La basura bloquea las aceras de Madrid el cuarto día de huelga


Madrid ha vuelto a amanecer cubierto de una gruesa capa de basura. La huelga indefinida en los servicios de limpieza viaria y jardinería llega a su cuarto día y los efectos comienzan a pasar de lo evidente a lo increíble. 
Las aceras acumulan restos de muebles, plásticos, peladuras de naranjas y plátanos, cartones y un largo etcétera hasta el punto de que algunas aceras se encuentran completamente bloqueadas. La suciedad plaga las puertas de las tiendas y los bares, cuyos trabajadores se apresuran a eliminar los desperdicios a base de escoba y cubos de agua.
En el barrio de Usera, uno de los más sucios de la ciudad ya antes del inicio de la huelga, la propietaria de una panadería se queja: "Antes ya estaba sucio, pero esta semana es increíble", afirma. "Ni sé quien tiene la culpa de esto ni me importa. No sé si los barrenderos o el Ayuntamiento, pero alguien tendrá que solucionarlo. Sólo quiero que acabe la huelga", dice.
Dos calles más abajo, un vecino del barrio comenta con un amigo el estado del barrio. "Es insoportable, hay calles por las que no se puede pasar de la cantidad de mierda que hay", afirma. A lo que le responde el compañero: "La culpa es de la Botella [Ana Botella, alcaldesa de Madrid] que no sé dónde se gasta el dinero y tiene a los barrenderos cabreados. Es normal, con lo poco que cobran y ahora quieren despedir a mil y pico y bajarles el sueldo...", critica.
Avanzando hacia el centro, el estado empeora. Las papeleras del Paseo de las Delicia están a rebosar, eso las que aún permanecen encajadas en su soporte. El barrio de Lavapiés aloja calles que parecen un auténtico vertedero. En una de sus estrechas calles, el dueño de una cafetería vierte cubos de agua en la puerta. "No es sólo la basura lo que molesta, sino el olor", explica. "Cuando he abierto el bar, a las 9 de la mañana, he recogido dos bolsas llenas de basura. Apestaba a pis y he tenido que echar varios cubos", añade.
Aunque entre queja y queja, tiene palabras de comprensión para los barrenderos. "El Ayuntamiento lleva varios años bajando el presupuesto para la limpieza y ahora, además, van a despedir a muchos. Es lógico que protesten por mantener sus puestos de trabajo y sus salarios", explica, aunque espera que "Botella haga algo pronto para que acabe, porque la limpieza de las calles es un servicio público que tiene que garantizar el Ayuntamiento. No importar que esté privatizado, es su responsabilidad tener la ciudad limpia", concluye.
Cerca de la Plaza Mayor, un montón de cartones, ropa y desperdicios orgánicos saluda a los turistas que se prestan a cruzar el arco. Una anciana observa la basura con perplejidad y moviendo la cabeza. Ella sí culpa a los barrenderos que "están ensuciando a posta y tirando la basura de los contenedores", dice. "Anoche los vi y se lo dije. Me dijeron: "señora es por nuestros sueldos y nuestros trabajos" y se fueron. Yo creo que no hace falta ensuciar a posta porque ya bastante basura tiramos a diario", argumenta.
En el barrio de Tribunal, en pleno centro de la capital, la suciedad invade las plazas por las que transitan turistas asombrados. Los bancos sirven para acumular latas de cerveza y cartones de pizza en lugar de viandantes que hacen un receso en su actividad. Hay vómitos y excrementos de animales con la huella de un desafortunado que no pudo esquivarlo. La capital es un cuadro dantesco si se sale de los lugares pictóricos como la Puerta del Sol, Callao o Preciados.

Seguimiento masivo

Mientras Madrid rezuma un aroma recargado, una mezcla de polución, orines y ese olor ácido que desprenden las bolsas de basura amontonadas junto a los contenedores, los barrenderos y jardineros continúan con su lucha contra los 1.144 (1.134 según las empresas) anunciados por tres de las cuatro concesionarias y contra la reducción salarial que pretenden las cuatro empresas, que supera el 40% y les dejaría al borde del salario mínimo interprofesional, poco más de 600 euros.
El tercer día de huelga también tuvo un seguimiento masivo, de entre el 97% y el 100%, afirma Moisés Torres, portavoz de UGT. Según el sindicalista, esa "guerrilla urbana" de la que el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Diego Sanjuanbenito, les acusaba es algo anecdótico que ocurrió el primer día. "Hicimos un llamamiento a la calma porque el vandalismo no beneficia nuestra lucha y ahora ya todo está más tranquilo, aunque seguimos haciendo piquetes en los cantones", afirma.
Torres asegura que la huelga continuará el tiempo que sea necesario. "Estamos a expensas del Ayuntamiento, porque las empresas no varían sus posturas", asegura. Este jueves ha habido una reunión de conciliación para abordar el tema de los tres EREs presentados por Valoriza (de Sacyr, FCC-Alfonso Benítez y OHL-Ascan), pero ha acabado sin acuerdo una vez más. "Sabemos que la alcaldesa se ha reunido esta mañana con las empresas, pero no ha trascendido nada de momento", señala el sindicalista.
El Ayuntamiento, por el momento sigue desligándose de la huelga y centra los servicios mínimos - del 40% para los barrenderos del servicio de urgencia (Selur)- en zonas céntricas y de interés turístico, algo para lo que ha puesto una escolta policial que acompaña al camión y a los trabajadores para garantizar su cumplimiento.
Desde UGT aseguran que se presentan en sus puestos el 100% de los trabajadores de servicios mínimos, pero que algunos no pueden salir, no por la acción de los piquetes, sino "porque la propia empresa los retiene o por impedimento de la policía al no tener los vehículos la documentación en regla.
El fin de semana llama a la puerta de un conflicto que los sindicatos esperan largo. Los jóvenes saldrán a tomar copas y volverán a casa dejando algún que otro resto. Varias asociaciones de vecinos se temen lo peor debido al botellón y han pedido al Ayuntamiento que tome medidas para evitar que la suciedad del fin de semana se acumule indefinidamente. Fuente: público