La mejor ayuda para un drogadicto


10 Cosas que los padres deben hacer para prevenir el consumo
de drogas de los hijos


Autor: Francisco Gras

Los padres tienen la grave e irrenunciable obligación, de proteger a sus hijos, contra los peligros que les acechan en la sociedad, máxime cuando estos peligros, provienen subrepticiamente de quienes los jóvenes menos esperan.

Ayer me presentaron a un padre, que estaba totalmente destrozado mental y psicológicamente porque su hijo de 16 años, acababa de morir, victima de una sobredosis del maldito y famoso “cheese”, la droga compuesta por heroína Tylenol PM, de similares efectos a las drogas de diseño, como el Éxtasis y las derivadas de las anfetaminas. Estaba destrozado porque tenia conciencia, de que no había hecho lo suficiente para prevenir y en su caso alejar a su hijo de las drogas.

Esta nueva peste negra que esta asolando las jóvenes comunidades escolares y que no respeta ni a pobres ni a ricos, niños o adolescentes la han introducido arteramente, principalmente a través del sistema escolar, sin que padres, maestros, ni la policía se hayan dado cuenta de su penetración, hasta que ya se ha instalado. Hay muy pocas posibilidades de erradicarla.

Este adolescente salió de casa para ”dar una vuelta” con sus amigos y ya no volvió, fue llevado cadáver al hospital. La policía lo encontró muerto en una casa vacía, donde se reunía periódicamente con sus amigos para consumir drogas, alcohol, fumar marihuana, etc.

Según la policía, no era la primera vez que se reunía en aquella casa y no era tampoco, la primera vez que consumía drogas.

Los narcotraficantes han encontrado un nicho de mercado muy rentable. Venden la dosis de “Cheese” a dos dólares, lo que les acerca a infinidad de prospectos y clientes. Los vendedores son los mismos estudiantes, que están amparados por su minoría de edad y muy disimulados entre la población estudiantil.

En muchos casos han gozado por parte de los maestros de la permisividad, “vista gorda” motivada por el miedo a las represalias. Sabían quienes eran los vendedores de la droga en su escuela, pues éstos lo anunciaban con etiquetas en sus mochilas. Pero ni los maestros, ni los alumnos, ni sus padres informaban a la policía, ni a nadie. Así se ha generado este monstruo policéfalo que ya no hay quien lo detenga.

Los padres tienen la grave e irrenunciable obligación, de proteger a sus hijos, contra los peligros que les acechan en la sociedad, máxime cuando estos peligros, provienen subrepticiamente de quienes los jóvenes menos esperan.

Para prevenir o corregir esta situación, los padres deben:

Hablar muy claro entre los esposos y con los hijos desde muy temprana edad, de los peligros, tanto físicos, mentales, económicos, religiosos y sociales, que suponen todas las drogas: denominadas blandas y duras, alcohol, tabaco, juego, apuestas, etc. En todas las adicciones se entra fácilmente, casi jugando y ya no se puede salir. Las conversaciones con los hijos tienen que estar llenas de amor en la forma de expresarse y firmeza en el contenido, de manera que permitan la sinceridad y apertura por parte de los hijos, para contar las situaciones vividas en sus días escolares. También deben ofrecerles alternativas, para que su tiempo libre lo dediquen a su sano esparcimiento y formación social y religiosa. Hay muchas actividades, donde los hijos pueden aprender a desarrollar los valores humanos y religiosos, que les ayudarán a estar prevenidos, contra los problemas que le acechan.

Mantenerse muy alerta, revisando periódicamente y al azar los bolsillos, mochila, libros, habitaciones y posibles escondites de los hijos, para determinar si hay rastros de posesión o consumo de drogas. El olfato y los signos externos físicos, también deben usarse. Vigilar el apetito, los horarios de entradas y salidas de la casa. Preguntar por la procedencia de objetos desacostumbrados y caros para su economía, encontrados entre sus pertenecías. Analizar los ingresos y gastos del dinero de los hijos.

Examinar periódicamente, las llamadas recibidas y enviadas en los teléfonos privados de los hijos y en el de la casa, pues ahí quedan reflejados, los números de las personas con los que mas contacto tienen. En función de esas llamadas, pedir las aclaraciones pertinentes, sobre las personas con las que se relacionan. Esta disciplina por parte de los padres, choca frontalmente con el concepto tan extendido, sobre todo en esta sociedad, de la privacidad a la que se creen que tienen derecho los jóvenes. Pero los padres deben entender y hacerlo entender, que por encima de la privacidad de los hijos, está su bienestar y el de toda la familia, además del riesgo de responsabilidad civil que adquieren los padres con los hijos.

Repetir constantemente, que una de las fuentes mas importantes de captación, para hacer miembros de las pandillas y para la venta de drogas, es el Internet. Vigilar las direcciones de las personas, con las que se han puesto en conversación a través de los Chats, las páginas que han sido visitadas y los correos recibidos y enviados. Esto es fundamental, para conocer el tipo de relaciones que mantienen los hijos.

