazviorstka (en:prodrazvyorstka). La violencia era frecuente en sus métodos y en la resistencia campesina, produciendo a su vez un descenso significativo de la producción agrícola. Posteriormente, los Blancos, a pesar de proclamar el libre comercio, también se vieron obligados a recurrir a las requisas forzadas.

Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)

Si la revolución fue un éxito en Petrogrado, la tentativa de tomar Moscú del 28 de octubre al 2 de noviembre se encontró con una violenta resistencia. Los bolcheviques ocuparon el Kremlin, pero los dirigentes locales de su partido dudaron y firmaron una tregua con la autoridad socialrevolucionaria de la ciudad antes de evacuar el edificio. Las tropas gubernamentales aprovecharon la oportunidad de ametrallar a los trescientos miembros de la Guardia Roja y obreros desarmados que abandonaban el edificio, siguiendo órdenes del alcalde socialrevolucionario 300 Guardias Rojos y de los trabajadores desarmados, bajo las órdenes del alcalde socialista revolucionario Rúdnev. Hizo falta una semana de combates encarnizados antes de que los bolcheviques, conducidos por el joven Nikolái Bujarin, finalmente se apoderaran del Kremlin y tomaran el control de la ciudad. Sus opositores, socialrevolucionarios y monárquicos, dirigieron una represión sangrienta.
El 12 de noviembre, el nuevo poder hizo fracasar la tentativa de reconquista de Petrogrado llevada a cabo por Kérenski y los cosacos del general Krasnov. Por su parte, el Gran Cuartel general (la stavka) del Ejército ruso anunció el 31 de octubre su voluntad de marchar sobre Petrogrado «con el objetivo de restablecer el orden». Reunido de nuevo por los dirigentes del Partido Social-Revolucionario, Chernov y Gots, pero abandonado por sus tropas, el Estado Mayor debió huir el 18 de noviembre.
En las semanas siguientes, miles de junkers (cadetes) y funcionarios como Kornílov, huido, se reunieron en la República del Don. Se formó el Ejército de Voluntarios, dirigido por el general zarista Mijaíl Alexéyev. Reprimió con sangre los levantamientos obreros de Rostov del Don y Taganrog, el 26 de noviembre y el 2 de enero, pero fue desmembrado por la guerrilla de la Guardia Roja llegada a modo de refuerzos desde las dos capitales. Al conocer la derrota de los blancos, Lenin creyó que podía exclamar, a 1 de abril de 1918, que la Guerra Civil había terminado.
Otros combates se llevaron a cabo en Kubán, donde el poder de los sóviets se trasladó a Krasnodar. En cuanto a la sublevación de los cosacos del Ural, se saldó con un fracaso. En el frente rumano, el ejército se dividió en destacamentos blancos, que se unieron al ejército de los blancos de Denikin, y en regimientos rojos.

El problema de la coalición

El 2º Congreso de los Sóviets había aprobado el nombramiento de un gobierno compuesto exclusivamente de bolcheviques, pero para muchos activistas bolcheviques, esta solución no era aceptable. El día después del levantamiento, casi todos los delegados del congreso de los sóviets votaron a favor de una resolución del menchevique Yuli Mártov, apoyada por el bolchevique Lunacharski, donde se pedía al Consejo de Comisarios del Pueblo que se ampliara con representantes de otros partidos socialistas.
Después de acalorados debates en el seno del partido bolchevique, que lo pusieron al borde de la escisión (varios dirigentes dimitieron para denunciar el rechazo a una coalición expresado por Lenin, Zinóviev, Kámenev, Rýkov y Noguín), Lenin, en minoría, se vio obligado a transigir: se negaba a continuar con las negociaciones para formar una coalición con los socialistas, pero estaba de acuerdo en pactar con el Partido Social-Revolucionario de Izquierda, pasando varios miembros de dicho partido a formar parte del gobierno en diciembre de 1917.
Los primeros días de un nuevo Estado
Se comparten diversas opiniones sobre los primeros días tras el cambio de poder en octubre de 1917:
Para algunos, fue el comienzo de una dictadura. Máximo Gorki escribió el 7 de diciembre de 1917: "Los bolcheviques se han colocado en el Congreso de los Sóviets tomando el poder por sí mismos, no por los sóviets. [...] Esto es una república oligárquica, la república de algunos comisarios del pueblo." 
La mañana después del 7 de noviembre, se prohibieron siete periódicos en la capital.  Se trata, según Victor Serge, de siete periódicos que defendían abiertamente la resistencia armada contra el "golpe de fuerza de los agentes delKaiser." Los socialistas conservaron su prensa. Según Victor Serge, la prensa legal menchevique desapareció en 1919, la de los anarquistas hostiles al régimen en 1921 y la de los socialrevolucionarios de izquierda en julio de 1918 a raíz de su rebelión contra los bolcheviques.
Pero los bolcheviques se habían pronunciado, antes de asumir el poder, a favor de la libertad de prensa, incluido Lenin,  y este giro no fue aceptado por muchos bolcheviques. Marc Ferro considera que "contrariamente a la leyenda, la abolición de la prensa burguesa y de las publicaciones socialrevolucionarias no viene ni de Lenin ni de las altas esferas del partido bolchevique", sino que "es el público en forma de insurgencia popular". 
De modo que prácticamente la totalidad de los funcionarios de Petrogrado se declararon en huelga para protestar contra el golpe de Estado, pasando las listas públicas a denunciar a aquellos que se niegan a servir al nuevo poder. El 10 de diciembre, los líderes del KD, que se habían puesto al frente de la resistencia armada al gobierno bolchevique, fueron declarados en estado de arresto. 
Otros creen que la clemencia fue lo que caracterizó a los primeros días del régimen soviético. Los ministros del Gobierno provisional fueron detenidos y liberados rápidamente. La mayor parte había participado en la Guerra Civil en elbando Blanco. El general Piotr Krasnov, que se había levantado a raíz de la Revolución de Octubre, fue puesto en libertad junto con otros oficiales, tomó las armas contra el régimen soviético en contra de su palabra y pasó a liderar el Ejército Blanco en los meses posteriores.
Para Nicolas Werth, el nuevo poder llevó a cabo una reconstrucción autoritaria del Estado en detrimento de los órganos de poder que surgen espontáneamente en la sociedad civil: los comités de fábrica, las cooperativas que reemplazaban a los sindicatos o sóviets, meros instrumentos vacíos pero ya infiltrados en el sistema y subordinados a él. "En un par de semanas (finales de octubre de 1917 - enero de 1918), "el poder desde abajo", "el poder de los Sóviets ", que se había desarrollado de febrero a octubre de 1917 [...] se convierte en un gran poder, a raíz de los procedimientos burocráticos o autoritarios. El poder de la sociedad al Estado, y del Estado al partido bolchevique". 

