Testimonios: transporte y llegada al campo de concentracion


Francisco Batiste Bayla (deportado a Mauthausen): " Ya en la misma estación, entre culatazos y mordidas de perro, embarcamos en un vagón de mercancías todo cerrado [...]. Estuvimos tres días encerrados sin recibir ninguna alimentación ni nada [...]. Por la rotación solar comprendíamos que íbamos hacia el este, pero nosotros desconocíamos nuestro destino. Nos desplazábamos durante la noche en estos trenes de la muerte. ¿Por qué por la noche?. Pues porque pasábamos por muchas estaciones de ciudades. Lo que pasó allí dentro de los vagones fue indescriptible, fue demasiado cruel [...]. La llegada al campo fue por la noche, también entre culatazos bajamos a nuestros amigos fallecidos y tuvimos que subir un sendero hasta llegar al campo, unos 6 kilómetros de marchas forzadas [...]." Jorge Semprún - El largo Viaje (deportado a Buchenwald): " Muy pronto, cuando hayan franqueado los pocos centenares de metros que les separan todavía de la puerta monumental de este recinto, ya no tendrá sentido decir de algo, no importa qué, que es inimaginable, pero por el momento siguen todavía trabados por los prejuicios, por las realidades de otro tiempo, que hacen imposible imaginar lo que, en resumidas cuentas, va a revelarse como perfectamente real. Y como esta conversación no puede tener lugar ya que está ahí el SS acechando la menor infracción de las reglas establecidas, el primer desfallecimiento, que le daría derecho a rematar de un tiro en la nuca al prisionero caído en tierra y que no pudiera seguir la columna, como el silencio y el apoyo prácticamente clandestino en el hombro izquierdo de este muchacho son los únicos recursos que nos quedan, Gèrard lucha contra las súbitas debilidades de su propio cuerpo, intentando seguir con los ojos abiertos, dejar que sus ojos se llenen de esta luz helada sobre este paisaje de nieve, estos proyectores a todo lo largo de la monumental avenida, flanqueada de altas columnas de piedra coronadas por la violencia hierática de las águilas hitlerianas, este paisaje desmesurado donde no falta más que la música, noble y grave, de alguna ópera fabulosa." David Serrano (deportado a Mauthausen): " ¿Qué es exactamente Mauthausen sin tener en cuenta lo que después ha leído? De entrada era un lugar donde había 8.000 personas privadas de libertad y que vivían en condiciones infrahumanas. Cuando entré en el campo estuve una semana sin saber dónde estaba. Pero con lo que vi a lo largo de aquella semana y lo que viví, mi opinión se fue configurando de manera clara: todo aquello no era explicable para una persona medio normal, porque allá no se mataba por ningún motivo - político, por ejemplo -, sino que se mataba para hacer desaparecer rusos, polacos, españoles y judíos. Fue al cabo de una semana cuando me di cuenta de la brutalidad de la frase que oímos al entrar en el campo: "por esta puerta habéis entrado y por aquella chimenea saldréis". En aquel momento, gallito como era, dije: "¡Ya lo veremos!". Tardé siete días en darme cuenta."

Joaquim Amat-Piniella (deportado a Mauthausen): " La primera impresión del campo fue la de entrar en una especie de castillo fortificado; estaba hecho con piedra picada en la cantera de Mauthausen. Era un castillo con galerías y torreones. Era una fortificación con unas paredes de piedra de sillares, de granito. Aquello no había manera de hundirlo. El primer recibimiento, desagradable de verdad, fue encontrarnos con otros españoles, que estaban en el campo desde hacía unos cuantos meses y que eran verdaderos esqueletos. Daban mucha pena. Nos decíamos: "esos seremos nosotros dentro de un tiempo". Estaban completamente desnutridos, con las caras llenas de costras, de golpes, de moratones. Todos cojeaban. En fin, no quieras saber cómo estaban [...] vestidos de cualquier forma, con trapos, con el frío que hacía. Estábamos en el mes de enero y ese año no sé, pero el año siguiente llegamos a 37 grados bajo cero.

Veníamos en el tren encerrados con pestillo, en vagones de carga. Estábamos por el suelo, de cualquier manera. Con un hambre que nos quemaba, cansados, reventados. De repente, una mañana, el tren se para un rato, pero como se había parado muchas veces durante horas y horas no hicimos el menor caso. De repente empezamos a oír el ruido de las puertas que se abrían, rac, rac, rac, y un griterío como si fuera de ladridos de perros. Eran los SS, que, a golpes de culata y patadas, nos hacían bajar de los vagones. Nos hacían saltar y caíamos, y, ¡venga, a formar! ¡con el frío que hacía!. ¡Era un frío terrible!. Fue una sorpresa inolvidable. Estábamos todos durmiendo, y que súbitamente te saquen de aquella forma [...]. Tomamos el camino de Mauthausen, arriba. Algunos iban cargados con maletas y cosas; pero todos lo fuimos abandonando todo. Así, a culatazos y patadas empezamos a subir aquella cuesta; íbamos medio muertos. Y llegamos al campo y nos encontramos con el espectáculo de los que ya estaban, que parecían cadáveres. Y todos venga a decirnos: "no sabéis dónde habéis caído". Entonces vino el cambio de ropa. Nos hicieron pasar a las duchas de desinfección y sacar todo lo que llevábamos, todo, todo. Y nos trajeron una especie de pijamas hechos con una ropa a rayas de algodón. Estaban agujereados y recosidos por todas partes. En muchos aún se veía la sangre, porque los había vestido gente que había sido fusilada, asesinada. Todavía se veían los agujeros de los disparos. Después nos tomaron la filiación y nos repartieron por las barracas. Eran unos barracones grandes divididos en dos salas, una era el comedor y la otra el dormitorio. Normalmente había espacio para un centenar de hombres y llegaron a meter a setecientos. Dormíamos colocados pies con cabeza, en el suelo. Los veteranos dormían en literas [...]."

Fuente: Los campos de concentración nazis, palabras contra el olvido - Rosa Torán (Ed. península). Fuente:  holocaustoenespanol.blogspot.com.es