Preguntar por los orígenes, dedicación y características de los amigos más frecuentados. Si es posible, intentar conocer a sus familiares, para hablar con ellos sobre estos mismos conceptos, de mantener el estado de alerta permanente, que tienen que tener los padres con sus hijos. En caso necesario, convencer a los hijos que deben eliminar las relaciones con determinados amigos, que aparentemente estén llevando una vida difícil de conocer.

Pedir ayuda a los profesionales, maestros, médicos, psicólogos, sacerdotes y autoridades escolares o policiales, ante la menor sospecha, del comienzo de una desviación hacia las drogas o hacia las pandillas. Si ve o siente que están sus hijos siendo acosado por los vendedores de drogas o por los pandilleros, es imprescindible informar a la policía de lo que le está sucediendo. Se tiene que intentar tener la suficiente confianza con los hijos, como para que éstos cuenten a los padres, quienes venden la droga y cómo lo hacen. Es conocida la presión que los vendedores ponen a los jóvenes para que compren la droga, infiriéndoles incluso amenazas físicas y verbales, en el caso de que no quieran comprar la droga para consumirla o revenderla.
Deben hablar con los maestros, de la situación que sus hijos ven en las clases o de lo que los padres han observado en el comportamiento familiar. Los maestros, en combinación con los padres y la policía, pueden hacer una gran labor de prevención y erradicación de las drogas, tomando medidas en la escuela, el hogar y la calle respectivamente.

Al detectar el problema en uno de los hijos, es muy posible que los otros hermanos, también se vean acosados por la misma situación. Entonces la gravedad empieza a agrandarse y las soluciones son más difíciles de tomar y de mayor envergadura. Es muy posible que los padres, tengan que plantearse el tener que cambiar de escuela, pues algunas escuelas, están infectadas de narcotraficantes y pandilleros, por lo que no seria lógico permanecer ni un minuto más enfrentándose a esa guerra, consentida por otros, y la cual nunca va a ser ganada. Cuando existen causas justificadas, los distritos escolares tienen mecanismos legales, para procesar y aprobar las solicitudes de cambio de escuela. Seguramente se tendrán que enfrentar a la resolución de otros problemas, como son el transporte de los hijos a las otras escuelas y algunas cosas relacionadas con los libros y el costo de las comidas, pero no se puede dejar que el problema de las drogas, arruine la vida de sus hijos o determine que el porvenir de ellos sea el hospital o la cárcel.

Las medidas de prevención imprescindibles que tienen que realizar los padres, tienen que estar soportadas porque los padres estén muy unidos, aunque se de la paradoja de que estén divorciados, y que continuamente estén dando un buen ejemplo de comportamiento entre ellos y ante sus hijos. Los padres, no pueden exigir la sinceridad de los hijos, ni que cumplan con las reglas de la disciplina, si ellos no dan previamente un buen ejemplo de convivencia familiar, religiosa y social.

Las excusas más usadas por los padres, para no involucrarse en la educación de sus hijos, ni para preocuparse de las soluciones descritas anteriormente, son las siguientes:

No quiero inmiscuirme en la vida privada o intima de mis hijos, ejerciendo control sobre sus actividades. Tengo que dejarles que hagan lo que quieran en su tiempo libre y con su dinero, con tal de que vayan bien en sus estudios. Tengo que darles la completa libertad para que sean dueños y responsables de sus actos.

Desconozco el manejo del Internet (Chats) y de los sistemas modernos de los teléfonos (Mensajes). Nunca los he usado y ya soy muy mayor para empezar a conocerlos. Ellos los utilizan cómo, cuándo y con quién quieren.

Debido al excesivo trabajo que realizo para poder mantener dignamente la familia, no tengo tiempo de dedicarme a las cosas de mis hijos. Cuando llego a casa estoy demasiado cansado como para pensar en lo que han hecho los hijos. La educación de ellos la dejo en manos de los maestros, que para eso les pago.

No se inglés para entender las conversaciones que mantienen entre ellos, ni con sus amigos, que libremente han escogido, ellos sabrán si les convienen o no, es su libertad.

Responsabilidad civil. Los padres no se deben olvidar, que si la policía detiene a sus hijos menores de edad, en una redada antidrogas o consumiéndolas, es muy posible que los lleven a la cárcel juvenil o los entreguen provisionalmente a una familia, incluso lo pueden hacer también con sus otros hijos, que vivan en la casa.

Los padres son responsables subsidiariamente, de todos los cargos económicos que sus hijos cometan en atropellos, choques de automóviles, robos, daños materiales y físicos en las propiedades o personas. Hasta podrían perder sus casas u otras propiedades, por tener que responder de su responsabilidad civil.