La paz de Brest-Litovsk

Al tomar el poder en Rusia, los bolcheviques tenían la esperanza de que se produjera un levantamiento revolucionario en Europa. Este no se produjo, y la paz prometida en octubre pasó a ser una necesidad absoluta para satisfacer las demandas del ejército y de los campesinos. Se trataba al mismo tiempo de firmar la paz, de negociar la política expansionista territorial de los gobiernos burgueses, pero sin que pareciera que se claudicaba ante los Imperios centrales.
Se firmó un armisticio el 15 de diciembre y los debates sobre la paz comenzaron el 22 de diciembre, siendo comandada la delegación rusa por Trotski, que hizo publicar todos los tratados secretos y acuerdos sobre cambios territoriales alcanzados previamente entre ambas potencias. Las exigencias alemanas fueron enormes: Polonia, Lituania y Bielorrusia debían pasar a estar bajo ocupación alemana. Se inició así un acalorado debate en el seno del partido bolchevique, donde se confrontaban tres posiciones. Unos, como Bujarin, defendían la necesidad de una guerra revolucionaria, Lenin opinaba que había que dar el brazo a torcer, y Trotski, que venció en la votación con nueve votos a favor por siete en contra, propuso rechazar la firma de una paz que conllevara cambios territoriales pero que sí que había que declarar el fin de la guerra.
Como respuesta, el ejército alemán lanzó una ofensiva el 17 de enero, avanzando rápidamente en Ucrania. La posición de Lenin, favorable a la firma inmediata de la paz, fue ganando adeptos dentro del partido, pero los alemanes endurecieron las condiciones del tratado de paz. El 3 de marzo de 1918, los bolcheviques firmaron el tratado de Brest-Litovsk, por el cual Rusia perdía el 26 % de su población, el 27 % de su superficie cultivada y el 75 % de su producción de acero y de hierro. La situación económica de la joven república soviética, ya agravada por una guerra mortuoria que había durado cuatro años, se presentaba desesperante.

