Un camino para recobrar a tu familia


Un principio sólido y nada sencillo

Y si alguien, juzgando sólo el título, considera que estamos ante una obra cursi o rosa, no tardará en desengañarse. De hecho, Stephen Kendrick y Alex Kendrick buscan todo lo contrario a emociones superficiales. La obra está pensada y escrita para matrimonios en dificultades graves, cuando el romanticismo fácil no es precisamente un aliado.

Apelan a la voluntad y a la decisión, más que al sentimiento. Y la prueba es que su propuesta tiene un timing propio y un plazo severo, aunque admita flexibilidad: cuarenta días. En ellos se trata de llevar a cabo una idea muy políticamente incorrecta: "Si has aceptado este desafío, debes tener clara la idea de que, en lugar de seguir a tu corazón, has decidido guiarlo", dicen de entrada.

Pocas veces una canción, una película o las declaraciones de un famoso cualquiera formulan un principio semejante. Y, sin embargo, en él reside la clave de la felicidad, sostienen los autores. Por eso proponen un reto: dedicar cuarenta días a superar cuarenta pruebas que nos habitúen a amar a nuestra pareja o, lo que es lo mismo en su lenguaje, a decidir amarla, aunque quizá ya no experimentamos mucha atracción personal por aquel o aquella a quien un día decidimos entregar nuestra vida.

Consejos prácticos

Para cada jornada, los Kendrick proponen una definición o cualidad del amor, la explican desde una perspectiva poco corriente hoy (no incide tanto en lo subjetivo como en lo objetivo, no tanto en el capricho como en la determinación), aportan reflexiones de gran interés, algunos consejos prácticos, y proponen una tarea que tomarnos en serio.

Tanto, que hay que marcar una cruz cuando se haya terminado, y describir cómo se cumplió y si las cosas marcharon como estaba previsto. Hay, pues, una autoevaluación continua que no tiene otra misión que obligarnos a ser fieles al "programa".

Ese programa incluye ejercicios para conocer de verdad a nuestra pareja, sugerencias para sorprenderla, avisos sobre los elementos externos perturbadores de la relación (personas, cosas... incluso nuestros propios sueños antepuestos egoístamente a todo lo demás), etc.


Gran satisfacción entre los que asumieron el reto

Quienes lo han llevado a la práctica no se han arrepentido. Si se siguen sus pautas con rigor e ilusión, el amor llega. Lo cual no quiere decir que los problemas de pareja se solucionen necesariamente: son cosa de dos, y la otra parte puede no estar por la labor. Pero como lo que nos enseña este libro es a decidir amar a aquel a quien un día se lo prometimos, haga él/ella lo que haga, el éxito sólo depende de nosotros.

Por cierto, que incurrimos en cierto reduccionismo al presentar esta obra como útil solamente para quien esté viviendo momentos matrimoniales difíciles. También los que son abolutamente felices (o razonablemente felices, al menos) extraerán puntos de provecho para mejorar las cosas.

Dios muy presente

La Biblia está muy presente en El desafío del amor, así como la propuesta de una conversión personal a Dios, porque, sostienen los autores, el amor que nos exige el matrimonio no puede alcanzarse si Alguien no lo pone en nuestra alma, lo sostiene y lo alimenta. Pero incluso quien no comparta esta idea encontrará interesantes y convenientes para sí las consideraciones que nos ofrecen estas páginas.

Porque se trata, en última instancia, de invertir a largo plazo en un bien valioso, aunque tal vez en las últimas sesiones de vida común cotice a la baja. Si queremos disfrutar del capital durante muchos años, hay que hacer sacrificios, aguantar el tirón e invertir más, aunque el valor de la acción continúe oscilando. Vender a toda prisa para dar el portazo e irse trae peores consecuencia que "desinvertir" en Bolsa: supone renunciar, en este caso, a lo mejor de la vida.