Viven en las escolleras del puerto de Melilla. Son menores de edad, marroquíes, pero también hay entre ellos algún que otro argelino y sirio. Suelen tener entre 15 y 17 años aunque entre los más pequeños los hay de hasta 10 años. Comparten un sueño: lograr introducirse en los bajos de un camión, cruzar en ferry el Mediterráneo y desembarcar en la Península.
La ONG melillense Prodein, dedicada a la ayuda a la infancia, se ha ganado su confianza. Ante su cámara han hecho al alba lo que solo suelen hacer de noche. Se han descolgado por una cuerda de ocho metros y se han colado en el puerto en dirección a los camiones allí estacionados. Preparan la operación cantando como para darse ánimo antes de la batalla que van a librar con todos aquellos que vigilan la zona portuaria.
Algunos no volverán a la escollera porque habrán logrado su meta. ¿Cuántos? “De media cuatro o cinco a la semana lo consiguen”, responde José Palazón que dirige la ONG Prodein. “Quiero ser comoMohamed Marhoum”, le dijo a este corresponsal un adolescente marroquí que hace unos meses desembarcó en la Península tras múltiples peripecias. Marhoum es un atleta español de origen marroquí, de 22 años, que con tan solo nueve se introdujo en Ceuta aprovechando la confusión fronteriza. El próximo 8 de diciembre representará a España en el Campeonato Europeo de Cross Country que se celebrará en Belgrado.
Otros muchos chavales sí regresarán horas después sucios, hambrientos y cansados. Les suelen interceptar los vigilantes del puerto, que los entregan a la policía local o a la nacional. A veces pasan un rato en un calabozo antes de ser puestos en libertad, según cuenta un chaval ante el micrófono de la ONG.
La mayoría son adolescentes, tutelados por la ciudad de Melilla, que se han escapado del centro de la Purísima donde se hospedaban. Algunos pocos han llegado directamente de Marruecos, a través de la frontera internacional con Melilla. “Hasta mediados de octubre la ciudad estaba desbordada por el número de menores” extranjeros no acompañados “que se habían infiltrado”, asegura José Guerrero, del sindicato Unión Federal de Policía.
“Ahora, desde hace tres semanas, ha mejorado la situación porque se ha producido una reordenación de Beni Enzar y se controla más eficazmente”, añade Guerrero. “Hay menos avalanchas humanas de porteadores, las que aprovechaban los críos para colarse”, asegura.
Los chavales se fugan de La Purísima por dos razones, según Palazón. “Aquel que llega al centro después de las once de la noche pierde automáticamente la tutela y todo aquello a lo que da derecho; debe empezar de cero los trámites”, explica. “Más importante aún: el menor tutelado pierde la residencia el día en que cumple 18 años”, subraya. “Si te van a quitar la residencia no le merece la pena seguir viviendo allí”. “Por eso tratará de viajar a la Península dónde podrá mantener la residencia al alcanzar la mayoría de edad”.
El Defensor del Pueblo se ha dirigido, desde 2008, en varias ocasiones a las autoridades de Melilla, gobernada por el Partido Popular, y a la Delegación del Gobierno en la ciudad. Asegura que la extinción de la tutela solo es posible por las causas estipuladas en el Código Civil que “no incluyen en ningún caso el abandono voluntario del centro por el menor”. También considera “incorrecta” la retirada de la residencia del menor cuando este es mayor de edad.
A los 18 años esos jóvenes se ven entonces “abocados a vivir en la calle a pesar de que de conformidad con la legislación de extranjería tendrían derecho a renovar su autorización”, se lamentaba, en diciembre pasado, la institución que dirige Soledad Becerril. Ha dado traslado de estas dos prácticas incorrectas a la Fiscalía General del Estado.
Este corresponsal llamó y puso varios mensajes a María Antonia Garbín, consejera de Bienestar Social y Sanidad de Melilla, para preguntarle por los menores no acompañados, pero no obtuvo ninguna respuesta. De su consejería depende el centro de La Purísima.