La creación de la Checa

El 20 de diciembre de 1917, se fundó la «Comisión extraordinaria de lucha contra el sabotaje y la contrarrevolución» (en ruso: VChK o Vecheká), comúnmente conocida como Checa. Sus acciones no tenían ninguna base legal ni judicial (el decreto fundacional no se hizo público hasta después de la muerte de Lenin) y había sido concebida como un instrumento provisional de represión independiente de la justicia. Era dirigida por un comité de cinco miembros (tres bolcheviques y dos socialrevolucionarios) presidido por Féliks Dzerzhinski. Entre los "saboteadores" y enemigos previstos por el decreto figuraban el KD, los socialrevolucionarios de derecha, periodistas, huelguistas... De repente, la Checa multiplicó los llamamientos a la delación y a la constitución de Checas locales. Fundada con 100 funcionarios (entre los que estaban Menzhinski y Yagoda), ya contaba con 12 000 en julio de 1918. Al llegar a Moscú, se instaló en Lubyanka, el 10 de marzo de1918, con 600 miembros. En julio ya contaba con 2000. A partir de esta fecha, los efectivos policiales de los bolcheviques fueron superiores a los de la Ojrana de los tiempos de Nicolás II.
Según Pierre Broué, la Checa no comenzó verdaderamente a funcionar hasta marzo, momento en el que se produjo la ofensiva alemana, y la represión se desplegó en toda su magnitud en verano de 1918, tras la insurrección de los socialrevolucionarios de izquierda de Moscú y una serie de atentados contra los dirigentes bolcheviques, entre los que se encontraban Moiséi Uritski, asesinado el 30 de agosto, y el propio Lenin, gravemente herido por Fanya Kaplan, ejecutada sumariamente poco después. Los dirigentes bolcheviques, asegurando inspirarse en el ejemplo jacobino de la Revolución francesa, decretaron el «terror rojo» para oponerse al «terror blanco». En los seis primeros meses de 1918, hubo veintidós ejecuciones realizadas por la Checa. En los seis últimos, la cifra aumentó hasta 6000.
Victor Serge estima que la creación de la Checa, con sus procedimientos secretos, fue el peor error del poder bolchevique. Señala, sin embargo, que la joven república vivía bajo un «peligro mortal» y que el terror blanco precedió al rojo. Precisa que Dzerzhinski temía los excesos de las Checa locales y que muchos chequistas fueron fusilados por ello.
Steinberg, comisario del pueblo de Justicia y miembro del Partido Social-Revolucionario de Izquierda, relata en sus memorias que mientras intentaba frenar las acciones ilegales de la Checa a principios de 1918, exclamó delante de Lenin: "¿Para qué un Comisariado de Justicia? Llamémoslo Comisariado del exterminio social, la causa será entendida." A lo que este respondió: "Excelente idea, tal y como yo veo la cosa. Desgraciadamente, no podemos llamarla así." 
La disolución de la Asamblea Constituyente Reclamada por todos los programas de los partidos revolucionarios desde el siglo XIX, la Asamblea Constituyente Rusa fue elegida en noviembre de 1917. Aunque obtuvieron un 25 % de los votos y un gran éxito en las grandes urbes, los bolcheviques resultaron una fuerza minoritaria, con 175 de los 707 diputados de la asamblea. Los campesinos prefirieron votar a los socialistas-revolucionarios. Según palabras de Jacques Baynac,62 los resultados de las elecciones indicaron que el país no quería de forma mayoritaria un gobierno afín a la Revolución de Febrero ni uno de la Revolución de Octubre. Sin embargo, no hubo revolución alguna en enero o julio de 1918. La represión y la Guerra Civil contribuyeron a ello.
Víktor Chernov, socialrevolucionario, resultó elegido presidente de la asamblea, con un total de 246 votos frente a loas 151 de Mariya Spiridónova, socialrevolucionaria de izquierda y apoyada por los bolcheviques. La disolución de la Asamblea Constituyente por la Guardia Roja se produjo inmediatamente después de su primera reunión, el 19 de enero de 1918. Aunque la mayoría de la población permaneció indiferente ante este golpe de fuerza, veinte manifestantes que protestaron contra la disolución de la asamblea resultaron muertos: Máximo Gorki, que acudió a su funeral, los calificó como mártires de una experiencia democrática de apenas unas horas que se llevaba esperando durante cientos de años.
El marxista Charles Rappoport comentó: "Lenin actuó como un zar. Al disolver la Asamblea Constituyente, Lenin creó un horrible vacío a su alrededor, que provoca una terrible guerra civil sin fin y prepara un futuro terrible."  También escribió: "La Guardia Roja de Lenin y Trotski han fusilado a Karl Marx". 
Según Martin Malia: "La disolución de la Asamblea Constituyente es considerada a menudo como el crimen supremo de los bolcheviques contra la democracia, exactamente igual que el golpe de fuerza de octubre, algo que es absolutamente cierto. Pero lo que no se destaca a menudo es que esta asamblea apenas habría estado capacitada para gobernar frente a los desórdenes de la época. Trotski exageraba cuando afirmaba que la asamblea no era más que un fantasma del Gobierno Provisional: estaba dominada por los mismos partidos que habían sido incapaces de controlar la situación en febrero de 1917, y como tal, fue privada de cualquier apoyo militar o administrativo." 
La entrada en vereda de los competidores revolucionarios 
A partir del 9 de enero de 1918 se comenzó a plantear el traslado de la capitalidad y del gobierno a Moscú, mientras que las negociaciones de paz con los alemanes se encontraban en desarrollo en Brest-Litovsk. El traslado del gobierno, efectivo en marzo, se debió a la posibilidad de que los barrios obreros de Petrogrado, sufridores de hambre y exasperados, se levantaran de nuevo, pero esta vez contra el poder surgido en la Revolución de Octubre. Las ofensivas alemanas y blancas no influyeron en esta decisión. Igualmente, los bolcheviques buscaban demostrar a sus opositores que su poder podía sobrevivir lejos de su Petrogrado de origen.
El 27 de marzo de 1918 la Checa comenzó a ocuparse de los delitos de prensa, recrudeciendo considerablemente la censura sufrida por la prensa no bolchevique.
El 11 y el 12 de abril, una ola de represión antianarquista sacudió Moscú: 1.000 hombres de las tropas especiales atacaron su sede, arrestando a 520 personas y ejecutando sumariamente a otras 25. A partir de este episodio, los anarquistas comenzaron a ser calificados oficialmente de "bandidos". Dzerzhinski advirtió que aquella operación no era más que un comienzo.
La recuperación del Partido Social-Revolucionario de Izquierda y de los anarquistas inquietaba al poder: en aquellos lugares donde todavía se celebraban elecciones locales libres, estos obtenían más de la mitad de los votos. Como reacción, entre mayo y junio de 1918, 205 periódicos socialistas se cerraron y la Checa disolvió por la fuerza decenas de sóviets socialrevolucionarios o mencheviques, los cuales habían sido elegidos legalmente. El 14 de junio de 1918, los mencheviques y los socialrevolucionarios de izquierda fueron expulsados del comité panruso de los sóviets, pasando a estar formado este solamente por bolcheviques. El 16 de julio, el periódico de Máximo Gorki, La Nueva Vida, fue prohibido por la policía política.
En las ciudades, la situación alimentaria continuaba siendo explosiva. Los bolcheviques no pudieron más que retomar las retenciones obligatorias efectuadas por destacamentos armados de ciudadanos, algo que provocó que los campesinos se levantaran contra el poder urbano, al mismo tiempo que se alejaban del partido aquellos a quienes el Decreto de la Tierra había acercado a las posiciones bolcheviques. Cientocincuenta revueltas campesinas fueron reprimidas en toda Rusia en julio de 1918 y en decenas de ciudades la Checa y algunos miembros de la Guardia Roja cargaron las marchas del hambre, fusilando a los huelguistas y disolviendo las reuniones populares.
El cierre patronal de las fabricas nacionales se convirtió en un nuevo medio de represión de las huelgas. El 20 de junio de 1918, como medida de represalia por el asesinato del responsable bolchevique Vladímir Volodarski, 800 líderes obreros fueron arrestados en Petrogrado en apenas dos días y su sóviet disuelto. El 2 de julio, los obreros respondieron con una huelga general, pero fue en vano.
Rechazando estos actos, así como el Tratado de Brest-Litovsk, que interpretaban como una capitulación ante el imperialismo alemán, los revolucionarios de izquierda rompieron a su vez con el gobierno bolchevique en marzo de 1918. El 6 de julio de 1918, trataron de revivir la guerra contra Alemania asesinando al embajador del Reich, el conde Wilhelm von Mirbach-Harff. Ese mismo día intentaron asaltar la sede de la Checa en Moscú.

El crecimiento generalizado de los riesgos

Para enero de 1918, el experimento revolucionario ya había conseguido sobrevivir más que la Comuna de París de 1871. En los meses siguientes, los peligros se acumularon y la Rusia soviética se encontraba cercada por todas partes, al tiempo que sus convulsiones internas sociales y políticas se agravaban.
Después del tratado de Brest-Litovsk, los países de la Triple Entente decretaron el embargo a Rusia y desembarcaron tropas para impedir una victoria alemana total en el este. Los japoneses y posteriormente los estadounidenses intervinieron así en Vladivostok a principios de abril de 1918, mientras que los británicos lo hacían en Múrmansk y Arjángelsk. En el mismo momento, los turcos penetraron en el Cáucaso y amenazaron Bakú, al tiempo que, a pesar del tratado de Brest-Litovsk, los alemanes intentaron aprovechar su ventaja: colaboraron con el aplastamiento de la revolución en Finlandia (Guerra Civil Finlandesa), y retomaron durante el verano las operaciones militares en los países bálticos y en Ucrania, que someten y confían a un gobierno monárquico títere y represivo. La secesión en mayo de las Repúblicas del Cáucaso - Georgia, Armenia y Azerbaiyán - acentuó la confusión (véase República Democrática Federal de Transcaucasia).
Paralelamente, en abril y mayo, la Legión Checoslovaca formada por antiguos presos y desertores del Ejército Austrohúngaro, niega su disolución, y se rebela contra los bolcheviques. Dueños de la zona de los montes Urales y delTransiberiano, así como de todo el oro del banco imperial de Rusia, tomado en Kazán, los checoslovacos apoyaban a los socialrevolucionarios del comité de los ex constituyentes que formaron el 8 de junio un contragobierno en Samara.
Simultáneamente, los ejércitos blancos se levantaron en mayo por todo el país, en particular en la zona del río Don, en torno a los Cosacos de Krasnov, aliado del general Denikin, y en Siberia alrededor del almirante Kolchak, quien instaló una autoridad zarista en Omsk. En todos los territorios que controlaban, el terror blanco cayó de golpe sobre las poblaciones campesinas insumisas, los judíos, los liberales, y los elementos revolucionarios más diversos. Trotski obtuvo contra estos ejércitos las primeras victorias importantes del joven Ejército Rojo: en julio en Tsaritsyn y a comienzos de agosto en Kazán.
El poder bolchevique se vio enfrentado al mismo tiempo a las rebeliones campesinas y obreras y a la insurrección de los socialrevolucionarios de izquierda en Moscú el 6 de julio. Estos reaparecían con terrorismo revolucionario: después del bolchevique Vladímir Volodarski el 20 de junio y el embajador Wilhelm von Mirbach-Harff el 6 de julio, fue el general Hermann von Eichhorn, comandante en jefe alemán en Ucrania, quien murió en una de sus acciones el 30 de julio en Kiev. Posteriormente, el 30 de agosto, mientras que el jefe de la Checa de Petrogrado, Moiséi Uritski, era asesinado, en Moscú, Fanni Kaplán disparó a Lenin, hiriéndolo; fue ejecutada sumariamente tres días después. El 3 y 5 de septiembre, exasperada, la Checa puso en marcha el "terror rojo". Millares de presos y de sospechosos fueron masacrados a lo largo de toda Rusia. Comenzaba así la Guerra Civil entre los bolcheviques y el resto de fuerzas.

De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)

La Guerra Civil Rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los "ejércitos blancos" monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su violencia extrema no se debió tampoco al impacto entre el "terror blanco" y el "terror rojo". Se trató de una guerra de los campesinos contra las ciudades y contra toda autoridad exterior al pueblo y al campo. Así fue como el "Ejército Verde", constituido por campesinos que rechazaban los reclutamientos forzados y los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.
A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los jóvenes campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de desembarazarse de la tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes más determinantes de la revolución en el campo),  la acción de las minorías nacionales que procuraban emanciparse de la vieja tutela rusa, la intervención de ejércitos extranjeros (como la de la nueva Segunda República Polaca en la Guerra Polaco-Soviética), o incluso las tentativas de los revolucionarios antibolcheviques. Pero las expectativas de los opositores socialrevolucionarios, del comité de los ex constituyentes, mencheviques, o incluso de los anarquistas en un tiempo dueños de Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se hallaron en situación de prevalecer. Mediante las reuniones, la fuerza o la represión, los bolcheviques impusieron su hegemonía sobre la revolución, como los Blancos sobre la oposición a la revolución.
Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del Estado y de la sociedad bajo la acción de fuerzas centrífugas. La victoria bolchevique significó, en una Rusia arruinada y exhausta, la reconstrucción de un Estado bajo la autoridad de un partido único sin rivales ni enemigos y dotado de un poder absoluto. En particular, se forjó un nuevo Estado policial en torno a la Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del terror rojo.
Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de Octubre, que habían rechazado toda autoridad y visto confirmarse la autonomía de una sociedad civil, en lo sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo sometida al poder.

El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco

El 23 de febrero de 1918, Trotski fundó el Ejército Rojo. Organizador enérgico y competente, buen orador, atravesó el país a bordo de su tren blindado y voló de un frente al otro para restablecer por todas partes la situación militar, galvanizar las energías y desplegar un esfuerzo enorme de propaganda destinada a los soldados y las masas. Restableció el servicio militar y aplicó una disciplina de hierro hacia los enemigos y los desertores.
A pesar de las reacciones negativas de numerosos viejos bolcheviques, Trotski no vaciló tampoco en reciclar por millares a los antiguos oficiales zaristas. 14 000 de ellos (el 30 % del total) aceptaron servir al nuevo poder a veces por fuerza (su familia respondería por su lealtad, en virtud de la "ley de rehenes"), pero también en nombre de la continuidad del Estado y de la salvación de un país amenazado por la anarquía y el desmembramiento. Estaban flanqueados por comisarios políticos bolcheviques que vigilaban su acción.
El Ejercito Rojo controlaba solamente un territorio del tamaño del antiguo Principado de Moscú cercado de todas partes, pero contaba con la ventaja de su superior disciplina y organización, de su posición central, de formar un bloque cohesionado, de disponer de ambas capitales - Moscú y Petrogrado - y de las mejores carreteras y vías de ferrocarril. Los Blancos de Kolchak, Yudénich, Denikin o Wrangel se encontraban divididos e incapaces de coordinar sus ofensivas. Principalmente, no tenían nada que ofrecer a la población salvo la vuelta a un antiguo régimen unánimemente detestado, la restitución de las tierras a los antiguos propietarios, la negativa a toda concesión a las minorías nacionales y los pogromos antisemitas responsables de cerca de 150 000 muertos.  Las masas finalmente dejaron ganar a los bolcheviques, aunque los golpes violentos tampoco faltaron entre ellas y estos últimos.

Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde

Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de guerrillas campesinas. El llamado Ejército Verde estaba compuesto por campesinos que rechazaban el reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas forzadas y la restitución de las tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles deseada por los Blancos.
Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero esencial del Ejército Verde. En 1919-1920, había no menos de 3 millones de desertores de los 5 millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos tercios consiguieron escapar de las búsquedas, detenciones y de la reintegración forzada en el ejército, reuniéndose con frecuencia los combatientes verdes en los bosques. Los Blancos generalmente fusilaban a los desertores sin otro proceso.
Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a Rusia solamente en 1921-1922, tras el aplastamiento de las grandes rebeliones campesinas como la conducida por el socialrevolucionario Antonov enTambov a mediados de 1921, la destrucción de los ejércitos verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como en Siberia oriental, donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de la NEP (marzo de 1921), aprobada por el régimen bolchevique y los campesinos.

Minorías nacionales contra los rusos

Desde finales de 1917, animadas por el "decreto de las nacionalidades", que preveía la posibilidad de separarse de Rusia, Finlandia y Polonia proclamaron su independencia. En Ucrania, la Rada(consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y nacionalista Symon Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con Moscú tras la Revolución de Octubre. En las elecciones para elegir una asamblea constituyente, los mencheviques obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia, proclamando la independencia y constituyendo un gobierno internacionalmente reconocido, incluso por Moscú, en 1920: la República Democrática de Georgia, dirigida por Noe Jordania. Por el contrario, Letonia votó en un 72 % por los bolcheviques. Los letones tenían una numerosa presencia en la Guardia Roja, el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países bálticos ya se habían independizado en el transcurso de la Primera Guerra Mundial. 
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran abusivamente relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los Ejércitos Blancos o el Ejército Petlyura realizaron pogromos antisemitas sistemáticos y a gran escala, de una violencia mortífera y sin precedente, para entonces, en la historia europea. El número de muertos asciende a cerca de 150 000, a los que se deben añadir numerosas violaciones, robos y vandalismos. En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y el bundismo fuera de la ley.
Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los ejércitos nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su parte, el Ejército Rojo invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso Mongolia, y reforzó la influencia ruso-soviética sobre estos territorios. Sin ir más lejos, la República Popular de Mongolia, satélite de la URSS, se fundó en 1924. Los cosacos, que constituían el núcleo duro del antibolchevismo, fueron deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios.
En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los anarquistas del ejército de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó brutalmente la experiencia inéditamajnovista. Este movimiento campesino de masas había conseguido dotarse de un ejército insurrecto capaz de hacer frente durante tres años a la vez a fuerzas austro-alemanes, a los Blancos de Denikin y Wrangel, al ejército de la República Nacional Ucraniana dirigida por Petlyura y al Ejército Rojo.

Intervenciones extranjeras y Guerra Polaco-Soviética

Afectados por el tratado de Brest-Litovsk, ejércitos occidentales y japoneses intervinieron primeramente para impedir la desaparición total del Frente Oriental (mediados de 1918). Tras la derrota de Alemania su intervención tomó un carácter más hostil hacia la revolución y el régimen bolchevique, apoyando y dotando de armamento a los Blancos por miedo al contagio bolchevique. De 1918 a 1920, la Rusia roja se vio sometida a un drástico embargo por parte de las potencias capitalistas. Sin embargo, las derrotas de los Blancos y la simpatía de las clases populares de su país con respecto a la Revolución rusa obligaron a las grandes potencias a abandonar. Así, el motín de la flota francesa estacionada en elmar Negro, orquestado por André Marty y Charles Tillon, contribuyó en marzo de 1919 a que el gobierno francés renunciara a proseguir la lucha. Para el historiador Orlando Figes, "la promesa de ayuda aliada era simplemente palabras en el aire. El compromiso de las potencias occidentales jamás proporcionó gran cosa desde un punto de vista material y sufrió siempre de una falta de intención muy clara." 
En 1920, la joven Segunda República Polaca invadió Rusia para establecer sus fronteras más allá de la línea Curzon. El contraataque victorioso del Ejército Rojo llenó de esperanza a los bolcheviques: la toma de Varsovia abriría el camino de Berlín y permitiría exportar la revolución por las armas. Pero el 15 de agosto de 1920, el "Milagro del Vístula" permitió al general Piłsudski repeler la invasión. Percibiendo al Ejército Rojo como un ejército eminentemente ruso y no revolucionario, los obreros polacos apoyaron decididamente a Piłsudski.

Terror Blanco contra Terror Rojo

La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la violencia social y política, agravada por el "brutalización" de la sociedad durante la Primera Guerra Mundial.  A partir de mediados de 1917, la explosión revolucionaria, hasta entonces muy poco violenta, se tradujo entre los campesinos rebelados en la matanza de cierto número de terratenientes y el saqueo de sus residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir de válvula de escape para muchos rencores fruto de siglos de opresión social, a los miedos de las antiguas élites privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta. Practicantes del terrorismo individual desde el siglo XIX, los revolucionarios como los miembros del Partido Social-Revolucionario no hicieron más que reutilizar las mismas armas contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos rivalizaban en declaraciones incendiarias y se mostraban preparados para la violencia radical.
Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y masacrando sistemáticamente a nacionalistas, demócratas, judíos, sindicalistas, revolucionarios moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples sospechosos, abatidos ante la menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles y no vacilaron en quemar o destruir pueblos enteros, siendo sometidos los campesinos a castigos corporales humillantes. Sus tropas a menudo se desacreditaban desde su llegada a fuerza de violaciones y pillajes, mientras que muchos jefes multiplicaban los actos de arbitrariedad y mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino. 
El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos, experimentó un desarrollo enorme. Aunque Trotski hubiera deseado un proceso público de Nicolás II, Lenin y una parte del Politburó decidieron en secreto la ejecución sumaria de la familia imperial. Pretextando la aproximación de los Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18 de julio de 1918 en Yekaterimburgo. Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes e internamientos en campos se convirtieron en prácticas comunes. La cuestión de saber si los campos abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no al Gulag estalinista se mantiene abierta.
Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000 personas perecieron a causa del Terror Rojo.  Mencheviques, anarquistas, social-revolucionarios, liberales o demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley por miles, así como Blancos y nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos, sionistas, bundistas etc., junto a muchos cuyos orígenes sociales o su marginalidad bastaban para convertirlos en sospechosos. En 1922, el Estado soviético organizó el procesamiento de los líderes social-revolucionarios encarcelados; varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y otros deportados. El 19 de febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova, arrestada tras la insurrección social-revolucionaria de izquierda en julio de 1918, fue condenada por "locura" e internada de diciembre de 1920 a noviembre de 1921 en un centro psiquiátrico. No obstante, con posterioridad escribió que "durante la época soviética, las cimas del poder, los viejos bolcheviques, Lenin incluido, cuidaron de mí y, aislándome del desarrollo de la lucha, siempre de modo muy vigoroso, tomaron al mismo tiempo medidas para que jamás se me humillara." 
La Iglesia Ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción (hubo popes delatores que pudieron ser responsables de numerosas ejecuciones sumarias), sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y destrucciones con el fin de erradicar no solo de su potencia anterior, sino también las creencias religiosas.
Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de represión: internamiento de adversarios militares y políticos en campos, toma de rehenes (el primer decreto referente a rehenes fue promulgado por el generalNiessel, comandante de la misión militar francesa en Rusia) y ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven Estado de los Sóviets y sus adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y métodos que habían sido elaborados durante la Gran Guerra».  Nikolái Melkínov, uno de los principales miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias que la administración blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política profundamente soviética». 
Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado como uno de los beligerantes más moderados, utilizó este tipo de medidas. Al respecto, el historiador británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de expresión y de reunión, así como la libertad de prensa fueron restablecidas, era difícil respetarlas en las condiciones de una guerra civil y las prisiones de Samara estuvieron pronto llenas de bolcheviques. Iván Maiski, el ministro menchevique de trabajo, contó un total de 4000 detenidos políticos. Las dumas y los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los sóviets, como órganos de clase, excluidos de la vida política». 
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones dictatoriales allí donde mantenían el control, pero con excepciones: así en Crimea mantuvieron un régimen constitucional y parlamentario que preservaba las libertades y hasta esbozaba una tímida reforma tímida agraria. 
Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos sospechosos o peligrosos. Así, los combatientes anarquistas del ejército de Néstor Majnó respetaron más a la población civil, perdonando y liberando a los simples combatientes hechos prisioneros, pero eliminaron en su retirada a muchos oficiales, personas nobles, burgueses, kuláks o popes, mientras tribunales populares surgidos espontáneamente se encargaban también de juzgar y castigar a los implicados en las matanzas del Terror Blanco. 

Violencia alimentada desde abajo y desde arriba

Según Sabine Dullin, "los organismos de represión creados por los bolcheviques dejaban un gran margen de acción a la iniciativa popular".  Las Checas locales se mostraban con frecuencia más radicales que la central. Marc Ferro insiste en el hecho de que el pequeño partido bolchevique no contaba con los medios para suscitar la violencia generalizada que experimentó Rusia durante la guerra civil y que los leninistas a menudo reivindicaron y asumieron la violencia popular espontánea para dar la impresión de que ellos controlaban la situación, así como para canalizarla e instrumentalizarla para su provecho. 
Lo mismo realizaban sus enemigos, así el muy controvertido jefe nacionalista ucraniano Symon Petlyura pareció verse desbordado por el antisemitismo visceral de sus tropas: habría permitido los pogromos, pese a haber intentado frenarles, pero no los ordenó (su papel exacto sigue siendo muy debatido).
En cuanto al Terror Blanco, los roles de la ideología, la violencia espontánea y la orquestada "desde arriba" por las autoridades siguen siendo muy discutidos. Así, según Nicolas Werth, "el Terror Blanco no fue nunca organizado sistemáticamente. Fue, casi siempre, fruto de acciones de destacamentos descontrolados que escapaban de la autoridad de un comandante militar que trataba, sin éxito, de llevar a cabo el gobierno. [...] En la mayoría de las ocasiones estamos ante una represión policial del nivel de un servicio de contraespionaje militar". Otros historiadores consideran, por el contrario, que la ideología (especialmente la asimilación del comunismo a los judíos y el fantasma de un complot "judeobolchevique") tuvo un papel importante en el proceso del terror dirigido desde arriba. Según el historiador estadounidense Peter Holquist: "si bien es cierto que los movimientos antisoviéticos sintieron menos la necesidad de justificar sus acciones, es completamente claro que sus actos violentos, lejos de ser arbitrarios o fortuitos, fueron por el contrario calculados. [...] Los prisioneros de guerra eran escogidos por los jefes blancos, que ponían de lado a aquellos a los que consideraban como indeseables e irrecuperables (los judíos, los bálticos, los chinos y los comunistas) y los mandaban ejecutar todos juntos". 
Posiblemente los generales blancos se vieron más desbordados aún que los bolcheviques por la violencia de sus partidarios sobre territorios vastos donde su autoridad era limitada. El general Piotr Wrangel describe en sus memorias la anarquía que reinaba sobre el inmenso territorio controlado por Antón Denikin cuando se puso al frente en marzo de 1920: "el país era dirigido por toda una serie de pequeños sátrapas, comenzando por los gobernadores para acabar por cualquier suboficial del ejército [...] la indisciplina de las tropas, el desenfreno y la arbitrariedad que reinaba no eran un secreto para nadie [...] El ejército, mal abastecido, se alimentaba exclusivamente de la población, gravada con una carga insoportable". 
Sin embargo, es incontestable que las altas autoridades blancas recurrieron también al terror. La "conferencia especial" presidida por Denikin tomó en marzo de 1919 la decisión de condenar a muerte a "toda persona que haya colaborado con el poder del Consejo de Comisarios del Pueblo". El servicio de propagan del gobierno de Denikin hizo correr numerosos rumores durante la guerra sobre la existencia de complots judíos. El general Roman Ungern von Sternberg, apodado "el barón sanguinario", fue sin duda aquel que fue más lejos en sus acciones. En su famosa "orden n.º 1592", dirigida a sus ejércitos en marzo de 1921, ordena en su artículo 9 "exterminar a los comisarios, a los comunistas y a los judíos con sus familias". 
A su vez, numerosos jefes de guerra y los aventureros sacaron provecho del hundimiento de la autoridad en Rusia para realizar pillajes, masacres y autoproclamarse dirigentes de territorios más o menos vastos. Otros se alistaron a los ejércitos regulares por oportunismo. El atamán Nikífor Grigóriev constituyó así una milicia formada por soldados, desplazados y mercenarios que se puso sucesivamente al servicio de Symon Petlyura, del Ejército rojo y de los Blancos, sin renunciar en ningún momento a las matanzas y a los pillajes. Grigóriev acabó siendo asesinado por Néstor Majnó y sus seguidores, con los que se había aliado brevemente.
Tras la derrota de los blancos, los levantamientos campesinos antibolcheviques experimentaron su apogeo. Numerosos segadores fueron asesinados, y los bolcheviques y sus seguidores hostigados, cuando no torturados.  La respuesta del Ejército Rojo fue despiadada, con centenares de pueblos íntegramente deportados, miles de insurgentes fusilados, mujeres e hijos de partisanos secuestrados o asesinados y el uso de armamento químico por parte de Mijaíl Tujachevski para sofocar la Rebelión de Tambov. 
Tras la victoria final bolchevique, el terror represivo se redujo, pero el aparato policial se mantuvo intacto.

Victoria y crisis del "comunismo de guerra"

La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total contra los enemigos, el gobierno de Lenin procedió a nacionalizar la práctica totalidad de los comercios, la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de las clases acomodadas fueron colectivizadas, entrando así los apartamentos colectivos en la vida de los rusos. Mientras la moneda se hundía y el país vivía del trueque y de salarios pagados en especie, el régimen instauró la gratuidad de las viviendas, los transportes, del agua, de la electricidad y de los servicios públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos bolcheviques llegaron a soñar con abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su uso. El "comunismo de guerra" (término creado a posteriori, aparecido tras el final de la guerra civil) que había surgido por las difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para guiar a Rusia hacia el socialismo.
El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros. Para hacerlo, no vaciló en restablecer una férrea disciplina en las fábricas o en hacer reaparecer prácticas deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de trabajo, el cierre patronal, la retirada de las cartillas de racionamiento y la detención y deportación de los dirigentes de huelgas. Centenares de huelguistas fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados, bolcheviquizados y transformados en correa de transmisión del sistema, las cooperativas absorbidas y los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una vasta controversia proponiendo la "militarización" del trabajo. En el campo, destacamentos armados procedieron violentamente a realizar requisiciones forzadas de cereales para abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.
El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar educación a la población, al tiempo que dirigía sus esfuerzos propagandísticos sobre los soldados y las masas populares. Animó la efervescencia artística y puso a los creadores vanguardistas al servicio de la revolución, lo que generó una vasta producción de obras y carteles que contribuyeron a la adhesión colectiva a los bolcheviques. 
Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento popular y al hundimiento radical de la producción, de la moneda y del nivel de vida. La economía era una ruina y la red de transportes había sido destruida. El mercado negro y el trueque florecieron. La desigualdad institucional del racionamiento en favor de los soldados y los burócratas suscitó protestas populares. Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y Petrogrado perdieron de esta forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se descomponía: menos de un millón de activos en 1921, frente a los tres millones de 1917.
Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con la vida de millones de campesinos rusos.

La Rebelión de Kronstadt y la NEP

Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por la violencia y la represión desplegadas en el campo o contra los obreros huelguistas, los marinos de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron la vuelta al poder de los sóviets, elecciones libres, libertad del mercado nacional y el fin de la policía política. En la práctica la insurrección consistió en la disolución del sóviet de Kronstadt y el nombramiento de un "comité revolucionario provisional" en su lugar. Su levantamiento fue repelido por Trotski y Tujachevski.
Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las últimas grandes olas de protestas obreras y empezó una campaña violenta de "pacificación" contra los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido, celebrado a la vez que ocurría la insurrección de Kronstadt, abolió también el derecho de tendencia en el seno del Partido por la instauración del "centralismo democrático".

Pero ante el callejón sin salida del "comunismo de guerra" y el hundimiento de la economía, Lenin decidió volver de manera limitada y provisional al capitalismo de mercado: se adoptó la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso. Esta liberalización económica permitió enderezar la economía.